Errores de amateur

Las metidas de pata del presidente y la ministra de trabajo dejan en claro que falta mucho profesionalismo en el Estado.

Por Javier Boher
@cacoboher
Buen día, amigo lector. ¿Cómo lo ha tratado el calor del fin de semana? Yo lo sufro, estimado, lo padezco casi tanto como a los impuestos: un poco es bueno, demasiado es sofocante. Por suerte después llegó el viento, aunque me dejó tierra en la casa como si estuviese con ganas de sembrar soja en la cocina. Todo no se puede, estimado.
Esta semana pudimos ver de nuevo un montón de situaciones en la que el gobierno dejó en claro que son poco más que un puñado de cartas sin seña con la convicción de que son la hembra y los dos sietes (porque macho no parece que pudiera haber ninguno). Ojo, que no tener cartas no quiere decir que no se puede ganar, aunque si o si todo se hace más cuesta arriba.
No le voy a poner a desarmar todo lo que fue el presupuesto y el sainete de Intrusos que se armó después por la Tasa Milei. Hubo política, rosca, acuerdo y se aprobó algo que es un manoseo a la gente y no le toca el traste a la política, más o menos como siempre.
La otra que pasó pegadita al presupuesto fue la de las PASO. Estuvieron más rápidos que el Diego en el tiro libre con el que habilita el gol de Caniggia en el ’94. Los opositores todavía se estaban acusando con la lista de asistencia como si fuesen alumnos peleando la reincorporación con el preceptor cuando llegaron los aliados del gobierno y metieron un proyecto que les calza mejor que el zapatito a Cenicienta.
Hay que reconocerle al gobierno que sigue siendo una máquina de cambiar el punto de la discusión todo el tiempo. No te alcanzaste a sacar una espina del pie que ya te están punzando un riñón. Infatigables, estimado.
Igual, todo eso no es lo verdaderamente importante, sino algo de lo serio. Lo más destacable es que a la semana la cerramos viendo que a cargo de los destinos del país hay gente más amateur que los maxiseniors de la UCFA.
Primero, porque el viernes tempranito arrancamos con el presidente ojos de EPOC diciendo que ni él ni el Canciller (y disculpe que a esto lo repito más que a empanada barata, pero es incomprensible que el muchacho de la dinastía Cafiero todavía se mantenga en algún cargo de relevancia siendo que no ha hecho nada en tres años) estaban al tanto de un acuerdo de cooperación firmado entre el país y la Unión Europea. Es como que lo buscaron en Wikipedia y como no aparecía lo dieron por inexistente.
Menos mal que Cancillería es donde están los profesionales más preparados de la administración pública, con carrera, vocación y todo eso, porque si fuesen como los que están en desarrollo social o en el de género casi que ni sabrían cuál es la bandera argentina. Viendo que se confundieron la de Dinamarca y la de Corea del Sur, un poco se ve como un logro que puedan distinguir la nuestra de las de los países centroamericanos que tienen banderas parecidas a la nuestra.
No le voy a mentir, estimado. Para mí todo el Estado vive de alguna chapa vieja, ganada en el pasado, como esas familias de doble apellido que comen arroz todos los días pero te sacan el árbol genealógico y casi que ya estaban en Córdoba tomando mate cuando llegó Jerónimo Luis. Ahora son todos hijos de primos y no entienden muy bien para qué querían ser funcionarios públicos.
La otra que pasó el viernes fue la de la ministra de trabajo, que se largó a hablar mal de un economista que resultó ser un invento del periodista con el que estaba hablando. Hay un tema de Árbol (una de las bandas que destrozó Gustavo Santaolalla) en la que cantan que «Yo no soy quien para hablar mal de nadie
Pero Osvaldo era un irrespetuoso
Un tremendo hijo de puta
Un ignorante mentiroso
Un avaro y malcriado
Un jodido hinchapelotas
Un estúpido, un tarado
Un sorete mal cagado
Drogadicto y buchón».
Algo así dijo la ministra cuando le preguntaron por «Fortunato Secco», el economista ficticio al que defenestró por liberal. Terminó como el giro de la canción, que después de una ristra de insultos más larga que la citada dice que «Menos mal que no lo conocí
Agradezco nunca haberlo visto
Ni haberme cruzado con él
Ni haber oído hablar de él,
Ni de su forma de ser».
Clarísimo, Kelly. En lugar de decir que no lo conocía se largó a insultarlo, tal como en la canción, sin saber quién era o no siquiera haberlo sentido nombrar. Muy profesionales esas ministras que nombró el presi, ahora que se agarren todos porque sí se viene el albertismo…
Ojo, estimado, que no todo es culpa de la señora (a la que el ministerio le queda más grande que a Máximo la ropa que usaba hace unos años). No voy a nombrar al periodista, porque me dijeron que no hay que hacerlo (me voy a limitar a decirle que rima con tongo y tiene algo de bardo) pero permítame decirle que esa trampa que le tendió a la ministra no es gratis. Ningún periodista rompe esos mínimos códigos de etiqueta como no hacer quedar al entrevistado como un subnormal.
Para mí (y ojo, que yo erro más que lo que acierto, como Cristina eligiendo candidatos) esto es volver a limar a un presidente que ya está como la tapa de cilindros de un Fiat 128, que la han limado tanto que ya no se la puede cepillar más. Yo diría que es por haber tratado de hacerse el independiente nombrando a esas señoras, pero son elucubraciones mías. ¿Quién gana con eso? Yo diría que el tigrense taimado, que tiene a algunos periodistas mejor alineados que a la barrera en un tiro libre en contra en el minuto 90.
Llegamos al final, estimado.
¿Sabe qué es lo más positivo que no espera el futuro? Que para los próximos diez días no hay ninguno con un pronóstico de más de 30°. Menos mal.
Tenga buena semana