Tragedia sin la mayor recompensa

A la inversa de otros filmes premiados con un Oscar que ofrecen lecciones de vida para quienes corren con alguna desventaja, “The Whale” (La ballena) asume una perspectiva impiadosa para fisgonear a un sujeto con obesidad mórbida, papel que le deparó un premio a Brendan Fraser.

J.C. Maraddón

A mediados del siglo pasado, en las épocas gloriosas de Hollywood, más allá de todos los contratiempos que padecieran los protagonistas de un largometraje, se imponían los finales felices, como una especie de marca de fábrica que tranquilizaba a los espectadores y apaciguaba todas las tensiones generadas por la trama. Además, les transmiten extremas esperanzas: tal como les ocurría a los personajes de ficción, también para la gente común podía cambiar la suerte y, así como hoy sufrían por las circunstancias aciagas, de la misma manera en el futuro podían llegar a revertir ese destino nefasto y trocarlo por una vida repleta de bienaventuranza.

Y aunque esa fórmula tuvo su contrapartida y se vio acechada por filmes que no aseguraban ninguna redención para los perdedores, las audiencias masivas experimentaban una notoria incomodidad ante esas resoluciones argumentales y casi siempre preferían un epílogo reconfortante. Los departamentos de marketing de las compañías productoras no dejaban de tomar nota de este fenómeno y recomendaban cerrar los relatos de forma amena, al punto que hasta el día de hoy si una cinta no sigue esa receta suele ser calificada como cine arte, negro, independiente, de autor o alternativo, categorías que constituyen un premio y un castigo en simultáneo para quienes pretenden al menos recuperar lo invertido.

Tan arraigada está esa costumbre, que allá por los años noventa se empezó a intentar el traslado de esos imperativos de felicidad a la realidad cotidiana mediante técnicas que en algunos casos mezclaban enseñanzas de las culturas orientales con simples frases motivadoras. Justo cuando la economía mundial expulsaba masas de trabajadores fuera de sus fuentes laborales, salieron a luz estos gurúes que promovían la superación personal y que se atrevían a prometer el éxito seguro a quienes entraban en su juego, pese a que las condiciones estaban dadas para un rotundo fracaso.

Aquel discurso que hace 30 años funcionó como una especie de panacea emocional, sigue presente en la actualidad cuando se habla de personas que, por ejemplo, poseen algún tipo de discapacidad o que transitan por una situación económica calamitosa. En una sociedad triunfalista que solo reconoce al que sobresale por encima de los demás a cualquier costa, suena bastante cínico que se inculque un pensamiento tan ilusorio en quienes corren con alguna desventaja y por eso mismo sufren una discriminación generalizada, inclusive por parte de aquellos mismos que les recomiendan no dejarse vencer por la adversidad y les insuflan expectativas desmesuradas.

A la inversa de otros filmes premiados con un Oscar que se presentan como lecciones de vida, “The Whale” (La ballena) asume una perspectiva impiadosa del sujeto cuya cotidianidad fisgonea. Afectado por una obesidad mórbida cuyo origen descubriremos de a poco, el profesor Charlie sobrevive a duras penas gracias a la ayuda que le presta su amiga Liz (Hong Chau). Perdida en el camino de su desdicha la dignidad que merece cualquier ser humano, transita una angustia existencial a la que ni siquiera el más locuaz de los expositores de una charla TEDx podría hacerle frente.

Como ganador del premio de la Academia a la mejor actuación masculina, Brendan Fraser podría ser otro más de la larga galería de estrellas que se lleva la estatuilla por interpretar a un minusválido. Y “The Whale” encajaría en la extensa lista de títulos que deformaron la anatomía de alguien mediante trucos de maquillaje y resultaron distinguidos en ese rubro. Sin embargo, como su obra abruma por la abundancia de pasajes escatológicos y el realismo de esa tragedia sin solución, no había forma de que el director Darren Aronofsky obtuviese una recompensa mayor para esta puesta teatral filmada bajo una oscuridad asfixiante.