Por Felipe Osman
Los largos meses que separan a la gestión municipal de la próxima elección serán capitalizados al máximo por el Suoem, que ya avisó, apretará sin pausa librando la última gran cruzada que queda por librar a Rubén Daniele durante el mandato de Martín Llaryora al frente del Palacio 6 de Julio: el pase de monotributistas y becarios al status de contratados, primer peldaño en la carrera hacía la estabilidad plena de la planta permanente.
Las excusas en el camino -lo saben en la gestión- serán de toca clase y color. Deficiencias en las liquidaciones, falta de insumos, falta de personal y un interminable etcétera. Sin embargo, el interés primordial, y casi excluyente de la conducción del Suoem es conseguir la estabilidad para los becarios y monotributistas designados desde la llegada del PJ al municipio.
No hay una explicación única para este interés. Alcanzar este propósito es vital para el sindicato por múltiples razones.
En primer lugar, porque nadie duda de que una enorme porción de estos becarios y monotributistas no llegaron a tales por casualidades del destino, sino que tienen estrechos vínculos, generalmente de parentesco, con delegados y empleados del Suoem. Nadie debería sorprenderse de esto. El gremio desde hace décadas organiza “comisiones de padres” para colocar a sus hijos en el Estado Municipal. Y quienes se mantienen en la conducción del sindicato ostentan, como principal capital político, haber conseguido lugares para los allegados de sus afiliados.
Conseguir, entonces, que las becas y monotributos avancen a contratos, para luego alcanzar la planta transitoria y permanente del municipio, es una garantía de estabilidad para los miembros de la conducción, que en los comicios por venir podrán contar con la gratitud de sus beneficiarios.
Pero, además, la consagración de estos agentes como contratados, implica un beneficio adicional para el gremio: aumentar su masa de afiliados. En otro momento, esto podría parecer secundario. En la actualidad, no. El Suoem atraviesa serias dificultades económicas desde el comienzo de la pandemia, cuando a través de la ordenanza de emergencia el Ejecutivo recortó los salarios de los municipales y empezó a pagar conceptos no remunerativos a escala.
Esto implicó una dificultad doble para el gremio, que no solo vio caer los ingresos que recibía por cada afiliado, sino que además vio disminuir su cantidad, ya que cientos de ellos, enojados con el sindicato, decidieron desafiliarse. Los problemas económicos son de tal magnitud que el gremio hasta realizó una asamblea general para conseguir la autorización de sus afiliados para desprenderse de un valioso inmueble en Mar del Plata, habitualmente utilizado como colonia de vacaciones.
Aun así, el pase a contrato de monotributistas no es el único objetivo, sino más bien el objetivo de máxima. En el sindicato también hay preocupación por que el Ejecutivo no dé de baja ninguna beca ni ningún monotributo. Quieren asegurarse de que todos ellos, cuanto menos, sobrevivan hasta la próxima gestión, para sostener un plafón desde el cual condicionar a los próximos moradores del Palacio 6 de Julio, a los que el sindicato siempre percibe como inquilinos de ocasión de algo que en realidad les pertenece.
Otro punto central para elevar la tensión con el Palacio 6 de Julio a presionar con fuerza por la designación de becarios y monotributistas es que, paradójicamente, los empleados municipales no recibieron con buenos ojos la última paritaria, en la que –cláusula gatillo mediante- se los dejó afuera de la inflación, aquel flagelo que castiga a (casi) todos.