Por Alejandro Moreno
Rodrigo de Loredo y Luis Juez no acordaron cómo diablos resolver la candidatura a gobernador de Juntos por el Cambio, pero el almuerzo de ayer en la parrilla La Emilia, en la zona del Parque Sarmiento, sirvió para sostener las diferencias dentro de la diplomacia (una regla de supervivencia que los aliancistas no deben perder), y concluyendo que conviene demorar las definiciones mientras el peronismo esconda el calendario electoral del 2023.
Los dos aspirantes a la máxima candidatura en juego por la oposición llegaron a la parrilla acompañados, uno por Marcos Ferrer, y el otro por Walter Nostrala y Daniel Juez. Pidieron costilla, cuadril, una ensalada de rúcula, y se sirvieron vino, al que atentaron mezclándolo con soda y hielo. Al final, un postre de zapallo, para endulzar.
La conversación comenzó por lo más simple de tratar. Los contertulios exhibieron un gran optimismo respecto de las chances de la alianza en las elecciones de este año. Intercambiaron datos y diagnósticos que los llevaron a coincidir que el escenario político es casi inédito en los últimos veinticinco años (Juez podría alegar que en el 2007, bien cerca quedó de ganar), lapso en el cual el peronismo no sufrió demasiado para retener la Casa de Gobierno, primero, y el Panal, después.
De Loredo y Juez contaron que sienten en la calle el ánimo de los cordobeses de producir un cambio. En ese momento de la charla podía verse a los candidatos como dos pavos reales desplegando sus plumas. La gente me dice que tiene muchas ganas de votarme, dijo uno, y repitió el otro.
A las declaraciones de bienaventuranzas siguió el juramento de que el candidato será el que pueda garantizar la victoria, con mayores posibilidades. Pura lógica, quizás, pero mucho más que lo ofrecido por Mario Negri y Ramón Mestre en 2019. Al menos, hasta ahora es así.
Los bocados se hicieron más difíciles de digerir cuando De Loredo y Juez trataron el cómo y el cuándo ungir al campeón que enfrentará al peronista Martín Llaryora.
Las encuestas son, en este momento, un vaso medio lleno, o medio vacío, según quién lo quiera interpretar. Juez lleva una pequeña luz de ventaja sobre De Loredo, pero tiene un techo más bajo, por lo que el radical podría, hipotéticamente, superarlo con el paso del tiempo. Por eso, a Juez le convendría que las encuestas vinculantes se hagan dentro de media hora, y a De Loredo le sienta mejor que transcurran unos meses más. Igual, la conclusión fue que mostrarle el juego a Juan Schiaretti no es prudente, y que mientras el gobernador no firme el decreto de convocatoria a elecciones puede esperarse por la definición opositora. Después de todo, Schiaretti tiene algunos plazos legales que respetar, y ya develará ese manoseado misterio.
Pero, ¿cómo definir al candidato? Juez repitió que lo mejor es que lo resuelvan en una mesa los jefes de todos los partidos, con las encuestas a la vista. Una elección interna abierta es permeable, insistió con su tragedia, a las presiones del peronismo. De Loredo reclamó por un reglamento que contemple encuestas vinculantes como primer paso, pero con la condición de que si no surge de ellas una diferencia holgada (de diez puntos), medidos ambos contra Llaryora, se abra la puerta a la interna.
La agenda festivalera los encontrará a los dos recorriendo el interior para cosechar, si no votos, voluntades que el día de mañana se reflejen en las célebres encuestas. A esa faena se dedicarán, siempre que no los interrumpa al diputado y al senador el llamado a sesiones extraordinarias del Congreso de la Nación. Pero habrá más: De Loredo empujará para que el PRO y la Coalición Cívica-ARI firmen el reglamento junto con la Unión Cívica Radical, lo cual pondrá a Juez en la incómoda situación de colocarse dentro o fuera de ese esquema; Alta Gracia es el leading case. Entonces sí, la presión será intensa, como corresponde a la hora fatal.