El colmo de la modernidad

La muerte del escritor inglés Martin Amis, ocurrida el viernes pasado a sus 73 años, incitó a que numerosos artículos repasaran su trayectoria y señalaran esa falta de sincronía con la actualidad que puede apreciarse en algunos de los libros que cimentaron su fama mundial.

J.C. Maraddón

Medio siglo atrás, la Crisis del Petróleo derrumbaba lo que habían sido casi tres décadas ininterrumpidas de crecimiento económico en Occidente, y ese Estado de Bienestar que había asegurado la recuperación europea después de la Segunda Guerra comenzaba a retirarse. Inglaterra iba a ser uno de los países más afectados por esa situación, como un imperio que entraba en franca decadencia después de haber establecido colonias en todos los continentes y de haber dominado durante siglos el comercio internacional. La primacía estadounidense sellada en la posguerra dejaba atrás aquel predominio inglés y había puesto en una incómoda posición a los súbditos de Isabel II.

Esa debacle, que tuvo graves consecuencias políticas y sociales, también se reflejó en diversas expresiones de la cultura, como por ejemplo en la música, donde el surgimiento del punk catalizó la ira de una generación que había perdido las expectativas de una vida mejor en el futuro. La literatura también iba a mostrar las huellas de ese desgarro, con una camada de autores que escarbaban en ese revoltijo de la Inglaterra setentista para extraer de allí el material que iban a utilizar en sus novelas: Julian Barnes, Martin Amis e Ian McEwan, entre otros nombres importantes.

Desde mediados de los años ochenta, el editor español Jorge Herralde empezó a publicar en Anagrama traducciones en castellano de las principales obras de esta corriente literaria, a la que se irían sumando las firmas de Hanif Kureishi, Kazuo Ishiguro y el propio Salman Rushdie, cuyo libro “Los versos satánicos” le deparó una condena a muerte por blasfemia de parte del régimen iraní. Y así fue cómo aquellos textos que habían decantado de las cenizas del derrumbe imperial, aterrizaron en una Argentina que había roto el cascarón de la dictadura y consumía con voracidad las novedades culturales llegadas desde el exterior.

Uno de los primeros títulos que estuvo expuesto en las vidrieras de las librerías cordobesas debe haber sido “El libro de Raquel”, de Martin Amis, lanzado en su versión original en 1973 y aparecido entre nosotros más de una década después, aunque algunos críticos ya había tenido el privilegio de leerlo y de recomendarlo con énfasis. La historia de un muchachito que se proponía, antes de cumplir los 20, seducir a una mujer y registrar su plan de acción en una especie de diario, parecía el colmo de la transgresión en aquella época en que recién comenzaban a caer los velos de la censura militar.

Visto desde la perspectiva actual, ese pícaro relato trasunta un machirulismo explícito, al que ni siquiera consiguen disimular las exquisitas dosis de humor que Martin Amis solía esparcir en sus narraciones. Tal vez existan en la bibliografía de este literato otras piezas que hayan conservado mejor su vigencia, como aquellas en las que ironizaba sobre el poder del dinero y sus nefastas implicancias psicológicas. Pero por haber sido el precursor en el abordaje local de esas letras contemporáneas inglesas, “El libro de Raquel” constituyó toda una revelación para quienes se iniciaban en la lectura por esos años.

La muerte de Martin Amis, ocurrida el viernes pasado a sus 73 años, incitó a que numerosos artículos repasaran su trayectoria y señalaran esa falta de sincronía con la actualidad que puede apreciarse en algunos de sus volúmenes de mayor éxito, que fueron los que en definitiva edificaron su fama. Y es que, probablemente, su perspectiva haya estado tan acorde a su tiempo, que eso mismo la haya sentenciado a envejecer sin remedio, de la misma manera que se vuelven decrépitos los recuerdos de esa etapa en la que mucho de lo que hoy es cancelado, parecía ser el colmo de la modernidad.