Los frentetodistas miden su capital para volver a HpC en el ‘23

Los peronistas que emigraron hacia el FdT en el ‘19 calculan el capital político que tendrán en el ’23 para negociar con Llaryora su regreso al oficialismo provincial. Los dirigentes k que se ilusionaban con acoplarse justo antes de que la pandemia sacudiera el tablero hacen lo propio, aunque sin demasiada ascendencia sobre sus huestes.

Por Felipe Osman

El siempre fragmentado espectro kirchnerista de Córdoba atraviesa tensiones que irán aumentando entre más se acerque el momento de tomar definiciones electorales.
Es que a la ya heterodoxa conformación que tuvo desde sus comienzos, en 2019 se sumaron nuevos componentes que se acercaron a la entonces Córdoba Ciudadana para integrar el Frente de Todos cordobés, sin que desde entonces el espacio se haya institucionalizado, desde lo formal, ni, lo que es todavía más complicado, haya surgido un liderazgo capaz de guiar la acción política del frente.

Por el contrario, el Frente de Todos buscó ganar volumen en la provincia sumando una pata justicialista que nunca fue aceptada por las tribus k.

En suma, el Frente de Todos adolece, en Córdoba, de los mismos problemas que la entente atraviesa a nivel nacional, pero con un agravante: en estas latitudes no tiene -ni tuvo jamás- chances de disputar el poder real. Y ante esa imposibilidad, la lógica que plantea el teorema de Baglini (“Cuanto más lejos se está del poder, más irresponsables son los enunciados políticos; cuanto más cerca, más sensatos y razonables se vuelven”) se exacerba.

De hecho, las “patas” que se adicionaron a Córdoba Ciudadana en el ’19, principalmente representadas en Carlos Caserio y Martín Gill, se concentraron, con mejores o peores resultados, en ganar musculatura territorial propia, sin mayores perspectivas de que esos armados se integraran al conjunto. Y hoy, lo que asoma parece ser una serie de negociaciones que transitarán por andariveles separados para retornar a las filas del oficialismo provincial en ’23, cuando el tiempo de Juan Schiaretti al frente del Centro Cívico se haya agotado y sea Martín Llaryora el encargado de retener el poder en la provincia.

Distintos observadores del peronismo ven venir tres negociaciones con el intendente: una encabezada por su par de Villa María, otra por el ex presidente del PJ cordobés, y una tercera en la cual los principales referentes del kirchnerismo cordobés buscarían integrarse a Hacemos por Córdoba; hablamos de los diputados nacionales Gabriela Estévez y Pablo Carro.
Gill se preocupó siempre por mantener una relación, cuanto menos, correcta con el Centro Cívico, y prueba de esto fue que se evitara la confrontación en las internas del PJ en el departamento General San Martín. A cargo de la secretaría de Obras Públicas de la Nación, el villamariense trabó relaciones con un nutrido grupo de intendentes y jefes comunales que hoy se encolumnan detrás de él, y son el principal capital político que Gill podría llevar a una mesa de negociación con Llaryora, con quién además tiene una gran relación personal.

Caserio, por su parte, rompió relaciones con el schiarettismo y hoy, de uno y otro lado, nadie admite posibilidades de una reconciliación. Pero no está dicho que, el año próximo, no pueda existir un acercamiento entre el referente de Punilla y el intendente de Córdoba. Dicho en otras palabras, no hay indicios ciertos de que el caserismo no pueda tener un lugar en la reformulación del peronismo cordobés que, llegado el momento, lleve adelante Llaryora.

Sin embargo, sí parece difícil que el kirchnerismo duro quiera integrarse al peronismo cordobés el año próximo. Y no se trata de falta de disposición de sus principales dirigentes, sino de falta de ascendencia de estos sobre las “tribus k”, el conjunto de agrupaciones y sellos que suele hablar colectivamente a través del Consejo de Organizaciones de Unidad Ciudadana.

En las semanas previas a la pandemia, Gabriela Estévez, diputada nacional y la referente de la Cámpora en Córdoba, había achicado mucho con el PJ cordobés, y hasta se hablaba de la posibilidad de que se integrara a la conducción del partido.

Todo esto cambió drásticamente después de que el covid pusiera en suspenso durante dos años esa interna. Las posiciones entre el Centro Cívico y la Casa Rosada se alejaron hasta volverse antagónicas y la posibilidad de integración de espacios K al oficialismo provincial quedó completamente derogada.

El ’23, sin embargo, podría ofrecer una ventana para que esa posibilidad resurja, pero en reuniones recientes de distintos espacios k se han manifestado posturas intransigentes, reacias a una hipotética integración con el peronismo de Córdoba y decididas a llevar, el año próximo, una lista con candidatos propios.