Por Felipe Osman
En el icónico cuento de Hans Christian Andersen, “El rey desnudo”, el escritor danés cuenta la historia de un emperador que, engrupido por embusteros, desfiló desnudo frente a sus súbditos para hacer gala de un traje inexistente que, según el embuste, era invisible para los estúpidos. Conociendo esta supuesta cualidad de las telas, nadie se animaba a advertir que el monarca desfilaba desnudo, hasta que alguien lo hizo.
Frente a la última mutación del oficialismo nacional podría trazarse una parábola, aunque no idéntica, similar.
Bajo el liderazgo de Schiaretti, Córdoba fue en 2019 la única provincia gobernada por el peronismo que no cayó en el ardid planteado por CFK aquel 18 de mayo, anunciando a Alberto Fernández como su ladero en la fórmula presidencial. El mandatario advirtió desde el primer momento la genética trastocada del Frente de Todos, y supo que el poder material estaría desplazado.
Ese experimento, exitoso en su primer test electoral y probadamente fallido en la gestión, se ha ido reformulando permanentemente hasta entrar en la que probablemente sea, por imperio de las circunstancias y la propia responsabilidad, su última mutación, con Sergio Massa concentrando (casi) la totalidad de los resortes de la economía.
La enorme mayoría de los mandatarios peronistas ha vuelto a caer frente a este “rebranding” del oficialismo, pero no Schiaretti.
Si se ajusta el lente hacia la zona centro, que componen Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba, y que representa el núcleo de la producción agrícola del país, se advierte que tanto Gustavo Bordet como Omar Perotti han decidido apostar por la “variante Massa”, mientras Schiaretti descree de un supuesto viraje del oficialismo nacional hacia el sector productivo.
Tras los casi nulos efectos que produjo el anunció de Silvina Batakis de un dólar diferencial para los productores agropecuarios que decidieran exportar su cosecha aportando dólares a las exhaustas arcas del Banco Central, Perotti fue de los primeros en impulsar la llegada de Sergio Massa al gabinete. Y en un movimiento de funcionarios que se produjo por recientes nombramientos del flamante ministro, la presidencia del ente que tiene a cargo el llamado a licitación de la hidrovía del Paraná quedó vacante, y podría terminar en manos de Perotti.
Bordet, por su parte, fue un beneficiario más directo de las designaciones de Massa, que nombró a Juan José Bahillo, flamante ex ministro de Producción, Turismo y Desarrollo Económico de Entre Ríos, al frente de la Secretaría de Agricultura de la Nación.
Ambos mandatarios se mostraron satisfechos con la llegada del tigrense a Economía. No así Schiaretti.
Lejos de esto, el schiarettismo magnifica las distancias que lo separan del Frente de Todos, el bloque Córdoba Federal se prepara para insistir con el traspaso de las empresas de servicios públicos que prestan servicios en CABA y el Conurbano a Capital Federal y Provincia de Buenos Aires, apuntando directamente a Aysa, empresa estatal que controla Malena Galmarini, esposa de Massa, y Schiaretti renueva sus cuestionamientos hablando del “tembladeral que es la patria”.
Múltiples versiones ubican a Schiaretti planeando su desembarco a nivel nacional a través de los medios. Hay quienes aseguran que el gobernador considera que Massa puede generar, en el mejor de los casos, un ordenamiento económico acotado, pero no un reordenamiento político. Entienden que hay una parte del establishment que no está dispuesto a acompañar a Massa, y creen que, aunque pueda haber un repunte de la macroeconomía, no tendrá ni la velocidad ni la magnitud necesarias para abrir una posibilidad al kirchnerismo, bajo ninguna de sus formas, de seguir en el poder.
El tigrense, si quiere atravesar airoso el brete en el que se ha metido para intentar repuntar en las encuestas que le muestran ha perdido gran parte de su capital político, debe fortalecerse en la zona centro del país, adonde se construye un diferencial por fuera del kirchnerismo duro. Para hacerlo se encuentra con dos opositores: El campo, que considera que aún no se tomó ninguna medida en su favor y que sólo se muestra sensible ante la posibilidad de una baja de las retenciones, y Schiaretti, hasta ahora, el defensor del campo.
Tal como en 2019, cuando acertó al desmarcarse del Frente de Todos, el gobernador se mantiene distante, y conserva la posición desde la cual espera construir para el país una alternativa “por arriba de la grieta”.