Sin la presencia de Martín Gill ni la de Carlos Caserio, el Frente de Todos celebró este sábado un encuentro provincial. La oradora principal fue Gabriela Estévez, y durante el mitin se leyó un documento que buscó condensar el “por qué” y el “para qué” de la reunión.
Más allá de las manifestaciones de apoyo a la vicepresidenta tras el atentado protagonizado por Sabag Montiel y de un refrendamiento de la agenda habitual del kirchnerismo, el pasaje más interesante fue el final, donde el espacio habla de sus intenciones de “fortalecer los procesos políticos de unidad y de organización en cada territorio, con la voluntad de conformar alternativas que nos representen en todas las localidades de Córdoba, bajo la propuesta de construir una expresión común a nivel provincial para las elecciones de 2023”.
No fue algo aislado. Distintos dirigentes del FdT cordobés han empezado, desde hace varios días, a poner otra vez sobre la mesa esta variante electoral, que dividiría el voto peronista empujando a Hacemos por Córdoba a un escenario sumamente adverso: un peronismo fracturado frente a una oposición que, al menos hasta ahora, se muestra unida, y en un contexto nacional más que complejo.
Los grupos que practican el kirchnerismo más ortodoxo, las “tribus k”, desconfían. Están convencidos de que sus dirigentes no piensan en una confrontación con el peronismo cordobés, sino que utilizan la amenaza de lista propia para vencer la resistencia del Centro Cívico a componer, hacia 2023, un espacio que los incluya, abriéndoles las puertas de la renovación que lidera Martín Llaryora.
Al otro lado, los peronistas más puntillosos tienen varias consideraciones que hacer.
En primer lugar, entienden que el armado territorial del que el FdT se precia en Córdoba tiene un peso relativo menor al que acusan sus ideólogos. Con el antecedente de las legislativas del año pasado ponen en duda la capacidad de tracción de los Jefes Comunales y, además, se preguntan cuántos de ellos seguirán siendo tales.
Es que entre los intendentes que se alinean detrás de Martín Gill y de los que responden a Carlos Caserio no son pocos los que necesitan de la re-re para garantizar su continuidad. Si el Centro Cívico decide no avanzar en la modificación de la Ley Orgánica Municipal de la Provincia, ¿cuánto se licuaría el aporte que el FdT podría garantizar al oficialismo?
Son consideraciones que se suman, además, a tantas otras que relativizan la capacidad de los dirigentes locales del FdT para decidir si tendrá o no lista propia el año próximo. En el historial, sigue vivo el recuerdo de 2019, cuando el desenlace, lejos de calibrarse en Córdoba, llegó de manera telefónica desde las oficinas porteñas del Instituto Patria.
Además, también ponen en duda que quienes administran los sellos partidarios que se aúnan detrás del FdT estén dispuestos a perder sus personerías partidarias, que caducarán si en 2023 no aparecen en ninguna boleta, o que quienes tienen alguna libertad de acción y un partido propio en el cual apalancar sus demandas vayan a obedecer mansamente una estrategia conjunta que los perjudique, como podría ser el caso de Compromiso Federal.