Por Javier Boher
@cacoboher
Cada vez que uno abre un diario o revisa las noticias se encuentra -además de las publinotas elogiando la muñeca económica del superministro Massa- con alguna nueva estimación sobre la merma en la producción estimada para el campo. La sequía, las sucesivas olas de calor y las heladas (tardías y tempranas) están haciendo estragos.
La producción está en riesgo en todos lados. No se trata solamente del “yuyo” de la soja, del maíz o del trigo (que es de invierno pero no está al margen de estos problemas), sino también de los forrajes -que impactan en carne y leche-, de las frutas y verduras, del girasol, el maní, la yerba, el tabaco o la industria forestal. No hay productor rural que no esté atravesando un mal año producto de la tercera sequía consecutiva, sin reserva de humedad en el suelo.
Hay estimaciones sobre unas 50 millones de toneladas perdidas en los tres cultivos principales, con pérdidas económicas que alcanzarían al 3% del PBI. Hay que retroceder dos décadas para encontrar números tan malos en algunos cultivos, con subas en el precio que no alcanzan a compensar la pérdida en la producción.
Buena parte de los productores está atada a las decisiones políticas que se toman en los espacios de gobierno, negociando permanentemente con los representantes del campo. Pocos están conformes con el rumbo que han tomado las cosas, donde la letra chica con la que se define si es una emergencia o un desastre agropecuario deja afuera a muchos productores que -aunque no lleguen a los parámetros que marca la ley- están al borde del colapso por la situación.
Según la últia estimación de la Bolsa de Comercio de Rosario, solamente los dueños del campo que produjeron soja o maíz van a salvar los costos. Todos los que alquilan la tierra van a perder la plata y van a quedar complicados para hacerle frente a los pagos de las obligaciones contraídas.
Hace pocas semanas Federación Agraria Argentina (FAA) convocó a una asamblea de productores para discutir el tema. Los representantes de la mesa de enlace estuvieron presentes y se aguantaron la bronca y el enojo de los allí presentes, que remarcaron especialmente la faceta política de los titulares de las entidades, prestando la cara para blanquear los anuncios insuficientes del gobierno. Con razón, los señalaron como herramientas para que el gobierno salve la comunicación con la que encubre su inutilidad.
En ese contexto fue que el titular de FAA, Carlos Achetoni, reaccionó con la sangre que no tiene un político. Enojado por las acusaciones, aseguró que el gobierno no estaba cumpliendo y que les daba hasta el lunes después de Expoagro para que se implementen los anuncios. El plazo venció ayer y Achetoni debe haber estado apantallándose abajo de un ventilador, porque ni noticias del paro.
La guapeada le salió de adentro para tranquilizar a las fieras, pero la idea de que una entidad de representación gremial debe tolerar los plazos de un gobierno que solamente gana tiempo con anuncios es infantil. Federación Agraria siempre se jactó de ser la más combativa, pero parece ser que el mote de la más kirchnerista también le calza: su indulgencia para con el gobierno es pasmosa.
A esta altura ya nadie puede dudar del peso que tiene el campo en la vida de los argentinos. Es la verdadera fábrica de dólares que tiene todo funcionando. Quizás su problema ha sido la incapacidad de influir en política o -yendo un poco más allá- hasta cierta falta de voluntad para hacerlo. Si en este contexto tan desfavorable el campo no puede conseguir una dirigencia que defienda sus derechos, ¿cuándo se supone que va a aparecer?.
Sea por renovación generacional o por el proceso de crisis de representación que vive todo el país en distintos ámbitos, el sector rural no logra convertir el enojo del que tiene los pies en el campo en una acción política concreta para condicionar al gobierno. Sin el campo no hay mesa de los argentinos, no hay planes sociales, no hay moratorias jubilatorias, no hay industrias ni empresas públicas subsidiadas, no hay nada, pero nadie parece darse cuenta de eso.
En Rebelión en la Granja hay un personaje que siempre pone el lomo para el bienestar del colectivo. Es el caballo Bóxer, que trabaja fuertemente para que la Granja Animal avance. Trabaja hasta morir exhausto, sin nunca rebelarse contra los nuevos amos, los cerdos. Eso parece hacer el campo, trabajar y producir -por la urgencia de tener que pagar las cuentas- sin nunca reclamarle efectivamente a los dirigentes, sean partidarios o de las organizaciones rurales.
Seguramente Achetoni busque alguna forma de salir de la encerrona en la que se metió, poniendo plazos al gobierno y prometiendo a productores perjudicados por la sequía que se iban a realizar asambleas para definir un paro y una movilización a Buenos Aires. Jugará con las palabras o se las ingeniará de alguna otra forma, porque el hombre tiene su veta política.
Sin embargo, para el campo la cosa terminará como dice la frase que sirve de título a esta nota, como le pasa a cualquiera. Son los únicos que tienen la llave para mejorar su situación y el reconocimiento que la política haga de la misma. Si no hacen algo para defender sus intereses y transformar su realidad, lo único que les va quedar como opción es llorar en el campito. Si tienen algo de suerte quizás todavía sea de ellos.