Por Gabriel Marclé

Hace apenas unos días, la presencia del Frente de Todos volvió a hacerse sentir en la agenda política de Río Cuarto. Después de varios meses, el Gobierno de Alberto Fernández brindaba detalles sobre el avance de una obra importante para la región, quizá la más icónica del presente: la tan demanda Autovía Río Cuarto-Holmberg. Sin embargo, aquello que podía presentarse como un detalle positivo, terminó develando una realidad negativa para Nación.
“Tres años en el poder, ¿lo único que tienen para mostrar es esa obra?”, rezongaba un dirigente local del peronismo, deslizando más que una queja vacía. El autor de esta frase supo integrar el cuerpo militante del Frente de Todos, antes de la victoria del 2019 y de la pandemia que reveló las flaquezas de este Gobierno. No es el único en hablar de esta manera, ya que varios espacios adherentes al Frente de Todos han demostrado la aparición de cierto hartazgo por la falta de presencia nacional en la que también fue declarada capital alterna nacional.
El pasado lunes, la página oficial del Gobierno Nacional lanzó un comunicado destacando el avance de la mencionada Autovía sobre Ruta 8, esa que se le había demandado a la gestión de Mauricio Macri y que finalmente cumplió Alberto Fernández. Vialidad Nacional informaba que se estaban intensificando las tareas de la obra en la que se terminarán invirtiendo cerca de $5.000 millones y que el avance ya alcanzaba el 50%, proyectando su inauguración para mediados del año que viene.
Ni una noticia de semejante envergadura alcanzó para conformar a los defraudados defensores locales del proyecto nacional ¿Por qué? El enojo que se produjo durante la campaña por las legislativas del año pasado terminó por echar toneladas de tierra sobre el ya desgastado puente entre Casa Rosada y el Imperio del sur cordobés. La idea del “ellos o nosotros” fue marcada como una falta grave, especialmente por quienes sostenían que las obras nacionales en Río Cuarto no alcanzaron a cumplir con las expectativas que se generaron allá por 2019.
Cuando Alberto Fernández llegó a la Universidad Nacional de Río Cuarto en plena campaña presidencial -la última vez que pisó suelo riocuartense- las obras y adelantos del plan de gestión generaron entusiasmo. Aunque el Gobierno manifieste que no se pudo concretar todo por efecto de la pandemia, la explicación no es suficiente.
En estos sectores donde la banca del Gobierno se fue deteriorando, incluso señalan que “no se hizo lo suficiente”; y ya no solo en cuestiones de armado político o respuestas a la actual crisis económica, sino también a la tan ponderada inversión de obras públicas. “Estamos cansados de las viejas mañas de invertir en lugares que ganan y no en lugares donde pierde”, lanzaba otro dirigente local cercano al FdT que, por lo bajo, esbozan críticas por esa ausencia territorial.
En su momento, Nación comunicaba a sus caudillos en el sur cordobés que Río Cuarto estaba vallado por el Gobierno provincial y que no había vía de ingreso porque el intendente Juan Manuel Llamosas respondía a Juan Schiaretti. Para algunos, esa versión ha tomado grado de mito y, por el contrario, señalan que la culpa de este alejamiento fue responsabilidad exclusiva de la gente del Gobierno Nacional.
Cabe mencionar que el único funcionario nacional de fuste que se acercó a Río Cuarto fue el jefe de Gabinete, Juan Manzur, días antes de la contienda electoral por las Legislativas. En rigor de verdad, su paso se produjo por las afueras de Río Cuarto con una visita por la empresa Bio4 que terminó con fuertes reclamos del sector agropecuario: Manzur evitó la exposición de la Sociedad Rural de Río Cuarto y reforzó la teoría del “terreno hostil” elaborada por el presidente.
Volviendo a las obras, ningún funcionario de fuste se acercó siquiera a la Planta de Tratamiento de Efluentes Cloacales, la cual fue realizada con una inversión mayoritaria de Nación y que se finalizó durante la gestión de AF. Aquello que fue promovida como uno de los avances más importantes en materia recursos hídricos –“una obra monstruosa”, como la definen para destacar su magnitud- no contó siquiera con un corte de cinta de presencia nacional. “No quisieron venir. Nadie los echó”, aseguraban desde el llamosismo, donde antes del quiebre de las Legislativas tampoco venían recibiendo buenas señales de Nación.
En ese sentido aparecen comparaciones que, aunque para algunos parezcan odiosas, reflejan una verdad inexpugnable. “¿Recuerda lo que ocurría durante la gestión de Macri? La teníamos de visita cada dos por tres a Marina Klemenziewickz (ex secretaria de Infraestructura Urbana de la Nación) inaugurando obras que, por más pequeñas que parecían, le daban una presencia territorial que supera por lejos a la del FdT”, afirmaba un dirigente del PJ local, testigo de aquellos días en los que la gestión Macri gestionaba con Llamosas ya intendente.
Todos los amagues de Alberto Fernández en sus tres años de gestión hacen que su vuelta a la ciudad en 2023, para contagiar de entusiasmo ante una eventual reelección, no tendrá a su gente recibiéndole con el frenesí de otros años. Si a eso se suma el pobrísimo desempeño electoral de sus referentes en la región, el terreno infértil no lo invita a plantar bandera. Tierra perdida para el Gobierno Nacional. Así lo parece.