Despejar la incógnita para resolver el problema

El futuro judicial de la vicepresidenta es la gran incógnita política para el futuro del país.

Por Javier Boher
@cacoboher

El pedido de condena a Cristina Fernández de Kirchner que realizó el fiscal Luciani alteró el escenario político de cara al 2023. Los análisis y las conjeturas están a la orden del día, porque nadie sabe realmente cómo van a reaccionar los distintos actores políticos e institucionales del país.

Sin ninguna duda Cristina Kirchner ha sido una de las figuras más importantes de la última década, sino la más importante. Todo ha girado en torno a su capacidad de despertar amor y odio, mucho más intensos cuando nos alejamos de la racionalidad de la gente; fanáticos de un lado y otro de la grieta imposibilitados de pensar un mundo más allá de ella.

Por eso ha sido tan relevante el pedido de Luciani. Como ante la muerte inesperada de un ser querido, no resulta simple abrirse a la idea de que el futuro será sin su presencia. Por supuesto que eso no es un hecho consumado, sino al menos una sensación que llega porque todo parece indicar que la voluntad de remover a la vicepresidenta del medio excede a solo una parte pequeña del espectro político. Es una jubilación que le conviene a muchos.

Los tiempos de la Justicia suelen ser un tanto lentos. De allí se deriva que la proscripción que agitan los defensores de Cristina difícilmente se consume en los tiempos que hay hasta las próximas elecciones. Independientemente del discurso del lawfare, ser candidata en estas condiciones debilita su habitual argumento en contra de Macri y sus procesamientos. A partir de su monólogo inclupatorio del martes pasado queda claro que ella acepta no ser trigo limpio, sino tan solo el menos sucio del silo.

Los más acérrimos defensores de la expresidenta tratan de trazar un paralelismo con Perón y el 17 de Octubre, aunque se parecen más a los acólitos que salieron a incendiar iglesias y el Jockey Club entre los años 1953 y 1955, poniendo al país al pie de una guerra civil que se desactivó con el golpe (el que trajo toda otra serie de problemas que se arrastraron por tres décadas).

La idea de un operativo clamor queda prácticamente desactivada, atento a que no puede recibir un baño de legitimidad con una movilización popular en medio del ajuste y con una inflación anual estimada en más del 70%. Para los ultracristinistas no queda otra opción que cerrar filas y tratar de bloquear los intentos del resto del PJ de recuperar el control del partido.

Massa intentará ser el sucesor de Alberto, aunque resulta difícil remontar la debacle que ha sido hasta ahora el gobierno. Haberse probado el traje del kirchnerismo le ha sumado otra mancha a su moteado currículum, lo que puede perjudicarlo aún más en un contexto de descrédito profundo hacia los políticos profesionales.

Por el lado de la oposición hay de todo, entre los que creen que Luciani se quedó corto (con el diputado Sánchez, del PRO neuquino pasándose de tribunero pidiendo una ridícula y exagerada pena de muerte para Cristina) y los que sienten que acá no va a haber condena (caso Pichetto) o que se puede afectar la convivencia democrática (los meretricios diputados de la izquierda clasista que caen en el filoperonismo).

A partir de estas discusiones se empezó a sentir en el aire un tema tabú para la argentina, pero especialmente para el kirchnerismo, el del indulto presidencial. Fue el propio Eugenio Zaffaroni, ex juez de la Corte Suprema y apoyo jurídico para la expresidenta, el que aseguró que el indulto es el camino que le espera a Cristina. A partir de su análisis esa sería la única forma de evitar la proscripción y pacificar el país, aunque un indulto no extingue un delito sino el cumplimiento de su pena, algo que Zaffaroni sabe mejor que los desprevenidos que siguen sus consejos.

El senador Oscar Parrilli, fiel ladero de Cristna, aseguró que aún es muy pronto para hablar de ese escenario, algo bastante cierto: aunque en la opinión pública (incluso en más de la mitad del electorado kirchnerista) Cristina es responsable de la corrupción, sólo la Justicia puede formalizar una condena, que difícilmente se concrete por las diversas estrategias que existen para evitarla.

Otra parte de la biblioteca dice que el indulto, de existir, jamás se podría concretar, porque la corrupción -aunque no textualmente- está entre los supuestos constitucionales para que no se aplique. El antecedente del indulto menemista a los jerarcas del Proceso y a la cabeza de los grupos terroristas vuelve a confirmar que eso puede ser un tanto flexible cuando la justificación es la que esgrimen los que apoyan a la vicepresidenta, el de la pacificación social.

El camino a 2023 va a seguir girando en torno a la figura de Cristina y a su periplo judicial. Es la ficha central sobre la que se deben mover todas las demás en el intento de construir una aspiración presidencial. Tanto a favor como en contra, si el 30% del núcleo duro kirchnerista (que bien podría ser menos, a partir de la derrota del año pasado) se queda sin su principal figura, hay que ver de qué manera elige jugar en la elección.

¿Elegirá Cristina el voto en blanco, como el que acordó Perón con Frondizi?¿Se inclinará por insuflar pasión en el corazón izquierdista de sus fanáticos, como el Perón del último tramo del exilio?¿o apostará por la derechización como el Perón de la Triple A?. Todo permanece como una gran incógnita, una X gigante que representa el 30% y que se debe despejar para resolver el problema del futuro político nacional.