Por Gabriel Silva
Hace unos años, Martín Llaryora asumió como vicegobernador y no cumplió su mandato. Se postuló a diputado nacional, repitió la historia y asumió como intendente. Casi en simultáneo, Luis Juez se bajó de una candidatura al Senado, fue a pelear la intendencia en una de las peores experiencias en tándem con Olga Riutort, le salió mal. No asumió en el Concejo.
Lo mismo que haría cuatro años más tarde cuando volvió a ser derrotado en la contienda municipal, despreció nuevamente su banca en el Concejo y se postuló dos años más tarde a senador, lugar que lo cobija desde 2021 con la misión de ser ‘un Juez para Cristina’. Juicio que, al parecer, viene lento.
Rodrigo de Loredo, el otro hombre en cuestión, también se sumó al ninguneo de su rol de edil en la Ciudad. Hace dos años abandonó su olvidable desempeño parlamentario en la Ciudad para acompañar a Juez en el contundente triunfo del 2021. A partir de allí, el arribo a una banca en Diputados, la pantalla nacional y un nuevo volantazo: en cuestión de días, definirá dónde pelea en el próximo turno electoral. ¿Irá de vice de su propio rival en 2019? ¿Buscará la intendencia? ¿O apelará a las dos cartas?
Por el momento, la última opción, la de quedarse con todo –o aspirar a quedarse con todo- parece estar comprometida. Al menos, el proyecto que impulsó el olguismo y fue adelanto de Alfil hace casi una semana amenaza con obturar el ‘tomatodo’ radical de la eterna perinola en la que se convirtió la política cordobesa. Todos, de un lado y del otro de la mini-grieta cordobesista tienen un pasado que los condena en materia de rasparse, darse codazos para conformar las listas, asumir, aburrirse y pegar el salto dos años más tarde por un próximo objetivo.
O, lo que es peor, reeditar el artilugio de Germán Kammerath, aquel que prefieren olvidar peronistas y cambiemitas en Córdoba para no agitar el pasado, pero al que ven como un fantasma que vuelve de manera reiterada. ¿En serio Juez empuja a su novel socio con la tentación de la doble candidatura? De Loredo, el hombre que transpira institucionalidad, ¿se someterá al cuestionamiento de una sociedad crítica de cualquiera de estas prácticas del kirchnerismo?
Resulta que ahora el radicalismo y buena parte de Juntos critica o prefiere caer en la vinculación de Riutort, el kirchnerismo y el favor que significaría para Llaryora el bloqueo a De Loredo. Maniobras que, si tuvieran como protagonista a un referente K en la búsqueda de una doble candidatura serían una catástrofe institucional.
No alcanza con despotricar en pos de la institucionalidad y la defensa de los valores republicanos. Es necesario practicarlos, no predicarlos. Con una alta responsabilidad del peronismo cordobés que no discutió la chance de un cronograma fijo o una instancia de segunda vuelta que otorgue una legitimidad necesaria a quien asuma, pedir que la oposición no vea únicamente la falta de institucionalidad o escasez de reglas claras en el ojo ajeno parece utópico. Es cierto.
Como también resulta importante preguntar qué pasaría si la doble candidatura la impulsara el propio Llaryora o el gobernador Juan Schiaretti.
La campaña, como dijo Alfil la semana pasada, arrancó por el Concejo. La primera disputa comienza ahí y lo que vendrá, además de una catarata de previsibles memes, será la pelea por el relato. El llaryorismo despegándose de cualquier link directo con el Frente de Todos; la oposición haciendo hasta lo imposible para empujar ese fotomontaje. Desde lejos, Vigo observará la reacción de los propios y Riutort volverá a frotarse las manos por este impensado renacer en otoño.