La experiencia de un viaje espiritual

Desde enero, se desarrolla en Argentina el Studio Ghibli Fest, que promueve la proyección en salas de todo el país de la filmografía más relevante aportada por esta productora japonesa de animación. En Córdoba, el complejo Hoyts ofrece hasta hoy funciones especiales de “El viaje de Chihiro”.

J.C. Maraddón

 

Hace veinte años, hacia finales del mes de marzo de 2003, la entrega de los premios Oscar consagraba al musical “Chicago” como la Mejor Película y proclamaba en un discutido fallo a Roman Polanski como Mejor Director por su filme “El pianista”, cuyo rol protagónico era interpretado por Adrien Brody, distinguido como Mejor Actor. Bajo la conducción de Steve Martin, la ceremonia tuvo como detalles destacables la estatuilla que se llevó Pedro Almodóvar como Mejor Guionista por “Hable con ella” y el galardón que se le otorgó a por Mejor Documental a “Bowling For Columbine”, dirigido por el verborrágico Michael Moore.

Cuando Cameron Diaz subió a presentar la categoría de Mejor Largometraje de Animación, la mayoría de las fichas estaban puestas en producciones de grandes compañías como Disney (“Lilo & Stich” y “El planeta del tesoro”), DreamWorks (“Spirit: el corcel indomable”) y sobre todo 20th Century Fox, que con la primera parte de la saga de “La era del hielo” se había erigido en la campeona de la taquilla infantil. Por eso, en el momento en que la actriz de “Pandillas de Nueva York” anunció el triunfo de la japonesa “El viaje de Chihiro”, de Hayao Miyazaki, la sorpresa invadió el Teatro Kodak de Los Angeles.

En realidad, probablemente la mayoría de los que se asombró ante esta victoria no había visto esa realización: si la hubiesen conocido de antemano, no les hubiera quedado ninguna duda de que era una creación superior, más allá de los méritos artísticos o de recaudación que ostentasen sus rivales en el mismo rubro. Alejada de todos los convencionalismos y con claras referencias al género del animé. “El viaje de Chihiro” estaba destinada a revolucionar la cinematografía infanto-juvenil y a instalar en el exterior el prestigio del Studio Ghibli, factoría de animación que en Japón ya llevaba una docena de aciertos.

Esta historia de una niña de diez años que, en medio de la mudanza de su familia a una nueva vivienda, queda atrapada en un universo sobrenatural, ya se había llevado los laureles del Festival de Berlin en 2002, donde resultó la primera cinta animada en ganar el Oso de Oro. Este antecedente, sumado luego al Oscar, empujó a la firma Buena Vista, del imperio Disney, a distribuir “El viaje de Chihiro” en los Estados Unidos, en tanto que Universal Pictures se hizo cargo de su distribución en el mercado latino, donde también tuvo una performance exitosa pese a lo exótico de su propuesta.

A dos décadas de aquel suceso mundial, este título de Miyazaki sostiene su efecto perturbador, aunque el paso del tiempo ha brindado a los cultores de la animación nuevas herramientas que les otorgan posibilidades infinitas para concretar aquello que su imaginación les dicta. Como una parábola comparable a la de “Alicia en el país de las maravillas”, las aventuras de Chihiro en la dimensión de los espíritus nos enfrentan a una galería de personajes que son alegóricos para la sociedad japonesa, pero que no por eso dejan fuera de su encanto al público de cualquier otro lugar.

Desde enero, se desarrolla en Argentina el Studio Ghibli Fest, que promueve la proyección en salas de todo el país de la filmografía más relevante aportada por esta productora en sus casi 40 años de trabajo. En Córdoba, el complejo Hoyts es la sede de esas funciones especiales en las que hasta hoy se exhibe “El viaje de Chihiro”, una obra que ha trascendido su género para transformarse en una joya de del cine universal. Y si bien está disponible en otros formatos y soportes, verla en la gran pantalla supone una experiencia de la que nadie (ya sea adolescente, joven o adulto) debería privarse.