Silvina Batakis, la que logró el aval de CFK

En medio de una crisis intensa la pareja presidencial demoró más de un día en hablar por teléfono, que era la mínima exigencia para avanzar con el reemplazo de Martín Guzmán en el Ministerio de Economía. Al cierre de esta edición los mercados esperaban definiciones sobre la actividad cambiaria y bancaria.

Por Gabriela Origlia

La pelea patética entre Alberto Fernández y la vicepresidenta que lo eligió para el cargo, Cristina Kirchner, terminó empujando la salida de Martín Guzmán de Economía. Era a quien el Presidente se había abrazado en las últimas semanas. Recién después de las 20 del domingo, hubo un contacto entre la pareja presidencial. Aunque después de las 20 de ayer había sonado Marcos Lavagna como reemplazante de Martín Guzmán en Economía, a las 21:30 a su alrededor decían que no había aceptado. Allí apareció Silvina Batakis, quien era secretaria de Provincias en el Ministerio del Interior y exministra en Buenos Aires, en la gestión de Daniel Scioli.

Con intereses electorales propios en juego, Sergio Massa ganó protagonismo porque llevó alternativas a Olivos. Él mismo pidió el contacto entre Fernández y la Vicepresidenta; hasta anoche Fernández seguía recostado en un mínimo grupo de funcionarios y, en soledad, mantenía la idea de no abrir un contacto con Cristina Kirchner para un mínimo acuerdo. La mediadora para que existiera la comunicación fue Estela de Carlotto. El devenir de los hechos muestra que los protagonistas parecían no tomar nota del nivel de crisis que atraviesa el país.

Si no cambia la dinámica de funcionamiento del Gobierno los cambios durarán nada. El Presidente sostenía que la designación del ministro de Economía sería suya, sin compartirla con la Vicepresidenta. Fernández, en un momento, le habría reprochado a Massa su cercanía con la Vicepresidenta aun cuando hay algunas expresiones públicas que muestran que no piensan lo mismo en temas claves como el acuerdo con el FMI o las tarifas.

Batakis no es una decisión del Presidente es una nueva imposición de Cristina Kirchner. A medida que pasaban las horas la lista de rechazos se hizo larga y la debilidad política se graficaba en que hubiera un país pendiente de una llamada telefónica.

Que la renuncia de Guzmán fuera un sábado encapsuló los coletazos económicos de la crisis; este lunes algo colaborará el feriado en Estados Unidos por el 4 de julio. Ayer los supermercados y centros comerciales tuvieron más clientes que lo habitual. Los pesos queman en la mano.

La política económica que viene en marcha es imposible de seguir si se quiere cumplir con el acuerdo con el FMI; la desaceleración del gasto primario -según cálculos del Ieral de la Fundación Mediterránea- tenía que ser del 88% interanual en mayo a 60% interanual a partir de julio.  Mantener el acuerdo con el FMI es sostener también la pelea con la Vicepresidenta porque implica el ajuste que ella rechaza.

Habrá que ver cómo se ratifica la continuidad de ese consenso con el organismo internacional que, desde el minuto uno, fue leído por el mercado como “liviano”, solo un puente para llegar al 2023. También está pendiente el cierre de la refinanciación con el Club de París, a donde el próximo miércoles Guzmán participaría de una reunión de directorio.

Para controlar la corrida cambiaria y la caída de bonos, el Gobierno apeló a medidas drásticas. Todos en la Rosada son conscientes de que se repetirán los problemas si no hay señales. El discurso del sábado de la Vicepresidenta en Ensenada fue, probablemente, el más despectivo contra el Presidente de todos los que viene dando.

La política energética puesta en marcha por el Gobierno dejó al país en la peor de las situaciones: sin gasoil, frenando la actividad logística e importando a precios altos. El secretario Darío Martínez -que responde a Cristina Kirchner- sigue en su puesto, al menos hasta ahora. Fue la decisión de congelar los precios del combustible a través de YPF lo que empujó a una crisis de abastecimiento que lleva unos cinco meses.

El portal especializado Ecojournal contó que Cammesa, la administradora del mercado eléctrico mayorista, salió de apuro a importar ocho barcos de gasoil para garantizar que las centrales eléctricas que funcionan sobre esa base puedan funcionar. Cuatro barcos llegarán al país entre el 15 y el 31 de este mes y los otros en agosto. El informe menciona que, frente a la escasez de combustibles líquidos, Cammesa tuvo que importar energía desde Uruguay casi 1000 megawatt (MW) de energía un precio cercano a los US$290 por MW hora (US$/MWh).