Habla el chivo

Agustín Rossi fue a presentar su informe al Congreso y no dejó ninguna duda de la desorientación del gobierno. Dio la cara, echó culpas y puso excusas sin hablar de lo importante.

Por Javier Boher

@cacoboher

Ayer fue uno de esos días en los que el Jefe de Gabinete concurre al Congreso a responder preguntas de los diputados. Tercer hombre que pasa por el cargo, Agustín Rossi concurrió a cumplir con su obligación constitucional de informar al legislativo sobre las decisiones del ejecutivo.

Como tantas otras cosas de la política argentina, la visita no despertó nada en la gente, que en su mayoría probablemente no pueda identificar al funcionario si se lo pone en una placa junto a otros políticos de la misma edad. Rossi fue premiado tras la salida de Manzur, aunque es difícil saber si había disputas por ese cargo o si era el último cambio que quedaba en el banco.

Pese al poco entusiasmo que generó en las masas, el Jefe de Gabinete dejó algunas definiciones que ayudan a entender el escenario de fantasía en el que el gobierno construye su relato, por ejemplo, negándose a hablar de la inflación, que el mes pasado llegó al 102,5% y no da muestras de querer aflojar.

Rossi, santafesino, concejal rosarino en los albores del kirchnerismo, ex diputado y ex candidato a gobernador por su provincia, no se refirió a la inseguridad o al narcotráfico que asolan a dicho territorio. Sin embargo, sí habló de cuatro crisis que asolan a la Argentina: la pandemia, la guerra, la sequía y el endeudamiento con el FMI.

La primera le tocó a todos, y la segunda le pegó más de lleno a otros países. Podíamos aprovechar la guerra para producir más y se dedicaron a no aflojarle la presión al campo y la agroindustria. Llegó la sequía y no había con qué hacerle frente.

La deuda con el FMI es un capítulo aparte. Herencia recibida, hubo mérito para que hoy la búlgara Georgieva haga la vista gorda con las chanchadas que hace el gabinete económico. La cosa es relativamente sencilla: Argentina es el principal deudor del Fondo, que tiene que tratar de salvar la ropa por haber largado la plata. Eterno gradualismo o no, si la cosa explota los salpica también a ellos.

Esos cuatro temas, sin embargo, no son tampoco el foco de la nota. Hubo algo que sí llamó poderosamente mi atención. Sabemos que el kirchnerismo se preocupa por el pasado y la memoria, trabado con cosas de antaño. A su entender, la violencia política se desató en Argentina en 2008, con la crisis del campo, donde por primera vez apareció un cartel que trataba a Cristina de yegua. Impresionante.

Para medir de cuánto tiempo hablamos, los nacidos apenas un año antes de aquello ya van a poder votar presidente en estas elecciones. Así de lejos en el tiempo quedó su recuerdo.

Por supuesto que los más grandes nos acordamos de otras cosas, por ejemplo de Luis D’Elía golpeando a un productor rural frente al Obelisco. También podemos recordar el ofrecimiento de despejar los cortes de ruta con bandas de camioneros. Quizás lo único racional de aquel entonces fue desescalar la violencia después de una primera escaramuza en Ceibas, Entre Ríos, donde llegó a haber una denuncia por posesión de armas de fuego entre los camioneros.

En ese entonces Cristina habló de los piquetes de la abundancia, de un yuyo, de un lockout patronal y tantas otras cosas que no ayudaron a destrabar el conflicto. Todavía se reproduce la secuencia en la que Guillermo Moreno le hace un gesto de deguello al por entonces ministro de economía Martín Lousteau. Nada de violencia en todo eso, seguro.

El apodo que acompaña a Rossi desde siempre -o al menos desde que llegó a una figuración nacional- es el de “Chivo”. Según él mismo contó, no se trata de lo que se podría imaginar: no es por la barba, ni por el enojo, sino simplemente por su cara angulosa, como la del macho cabrío.

El dato campestre de color es que los chivos se orinan la barba para que las hembras y otros machos sepan que andan cerca. En el kirchnerismo es difícil destacar por políticas públicas defectuosas, porque todos andan parejo. Sin embargo, Rossi ha hecho un esfuerzo para que todos sepan cuando el error le pertenecía.

Entre sus logros siempre le recuerdan el haber perdido un misil durante su gestión como Ministro de Defensa. También se recuerda cuando desparecieron 25 toneladas de munición de FAL en un batallón neuquino, zona de conflicto político que bien podría llegar a más escenas de violencia que las que se ven regularmente, que incluyen incendio de maquinarias o edificios. ¿Cómo olvidar cuando a la hija la nombraron directora en el Banco Nación con apenas 26 años y sin experiencia en el área? A algunos los padres los hacen entrar en un Grido o en una panadería de barrio, él fue por más.

Rossi ha sido siempre un personaje gris de la política, un hombre que no supo destacar en ninguno de los papeles que le tocó desempeñar, pero cuya mayor virtud ha sido la de manejarse con lealtad hacia el proyecto político que integra. Ayer no fue la excepción. Fue y puso su cara angulosa en el Congreso para todos sepan que este fracaso político también es de él.