Apenas hay cinco empresas argentinas entre las 100 mayores multinacionales latinoamericanas (multilatinas); listado en el que hay 30 mexicanas (incluyendo siete de las diez mayores), 29 brasileñas, 21 chilenas y 10 colombianas. Lo que se vincula con que, mientras al inicio del corriente siglo el stock de inversión extranjera de empresas argentinas fuera de su territorio rondaba 0,3% del total mundial, hoy solo llega al 0,1%.
Los datos se desprenden de un trabajo del experto en comercio internacional Marcelo Elizondo, director de la consultora DNI, quien aclara que pese a que suelen analizarse a los flujos de inversión extranjera solamente desde la perspectiva receptiva, la inversión externa emisiva es relevante en tanto explica la participación en cadenas de valor internacionales de una economía. La argentina es bajísima.
Mientras, como contracara, se observa el también muy menor stock de inversión extranjera directa hundida en el país (receptiva): menos de 100.000 millones de dólares el importe es -en términos absolutos- muy inferior al de México y Brasil (casi sextuplican a Argentina), y también menor al de Colombia (más que duplica al de la Argentina), Chile (casi nos duplica) y hasta Perú (casi un cuarto mayor al de la Argentina).
Lo que se vincula con la escasa cantidad de empresas argentinas que logran exportaciones significativas: solo 11 empresas argentinas exportaron en el último registro anual más de 1.000 millones de dólares (y apenas 60 más de 100 millones). La cantidad de empresas registradas como exportadoras cayó en 15 años de unas 14.500 a unas 9.500.
Para Elizondo una de las razones es la desconexión sistémica: la economía mundial integra eslabones en arquitecturas vinculares regulares en las que se conjugan inversión, generación de conocimiento estratégico compartido, financiamiento productivo, intercambio de servicios y comercio de bienes. La participación internacional de una economía no se produce a través de “productos” sino de la interrelación de empresas en mecanismos múltiples de relacionamiento.
Si se mide la participación de las exportaciones argentinas en cadenas de valor extrarregionales, aquella es menor que en Brasil, Bolivia, Chile, Perú, Ecuador, Venezuela, Colombia y Panamá. Y en las regionales la situación no es mucho mejor.
Otro factor es la escasez de acuerdos comerciales internacionales. Según la OMC, ya el 70% de todo el comercio internacional planetario ocurre entre países/mercados que han acordado entre sí reducciones arancelarias.
“La Argentina apenas ha exportado en los últimos años alrededor de 0,3% del total mundial (el porcentaje era el doble hace 50 años). Y en 2022 alcanzará un récord de ventas externas (casi 90.000 millones) pero la gran razón para ello son los precios (el índice de precios crece casi 20% en relación al año anterior, frente al de cantidades que no ha mejorado interanualmente en relación a 2021). Por lo que recuperar terreno internacional, por ende, no dependerá solo de algunos ajustes internos”, señala el experto.
Agrega que la Argentina solo ingresa a mercados con preferencias arancelarias con 26% (21.472 millones de dólares, de un total de 82.293 millones de dólares en los medidos 11 meses de 2022) de sus exportaciones de bienes. Y si a ello se suman los servicios, el porcentaje de comercio dentro de pactos preferenciales se reduce a 22%. “La Argentina apenas se beneficia de preferencias arancelarias del comercio de bienes relevantes en el Mercosur y en algunos socios regionales con preferencias especiales”, añade.
Para Elizondo, a este esquema se suma que las exportaciones argentinas salen al mundo con un sobrecosto “exterior” que puede estimarse en más de un tercios por encima del de sus competidores. Las razones las resume en: paga una carga arancelaria de ingreso a mercados sustancialmente mayor; afronta un mayor arancel de acceso a (importaciones de) insumos y bienes de capital para la producción; acarrea un costo de adaptación por exigencias de calidad en el ingreso a mercados por regulaciones no arancelarias; exporta numerosos productos desde fuera de cadenas globales de valor por menor partipación en ellas (lo que supone un sobrecosto sistémico) y recibe menos inversión extranjera por la exclusión de esos sistemas vinculativos.