Gabinetes que no gabinatean

Otra vez la interna del gobierno nos deja a todos atrapados en el medio de una discusión que parece no llevarlos a ningún lado.

Por Javier Boher
Hola, hola, amigo lector. ¿Por casualidad a usted le gusta ver esos realities sobre cuestiones médicas o esas novelas que transcurren en hospitales? Le pregunto porque si es de esos seguramente debe estar disfrutando ver el show de operaciones en el que se ha convertido la política nacional. Si los hospitales públicos operaran a ese ritmo no habría que esperar cuatro meses para un turno.
La nueva fue todo lo que pasó después del acto por los 100 años de YPF, acto en el que todos pudimos ver el desprecio que siente Cristina por Alberto, casi como si se tratara de una imitación de una Louis Vuitton comprada a un mantero senegalés. Todos levantaron la declaración esa en la que le pidió a Alféretro que use la lapicera. No sé usted, pero yo me la imagino queriendo usar la lapicera sobre el presidente testimonial al modo en el que la usa Joe Pesci en Casino, como queriendo hacerle branquias en el cuello al Jefe de Estado.
Obviamente que no puede estar ni un segundo sin hacerlo sentir un tonto al frente de la gente. Es como esas madres de antes que esperan el momento indicado para contarle a la nueva saliente del hijo alguna historia relacionada con que el nene se hacía caca encima o se andaba rasgando la guitarra cuando en verano lo dejaban meterse al río desnudo. La señora tiene devoción por la humillación, mientras el presidente ojos de enfisema siente un placer masoquista en poner el lomo para que lo castiguen.
Por supuesto que no todo podía terminar ahí, que fue apenas como si le hubiera mostrado la ojota con la que lo quería golpear. El kirchnerismo es bravo, así que no esperó ni un día como para salir a cargarse un ministro. Esta vez le tocó al muchacho Kulfas, a cargo del ministerio de prestidigitación: solo se dedicó a hacer pases de manos y a actuar de que estaba laburando, porque todo terminó siendo un acto de ficción propio de un mago.
No me voy a meter en los detalles del asunto, pero era una suma de improlijidades. ¿Cómo puede llegar a ser ministro un tipo que no sabe que las declaraciones en off se dan cara a cara o por teléfono? Hay que ser medio del ascenso como para mandar un texto o un audio que sea fácilmente reenviable. Yo no quiero decir que Kulfas tenía la pollera corta, pero un poco que se arriesgó a perder la pasantía premium que estaba cobrando.
Si usted me pregunta, estimado, no tengo ni una duda de que lo que decía en el mensaje es verdad. El kirchnerismo es la máquina más eficiente en cuanto a lograr la ineficiencia, y no es más exitosa en su afán de corrupción porque incluso se caranchean entre ellos. Si alguien se sorprendió del off sobre el tongo es porque no vive en Argentina desde hace años.
Acá me parece que el dato importante es que se fue otro ministro del albertismo nonato y estamos a nada de que Cristina se termine de quedar con la chancha, los veinte, la máquina de hacer chorizos, el camión frigorífico y la carnicería. A Alberto le quedan tan pocos ministros que ya no puede ni siquiera organizar un truco sea cuatro: solo quedan el Chapito y Cafiero III. Al albertismo le queda grande un auto y le alcanza con una de esas motos rusas con sidecar. Tres empanadas.
En lo que va desde que asumió ya cambió 13 ministros en un gabinete de 21. En realidad fueron 12 nombres y 13 cargos, pero casi es lo mismo. Lo aclaro porque ese número es yeta, y si no significa nada ahora capaz lo significa en el próximo. Le soy sincero, estimado: me sorprende que en apenas dos años y medio, o treinta meses, haya cambiado a casi dos tercios del gabinete. Es casi el gobierno de Heráclito: ¿podríamos decir que sigue siendo el mismo gobierno de diciembre de 2019 o tenemos que abrazar la idea de que por el cambio permanente ahora se trata de otro gobierno?.
Hay algo interesante en este revoleo de nombres: casi todos los refuerzos son tipos que ya estuvieron en el gobierno en los tiempos de Cristina y dejaron la vara tan baja como para que Gatricio les gane las elecciones. Es más, el reemplazo de Kulfas va a ser el Motonauta Monomano, que fue vice del Nestornauta, dos veces gobernador de la provincia inviable y el derrotado en 2015. Con ese banco de suplentes van a tener el partido más duro que el que le tocó ayer a Estonia.
Insisto con mi hipótesis de siempre, estimado: no hay tanta pelea, sino un engaño bastante bien armado como para que nos quedemos obnubilados con los árboles sin mirar el bosque. Casi que por las chanchadas que hacen se trata más de unos churquis que de un árbol, pero bien vale la idea.
No le voy a robar más tiempo, porque ya tenemos suficiente con todos estos cambios. Yo estoy seguro de que hay funcionarios que no funcionan, así como también hay un gobierno que no gobierna y una coalición que no coaliga. Todo eso es anecdótico si no hay oposiciones que se opongan ni ciudadanos que ciudadaneen. Eso último no existe, pero la idea es que los ciudadanos hagan lo que le corresponde a los titulares de derechos políticos.
Esperemos que el guitarrista que ejerce de presidente se sepa alguna de Pimpinela así le pone un poco de música a este sainete mal actuado. Al final va a ser lo único que nos haga pasar el mal trago con algo de buena cara.
Tenga buena semana.