Llaryora quiere votar ya, pero se imponen los tiempos de Schiaretti

El gobernador necesita el primer semestre del 2023 para acomodar o descartar su candidatura nacional. El llaryorismo considera que hoy gana la elección provincial por el desajuste de la oposición y por la irradiación al Gran Córdoba de la gestión en Capital.

Por Bettina Marengo

Si fuera por el intendente Martín Llaryora, las elecciones provinciales serían hoy mismo. Lo entusiasman las encuestas y la oposición en veremos, pero el jefe del proyecto es Juan Schiaretti, y el candidato a gobernador de Hacemos por Córdoba se allanará a sus tiempos.

El mandatario provincial necesita el primer semestre del 2023 para avanzar o descartar su candidatura presidencial, que tiene una instancia previa en las PASO del 13 de agosto. Con muchas provincias despegando y adelantando las elecciones distritales de las nacionales, como hace Córdoba, el plan de Schiaretti es esperar que los gobernadores resuelvan sus reelecciones o sucesiones, y queden liberados para jugar en la presidencial. La autoexclusión de Cristina Kirchner le quitó un punto fijo al panperonismo. Eso, y la economía que no repunta convenció a la mayoría de los mandatarios de asegurarse sus dominios y dejar en segundo plano la suerte nacional, donde no hay candidatos claros ni en el PJ ni en Juntos por el Cambio. Schiaretti no va a participar de unas PASO en el FdT, pero hace rato que especula con un “frente antigrieta” con dirigentes y gobernadores afines, como los de la Región Centro y los que se descuelguen del cristinismo. Con el santafesino Omar Perotti y el entrerriano Gustavo Bordet sin reelección y sin poder garantizar el triunfo de sus sucesores, y con un Sergio Uñac cuestionado judicialmente por su tercera candidatura, en Córdoba muestran el 3% nacional que tiene el jefe del Panal como dato que lo hace “necesario” y desequilibrante.

Va estar todo muy ajustado. El 14 y el 24 de junio próximo vencen los plazos para presentar alianzas y listas para las primarias, fechas que podrían coincidir, adrenalínicamente, con el cierre de campaña y las elecciones cordobesas.

El llaryorismo votaría ya porque se siente solo en la cancha frente a una oposición que, incluso en hipótesis de unidad, considera desabroquelada. En esto de sentirse ganador, dista de la postura más taimada del schiarettismo y el delasotismo, que, a excepción de la incontinencia reciente de Marcos Juárez, suele pregonar que las elecciones se ganan cuando se ganan. En cualquier caso, el optimismo contrasta con la preocupación que producía el humor social de hace unos pocos meses: Hacemos por Córdoba siente que arribó a un valle luego de las crisis del caso González, las muertes de los bebés del Neonatal, el asesinato policial de Blas Correas, y el affaire Ulises Bueno, episodios cuyo impacto en la opinión electoral preocupó al gobierno durante parte del año pasado.

En el entorno del candidato oficialista presumen con un mapeo territorial-electoral muy favorable, y que ningunea efectos adversos de la caída de la re-re de los intendentes y jefes comunales como sería la separación de fechas de votación. “Nadie se aleja de un triunfo”, aseguran con la autoestima a full. Una seguridad que queda relativa frente a las recorridas de contención que encabezó el intendente capitalino en los últimos días y tras el cierre legislativo de la re-re, en Río Segundo, Colón, y el norte provincial.

El mapeo llaryorista comienza en la Capital, que en esta lectura desaparece como un problema electoral para el peronismo, algo que en el Palacio lo adjudican estrictamente a la gestión. El intendente cuenta con el triunfo en la ciudad que gobierna, donde vota el 40% del padrón provincial. Van a abundar las inauguraciones de obras mientras lo permita la ley electoral y seguramente se reflotará la idea de un Luis Juez (la hipótesis es que el senador encabeza lista provincial) “mal administrador y parte del pasado”.

Los números de la Capital irradian al Gran Córdoba y zona Metropolitana, se entusiasman en el Palacio, consecuencia de la gran circulación que se da entre las localidades de Colón, Santa María, Río Primero y Río Segundo, y la Capital. Hasta ahí, pura influencia de la gestión del lord mayor.

La excepción, admiten, podría ser Punilla, pero no por la influencia de Carlos Caserio y su armado peronista (el schiarettismo no le pudo arrebatar el departamento a los Caserio en las internas partidarias) sino por las características poco convencionales de la ciudad más poblada de todo este gran conurbano, Villa Carlos Paz, donde en elecciones provinciales y nacionales arrasa Juntos por el Cambio. Como sea, en Punilla tuvo que intervenir la senadora Alejandra Vigo para organizar el atomizado peronismo de Hacemos por Córdoba, que puede debutar con una derrota ante Juntos por el Cambio en La Falda, ciudad que inaugura el calendario municipal 2023.

“A Llaryora lo aplauden en Alta Gracia por la inauguración del paso altonivel en Villa El Libertador”, ejemplifican cerca del alcalde, en referencia al viaducto que une la autovía ruta 5 con la avenida de Circunvalación, obra que ejecutó la Provincia.

Fuera de ahí, el candidato de HpC cuenta como seguro el departamento San Justo, de donde proviene, y zona de influencia, y prevé acuerdos en Unión y General San Martín, donde tiene juego el villamariense Martín Gill y su estructura de intendentes, y el ahora schiarettista Eduardo Accastello. Al propio Gill, recientemente engordado por la visita de Sergio Massa con anuncios para el sector lácteo, también lo incluyen como parte del armado oficialista, pero en el entorno del ex secretario de Obras Públicas dicen que el dirigente no tiene apuro y que si no hay apertura del PJ “armará algo con los intendentes”. En Unión, los llaryoristas ponen muy en foco la figura del intendente Carlos Briner, radical que gobierna la cabecera Bell Ville, con el que se sabe hay diálogo regular. Briner integra el espacio de otra intendenta PJ friendly como Myrian Prunotto, de Estación Juárez Celman, pero mientras tanto recibió el jueves a Gill en su ciudad para el anuncio del 55° Festival de Peñas.

Recién en el norte y noroeste, el llaryorismo da importancia central a las referencias territoriales y dirigenciales por sobre lo que pueda captar la propia figura del candidato y la ósmosis de Schiaretti. En esa zona hablan, si, de cerrar directamente con los caciques, intendentes y jefes comunales que tienen el poder de arrastrar el voto en sus comunidades. La reciente reunión en El Rodeo, Tulumba, tuvo que ver con eso.

Con la salvedad de Río Cuarto, donde Llaryora trata de “amigo” a su colega Juan Manuel Llamosas de la ciudad homónima, en el Palacio 6 de Julio admite dificultades en el sur provincial, con promesa de frecuente presencia del candidato para subsanar la falta. De la zona reconocen como referencias al intendente Silvio Quiroga, de Villa Huidobro, cabecera de General Roca, y uno de los firmantes del duro documento del FdT provincial cuando anunció la lista propia en 2023, y al radical Osca Saliba, de Huinca Renancó y presidente del Foro de Intendentes radicales.