La sabiduría de las canciones

Entre la apología de un cantautor vanidoso y el retrato de una vida desopilante, el documental “Sintiéndolo mucho” de Fernando León de Aranoa, cuyo estreno en salas coincidió con la visita de Joaquín Sabina a Córdoba, es una obra que resultará fascinante a los fans del artista español.

J.C. Maraddón

Como cualquier producción audiovisual de la industria del entretenimiento, la realización de un documental sobre un intérprete musical suele tener la premisa de determinar primero hacia quién se dirige, para luego desglosar la forma en que presentará su contenido. En el caso de un filme que rinde culto a una figura de la canción, lo más lógico es que el objetivo sea satisfacer el gusto de sus fanáticos, siempre y cuando ese público posea un número suficiente como para obtener una recaudación acorde a lo invertido. Esta suele ser la opción que elige la mayoría: mostrar al ídolo tal como sus seguidores quieren verlo.

Pero en no pocas oportunidades esa meta se amplía para, mediante recursos propios del lenguaje cinematográfico, transformar a esa historia en una pieza de interés general, que además de complacer a la audiencia cautiva, logre entretener y hasta conmover a quienes en un principio no se hubiese incluido dentro del universo de abonados. No abundan los productos de este tipo porque plantearse una propuesta más abarcadora  implica mayor riesgo y mayor inversión, además de un talento especial por parte del director para evitar esos lugares comunes que fascinan a los admiradores y desconectan al resto de los espectadores.

Las biografías que facilitan la elección del camino más peligroso son aquellas en las que proliferan los detalles rimbombantes, las tragedias o los arrestos heroicos, cuya sucesión concita la curiosidad de la gente, más allá de que esté o no familiarizada con la carrera del artista en cuestión. Incluso cuando la trayectoria de la estrella no presenta matices grandilocuentes, los guionistas se esfuerzan por encontrar lecciones de vida, gestos humanitarios o episodios emotivos que lleven la narración a un clímax, sin el cual una película de este carácter no pasaría de ser una mera pirotecnia laudatoria de un músico famoso.

Entre la apología de un cantautor vanidoso y el retrato de una vida desopilante, el largometraje “Sintiéndolo mucho” de Fernando León de Aranoa, cuyo estreno en salas coincidió con la visita de Joaquín Sabina a Córdoba (desde el viernes estará disponible en Star+), es una obra que resultará fascinante a quienes tienen al trovador español como uno de sus favoritos, pero que no por ello provocará rechazo a los que no compartan esa preferencia. Y es que hay allí tantas desventuras por contar, que no puede sino ser interesante el empeño puesto en combinar las actuaciones públicas con la profusión de material surgido de la intimidad.

Lo que  León de Aranoa comparte es el resumen de 13 años de acompañar al cantante en sus periplos y de entrevistarlo en situaciones estresantes y distendidas, aun cuando ese entrometimiento ponga al realizador en un primer plano no del todo digerible. Si lo que pretendía era exhibir a un Sabina en estado puro, es probable que lo haya conseguido, por más que al revelarnos su esencia lo único que haga es confirmarnos todo el sarcasmo, la bohemia y el desvarío que siempre se le atribuyeron a este astro hispanoparlante que supo construir lazos de afecto con la Argentina.

Sin embargo, a la par que desnuda la decadencia de una celebridad, también lo reivindica en algunas intervenciones donde mira hacia atrás y elabora conclusiones osadas desde la sabiduría que le otorgan los años. Como, por ejemplo, cuando alaba esa cursilería imprescindible en una composición musical, que no podría ser tolerada en el género poético. Y cuando reconoce que ya no va a parir su mejor canción, porque eso es algo que sólo se consigue a través de los ímpetus juveniles. Conclusiones que suenan más tajantes aún, al provenir de alguien que de canciones sabe bastante, como lo prueba la multitud que lo ovacionó en el Kempes.