Re-re y reglamento; cacareo externo y debilidad interna

Hacia adentro, ambos arcos políticos, tanto HpC como JpC, no pudieron concretar sus propósitos antes de fin de año. La institucionalidad se impuso al pragmatismo de la política y aparecen las dudas.

Por Gabriel Silva

El 2022 que comienza a jugar el tiempo de descuento se va sin grandes confirmaciones para Hacemos por Córdoba ni para Juntos por el Cambio que sirvan para entender de manera más clara por dónde pasará el 2023 electoral que arranca en horas. Es decir, tanto el oficialismo como el arco opositor perdieron el último semestre con el famoso “antes o después del Mundial” y la fiesta en Qatar no solo terminó con un festejo que los dejó mirando desde afuera, sino que encima no sirvió como punto de partida para la configuración del GPS.

Lo que deja en evidencia además el empecinamiento de ambos sectores por la comodidad que sienten a la hora de hablar de las grietas ajenas evitando abordar las fisuras propias. De ahí se explica cómo el PJ estuvo enfocado en el último tiempo en tratar de romper o limar a la sociedad que integran radicales, juecistas, el PRO y la Coalición Cívica –además de los socios minoritarios-; mientras que la sucursal cordobesa de la oposición nacional cierra el año forzando fotos. Mandando mensajes subliminales, impersonales e impostando sonrisas en fotos de ocasión que poco se condicen con lo que pensaban –y sobre todo decían- unos de otros solo un par de años atrás.

En el peronismo no hay dudas que la caída del debate por la re-re resquebraja la relación política entre la Provincia y los municipios. Tanto en el PJ como con los radicales que fueron aliados territoriales del Panal en cada uno de sus distritos a lo largo de estas dos décadas. Así, los intendentes cerrarán el año con un brindis que se parece y mucho a un mal trago por la soltada de mano de un peronismo que siempre les dio respuestas y que ahora, enfrascado en la institucionalidad como la bandera que trata de izar el gobernador Juan Schiaretti en su difícil aventura nacional, los dejó de lado. “Manoseados” como reiteran en un discurso sin grieta Juntos y el kirchnerismo.

De todas maneras, y a pesar de que Luis Juez se frotó las manos cuando les envió un mensaje a los intendentes a través de Oscar Saliba el martes pasado, los jefes comunales radicales saben que a sus referentes en la Legislatura les faltó coraje para impulsar el debate. Masticando bronca reiteran que los miraron desde un ombliguismo capitalino y no terminan de ver la oferta de la coalición. Menos aun cuando observan que la disputa entre Juez y Rodrigo de Loredo puede tener un impacto de candidatos plantados por todos lados en localidades que hace años controlan ellos.

Ni la propuesta llaryorista, como así tampoco la receta juecista del “van a tener un lugar en mi gobierno”, los termina de convencer. Saben que no es lo mismo el control absoluto del joystick en sus pueblos que compartir la botonera perdidos en la secretaría o en la dirección de algún ministerio.

La incertidumbre peronista es similar. O peor. En el interior se quedaron con las ganas de una jugada de Martín Llaryora en modo candidato y no como un par de ellos. Necesitaban las agallas de un futuro gobernador; no de un heredero que, por ahora, espera que le presten la lapicera.

Desde una perspectiva pura e institucional, a lo mejor llegó el tiempo de que muchos caciques en el interior se busquen un trabajo por fuera del Estado. Ahora, desde la óptica pragmática de la política, la sensación que sobrevuela en el interior es que a muchos les faltó muñeca. Algunos por veteranía, otros por obediencia, muchos por estar inmersos en una incertidumbre y una desconfianza con las que se están acostumbrando a convivir.