Política económica líquida

El Central sigue vendiendo reservas casi al ritmo que entran para mantener vivo ese esquema ponzi de tipo de cambio atrasado.

Por Javier Boher

@cacoboher

Zygmunt Bauman ganó notoriedad con su desarrollo sobre la modernidad líquida. El concepto está destinado a explicar de qué manera en la sociedad contemporánea se desintegraron los pilares sólidos de la sociedad tradicional.

No vamos a usar el concepto en esta nota, pero sí esa metáfora de lo líquido y lo sólido, al punto de que podríamos decir que estamos en un momento de algo que podríamos llamar “política económica líquida”. No hay un indicio de solidez en ninguna dimensión de la vida económica del país.

Revisar los diarios en busca de tema es estresante. Sacando el relleno que busca clicks a partir de cualquier suceso menor ocurrido en el mundo, las notas se reparten en dos grandes universos. Por un lado tenemos los diagnósticos tremendos y apocalípticos sobre el estado de la vida en Argentina, mientras que del otro tenemos las gacetillas del gobierno transformadas en supuestos artículos periodísticos.

Aunque las pálidas nos deprimen, están más cerca de la realidad que las infinitas loas al superministro de economía, Sergio Massa, presentado incluso hoy como el hombre más capaz del gobierno nacional. Se pueden pasar por alto esas noticias, pero de vez en cuando hay que tomarse el tiempo para desarmarlas.

Anteayer fue título central en los medios que el ministro había conseguido financiamento del BID por 235 millones de dólares, en notas ilustradas con una foto del ministro sonriente, con esa mueca particular con la que estira más una comisura que la otra y denota que su alegría es impostada.

Ese dinero se repartirá en tres programas, el de Fortalecimiento de los Servicios de Sanidad Agropecuaria y del Manejo Sustentable de los Recursos Marítimos (por US$125 millones), el de Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos (US$70 millones) y el de de Apoyo a pequeños productores Vitivinícolas (US$ 40 millones).

Como todo debe ponerse siempre en contexto, el gasto que realiza la ciudad de Córdoba para disponer de la basura es de US$500 millones anuales, unas siete veces el monto conseguido por Massa para el programa de residuos sólidos urbanos. En el reciente anuncio de implementación de “dólar malbec” se mencionó también la habilitación de una línea de créditos por US$50 millones, más que lo que ingresaría ahora por el acuerdo con el BID. Sólo se salva el de sanidad agropecuaria si lo comparamos con el presupuesto del Senasa, que ronda los 70 millones de dólares.

Ayer también se le dio mucha importancia al préstamo que mandó el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), que concretó un desembolso de US$ 395 millones destinados a fortalecer las reservas internacionales. Lo mismo pasó con el crédito que otorgó el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), que aportó US$ 285,4 millones para fortalecer las reservas.

Sin embargo, todo ese dinero no parece ayudar a fortalecer esa política económica líquida que desarrolla el gobierno. No importa cuántos dólares entren, el chorro de billetes verdes se escurre rápidamente como por un resumidero, porque el Banco Central no puede evitar vender reservas para mantener el tipo de cambio artificialmente bajo.
Pese a la fanfarria con la que se anunciaron los desembolsos, ayer mismo el Central vendió US$261, más que lo que mandó el BID la semana pasada y casi lo mismo que se anunció ayer mismo a la mañana que enviaba la CAF. La situación es tan delicada que el gobierno vive completamente al día, pagando a medida que va entrando la plata, como en un esquema ponzi que en cualquier momento puede caer fulminado si se cortan esas inyecciones de dólares que después hay que pagar con intereses.

La situación empeora se si amplía el foco. La semana pasada el Central vendió 554 millones de dólares. En lo que va de marzo la autoridad monetaria lleva vendidos unos US$1.136 millones. El déficit de Aerolíneas Argentinas en 2022 fue de 353 millones de dólares, un tercio de lo que el Central vendió en un mes para mantener el tipo de cambio mayorista en un valor ficticio con el que esconder la verdadera miseria de los sueldos de los argentinos. En los dos meses y medio que lleva el año, el BCRA ya acumula un rojo de más de US$2.100 millones.

La política económica líquida es así, es ver cómo se diluyen los pesos, cómo fluyen las reservas, cómo se licua el sueldo. No hay nada sólido más allá de lo que cuestan la comida, la ropa o algunos pequeños gustos que alguien se quiera dar. El gobierno hace agua en su gestión de la economía, mientras la realidad le pega con fuerza a ciudadanos que cada vez se tienen que ajustar más.

Ya no quedan más posibilidades de relanzar la gestión, salvo que lo de lanzar tenga que ver con algo emético. Toda la seriedad del que iba a pagar jubilaciones con los intereses de las leliqs, la determinación del que le declaraba la guerra a la inflación, la firmeza del que venía a controlar a los vivos que suben de más el precio de las cosas o el aplomo del que decía que la inflación de abril iba a tener un tres adelante se van perdiendo en esa política económica que hace agua por todos lados.

Así es la situación, en donde hay que convivir con esos panegíricos relativos al ministro Massa que revuelven el ambiente como para que no se noten las consecuencias de la política económica líquida, mientras la solidez de la crisis nos sigue enfrentando a nuevos desafíos por los que debemos ponernos creativos y duchos en los malabares para poder llegar a fin de mes.