Jóvenes en las elecciones

Con algunos nombres de posibles aspirantes a la presidencia, nunca hay que perder de vista el rol de la juventud que identificaba José Ingenieros.

Por Javier Boher

@cacoboher

Va pasando el tiempo y las elecciones se acercan. Todavía falta mucho tiempo, pero no faltan candidatos ni aspirantes. Quizás los primeros son muchos menos que los segundos, pero están dando vueltas por ahí, esperando el momento para lanzarse oficialmente.

Después del discurso de apertura de sesiones en la legislatura, Juan Schiaretti parece casi decidido a tener protagonismo en la próxima elección. Quizás el trajín de una campaña sea demasiado para su edad y su salud, pero ganas no le deben faltar. Su candidatura ordenaría el juego en los niveles más bajos y evitaría internas y dispersión, la que sí evidencia la oposición.

“La vejez inequívoca es la que pone más arrugas en el espíritu que en la frente; la juventud es un don de vida intensa, expresiva y optimista. Muchos adolescentes no lo tienen y algunos viejos desbordan de él”, afirma José Ingenieros, el mismo que decía que esperaba tener la dicha de morir antes de envejecer.

Por eso la juventud de un candidato no puede medirse exclusivamente en términos cronológicos, aunque los jóvenes se sienten más atraídos a personas de menor edad, más cercanos a ellos: aunque se lleven bien con sus abuelos, son más propensos a votar a sus padres.

Por eso es que hace un tiempo se viene observando un cambio en el perfil de los candidatos. Macri y Alberto Fernández no son jóvenes, pero ciertamente no se parecen a Lavagna. Massa es un candidato joven, pero menos hoy que en 2015, lógicamente.

Ahora parece que se han sumado nuevos nombres en el Frente de Todos, que pretenden competir por la presidencia. Es casi un hecho que Alberto Fernández no puede presentarse a una reelección, aunque debería. El riesgo, tanto si no se presenta como si pierde, es vaciarse de poder -incluso peor- como le pasó a Macri en 2019.

Ahí aparece el gran problema de la interna del oficialismo, que debe contener a toda la tropa sabiendo que el verticalismo y el dedo de Cristina hoy están un poco golpeados.

Wado De Pedro y Juan Grabois ya suenan como anotados a una primaria. El primero se ha expresado en términso esquivos, poniendo por delante su gestión. Como ministro del Interior ha tenido mucho contacto con los gobernadores, lo que lo convierte en un buen candidato “del partido” para encabezar la boleta. Su mayor problema es su bajo nivel de conocimiento, no porque no pueda hacerse conocido, sino porque le costaría ser un candidato que pueda hablar con naturalidad, condición fundamental para que la gente apoye.

Grabois fue más explícito. Aseguró que será el candidato si no hay alguien de su generación. El piquetero de buena sintonía con el Papa (que lanzó sus críticas solapadas a la gestión de Massa, viendo que su influencia en el gobierno decrece) es uno de los más jóvenes de esa generación: recién este año va a cumplir 40 años, lo que lo deja más de una década por debajo de Kicillof, que roba discursivamente con su juventud pero es apenas tres años menor que Juan Manzur.

Grabois, Kicillof, De Pedro y cualquiera de los “progresistas” que se pueda anotar en esa interna son exactamente la vejez de la que hablaba Ingenieros. No son los que impulsan nuevos ideales, los que intentan cambiar las cosas, sino que son los que gobiernan -quizás no de manera directa- desde hace dos décadas.

En los albores de La Cámpora el discurso era contrahegemónico, pero eso hoy terminó. Son la hegemonía, el pasado, el status quo. Las ideas que defienden están viejas, lo que los vuelve conservadores. Por eso hoy no miden entre los jóvenes y los atemoriza la performance que pueda tener Milei. Si JxC no podía ganarle esa franja, el hecho de que la pierdan a manos de los libertarios puede ser igual de efectiva para la estrategia de la oposición mayoritaria.

Todavía no sabemos quiénes más se pueden sumar, pero la interna del oficialismo ya está levantando temperatura.

PASO y después

Si el oficialismo decidiera concurrir a las PASO en unas internas podrían llegar a obtener algo de lo buscado. Pese a que no existe ley de lemas, el hecho de llevar muchas boletas partidarias, con muchos candidatos a presidente, puede ayudarlos a levantar el piso esperado.

Podrían incluso definir un par de candidatos por edad, tendencia o región (Grabois, De Pedro, Manzur, Massa, Alberto y alguno más) y poner de cabeza de lista de diputados a sus hombres fuertes (la tradicional apuesta de Zamora diputado en Santiago del Estero).

Una vez definidos los resultados de las PASO, el kirchnerismo tendría un ganador de la interna y un gobierno con posibilidades de relanzarse. En mi cabeza la situación sería la de nombrar un gobierno de transición con el segundo de la interna del FdT en la Jefatura de Gabinete. Desde agosto hasta octubre se pueden tomar las decisiones más duras sin un gobierno atribuible específicamente al hoy oficialismo.

Si hay reformas que deben hacerse, la oposición queda en un dilema: apoyar o no hacerlo. De no hacerlo, puede correr el riesgo de tener que tomar todas las medidas si gana, cargando con el costo político. Si no lo hace, avala la postura de victimización de quien esté tratando de hacer un “Gran Acuerdo Nacional” (que yo siempre resisto porque suele ser el intento del peronismo de socializar sus derrotas, pero que hoy sería necesario).

Una PASO oficialista permitiría medir efectivamente cuánto mide el voto ideológico de izquierda que tiene trabadas las reformas económicas que necesita el país, pero podría significar también el paso a la intrascendencia de ese espacio. En las condiciones actuales, plantear los meses post PASO como un período de renegociación del país que se quiere no suena descabellado, aunque sí improbable.

Sin embargo, vale la pena intentarlo, dejando de lado algunos de los enojos del pasado. Ya lo dijo Ingenieros: “El hombre que ha perdido la aptitud de borrar sus odios está viejo, irreparablemente. La vida humana representa, la mayor parte de las veces, una ecuación entre el pasado y el futuro”.