Por Felipe Osman
De los rumores que rodean la definición del próximo candidato PJ a la Intendencia, el que cobra más fuerza apunta a que el nombre del delfín no se conocerá hasta febrero del año próximo, cuando la pausa impuesta por el mundial de futbol, las fiestas de fin de año y el receso estival hagan espacio para que la atención del electorado vuelva a posarse en tales menesteres.
Hasta entonces, hay vía libre para trabajar territorialmente y buscar crecer en las mediciones que tanto el Palacio 6 de Julio como el Centro Cívico tendrán en cuenta a la hora de tomar una decisión.
“Para estas cosas, Martín aplica el manual de De La Sota”, explican algunos, apuntando que el intendente prefiere que el partido se beneficie del trabajo de todos los interesados en competir por el puesto a definir de antemano a un candidato, perdiendo el esfuerzo que los demás puedan aportar a la empresa común de que el oficialismo se mantenga el frente del Palacio Municipal.
Aunque los nombres cunden, todos entienden quiénes son los principales destinatarios de la consigna: el secretario de Transporte, Marcelo Rodio, su par de Gobierno, Miguel Siciliano, y el viceintendente, Daniel Passerini.
Ninguno de ellos esconde sus intenciones de ser el continuador de la gestión llaryorista y, poco a poco, empiezan a dejar de lado la inhibición constante que se autoimponían al destacar una y otra vez la importancia de dedicar el cien por ciento de sus energías a la gestión para admitir que también trabajan en posicionarse como sucesores del intendente.
Según apuntan fuentes con llegada a los despachos principales de la Municipalidad, la directiva es trabajar territorialmente para ver quien llega mejor a febrero, aunque habrá además otros aspectos a tener en cuenta.
En primer lugar, el intendente no declinaría su intención de diseñar una lista en la que jugadores propios dominen los primeros ocho o nueve lugares, asegurando al llaryorismo una preeminencia en la boleta municipal y raíces en lugares sumamente expectables para los dirigentes territoriales del peronismo.
En segundo término, el juego libre para ver quien llega mejor posicionado a febrero tendría además otro condicionante: que el Centro Cívico no insista en definir el candidato a suceder a Llaryora. Como se sabe, Héctor Campana ha dicho, en más de una oportunidad, que le gustaría gobernar la ciudad, y Alejandra Vigo no descarta competir por el Palacio 6 de Julio “si el partido se lo pidiera”.
Aun así, la lectura más difundida es que la senadora se mantendrá como un engranaje clave del schiarettismo en la Cámara Alta, mientras solo deja en la marquesina la posibilidad de ir por la Intendencia para mantener a su tropa ordenada en el territorio.
Es más, muchos interpretan del mismo modo el cuasi-lanzamiento que meses atrás hizo el legislador provincial Juan Manuel Cid, mano derecha del intendente. En su momento, el posicionamiento de ambos tuvo el efecto de contener la avalancha de candidaturas que surgían dentro de peronismo. Pero lo cierto es que ninguno de ellos ha declinado expresamente la posibilidad de competir por el Palacio Municipal.
Especial atención hay en torno de viguismo. La primera dama provincial no ha dejado de controlar las estructuras territoriales del PJ Capital y hasta el día de hoy es quien ejerce la contención política de los dirigentes peronistas de la ciudad. Cuando el oficialismo diseñó la boleta con la que Martín Llaryora alcanzó la Intendencia, la mayoría de los concejales salieron de las filas del viguismo, y una pregunta que hoy ronda en los rediles del PJ es qué lugar habrá para el viguismo en la próxima configuración del Concejo Deliberante.
La incógnita sigue flotando en el aire, aunque algunos dan por sentado que la discusión por los espacios en el Legislativo Municipal entre viguistas y llaryoristas empezará bien arriba, e imaginan a un dirigente de estrecha vinculación con la senadora nacional compitiendo por la vice intendencia.