Por Víctor Ramés
cordobers@gmail.com

Las últimas noticias sobre el padre Carlos Gervasoni en su relación a la vida cordobesa tuvieron lugar veinte años después de las cartas a través de las cuales fue posible asomarse a sus primeras experiencias sudamericanas. Se refieren a su rol decisivo en dos aspectos de la máxima importancia cultural y educativa de la región, a mediados del siglo XVIII. Fue él, en primer lugar, quien debió iniciar gestiones en Madrid para obtener la autorización real para la compra de la primera imprenta jesuítica que existió en Córdoba, o, para mayor amplitud, en todo el Tucumán, Buenos Aires y Paraguay. Su celo también se expresó mediante la adquisición en Italia de todos los elementos necesarios para armar dicha prensa. Y su gestión fue significativa asimismo en el acrecentamiento de la biblioteca jesuítica concentrada en el colegio de Córdoba. Estos encargos fueron cumplidos por Gervasoni en el viejo continente, ignorando que no regresaría a las misiones de América.
Hasta ahora sus cartas habían referido los primeros tiempos de su llegada a Buenos Aires y su asentamiento en Córdoba, los que fueron seguidos por otros períodos activos de su vida en distintas comisiones en que la orden aprovechó sus dotes. Durante veinte años tuvo múltiples ocupaciones referidas a la formación de los jóvenes jesuitas, como él mismo le contaba a su madre por carta, en 1730. También ejerció su ministerio en tanto confesor, predicador, dando asistencia a presos y moribundos, entre otras responsabilidades. El jesuita de Rímini pasó varios años enseñando moral, fue rector entre 1744 y 1747 del Colegio de San Miguel de Tucumán, según informa Guido Bartolucci en una obra varias veces citada en estas páginas. Y se desempeñó luego como ecónomo de la Provincia del Paraguay, entre 1748 y 1750. En diciembre de 1750 fue electo procurador de la Provincia del Paraguay ante las cortes de Roma y de Madrid, responsabilidad compartida con el padre español Pedro de Arroyo. Dos años más tarde ambos jesuitas se hallaban en España, cumpliendo sus objetivos. El padre Arroyo falleció muy pronto, en abril de 1753. Recayó en Gervasoni varias de las tareas que les habían sido encomendadas a ambos, permaneciendo en Madrid por tres años más. Pero en febrero de 1756 fue expulsado de España debido a su fuerte oposición, en nombre de la orden, al Tratado de Madrid. Desde entonces se radicó en Génova donde, en medio de esos acontecimientos fuertes, tres lustros antes de la traumática expulsión de todos los miembros de la orden jesuítica de América en 1767, Gervasoni cumplió tareas fundamentales para el avance intelectual de la Compañía en la Provincia del Paraguay.
En 1750, año del nombramiento como procuradores del padre Gervasoni (y el padre Arroyo), una congregación provincial, con el impulso específico de las autoridades del Colegio Monserrat y de la Universidad, decidió pedir autorización para adquirir una imprenta. Gervasoni y Arroyo serían los encargados de obtener el permiso para la consecución del importante plan. Ambos procuradores se reunieron en Roma en 1752 con el General de la Compañía de Jesús, el padre Vizconti, quien debía dar su aval para la adquisición de la imprenta cordobesa. De allí el trámite se debía continuar directamente ante el rey. Fue entonces que conspiraron contra esa tarea la repentina muerte de Arroyo y la creciente antipatía de la corte para con la posición política sostenida por Gervasoni. Estos datos se hallan expuestos en el excelente trabajo de Gustavo Cremonini y Daniel Enrique Silvermann, con la colaboración de Marina Garone Gravier, Brevis vita typographica: la imprenta jesuita del Colegio de Monserrat en Córdoba, Argentina (2016).
Para darle continuidad a la tramitación de la Real Licencia se designó al “procurador por la Provincia Jesuítica de Chile, Padre Luis Camaño, quien arribó a Madrid en 1756”. Entretanto, en Italia, Gervasoni no dejó de lado el encargo de conseguir una imprenta en Génova, y su desempeño en ese sentido dio buenos frutos, según se lee en una mención suya que data de mayo de 1758 -citada por Sergio Rodríguez en su tesis Primeros libros impresos en Argentina Laudationes Quinque-, donde el jesuita italiano anotaba: «Cuentas: Colegio Máximo de Córdoba entregué 2903 pesos 3 reales. Se le debe todo un juego de la imprenta que va con 17 cajones que no contienen otra cosa… y restan que comprar, que mucho encarga, papel para la imprenta…». Esa fue la prensa que, llegada en 1764 e instalada en el Colegio Monserrat, rindió frutos inmensos por muy pocos años, hasta la expulsión de la orden.
Con respecto al papel del padre Gervasoni en la provisión de libros para el Colegio de Córdoba, ese fue otro de los encargos que llevaron consigo a Europa él y el padre Arroyo. Debían adquirir aquellas obras de importancia que encontrasen en algunos puertos de su viaje y en diversas bibliotecas de Europa, a partir de lo cual había que seguir un estricto protocolo para obtener su autorización por la inquisición y para concretar su embarque. Cádiz era el único puerto español autorizado para el envío. La compra de los libros fue realizada efectivamente por ambos jesuitas, pero la situación ya mencionada -el fallecimiento de Arroyo y el exilio en Génova de Gervasoni- hizo que no quedase ya en sus manos el engorroso trámite de embarque. No obstante, sin participación personal de ellos, el envío se cumplió en 1755, según se recoge del estudio de Fabián R. Vega «Que se han de embarcar para la provincia del Paraguay». Procuradores jesuitas y circulación de libros en el Río de la Plata, mediados del siglo XVIII (2021). El autor refiere que los libros fueron enviados en una nave que partió del puerto de Cádiz “en abril de 1755 y arribó a Montevideo en julio. La carga debió ser dejada en esta ciudad y trasladada paulatinamente a Buenos Aires en canoas”, tras lo cual fue en su totalidad traída al colegio de Córdoba en carretas de bueyes.
Carlos Gervasoni falleció en Génova en 1773.