Por Javier Boher
javiboher@gmail.com
Es sorprendente la capacidad del presidente de actuar como si no estuviese pasando nada grave. Si bien a esta altura todos estamos más o menos acostumbrados a la inflación, la inseguridad y la pobreza, tampoco parece muy atinado actuar frente a los gobernados como si eso no fuese una realidad. Es como hacerse el machito delante de la cornuda que perdonó la infidelidad: no podemos estar seguros de que lo vuelva a hacer.
El miércoles, mientras compartía un locro con los militantes del Movimiento Evita (para caer en el chiste fácil, Alberto estaba bastante a tono, porque “evita poner el lomo”) pensó que era buena idea agarrar una guitarra y cantar una de Lito Nebbia. Es increíble la falta de timing de este hombre.
Como no podía ser de otra manera, al pensar en Nebbia, el rock nacional y toda esa música progre de fogón amenizado por alguien que eligió la guitarra como manera de levantar minitas (es una constante entre los violeros menos virtuosos) se me ocurrieron algunas canciones que podrían completar el repertorio. Al fin y al cabo tenemos que tomarnos el asunto con humor, porque la vida “sólo se trata de vivir”.
Primero yo le diría que cante “sube, sube, sube”, la canción que inmortalizó Mercedes Sosa. Pero claro, no por la bandera, sino por los precios, que solo conocen de subir. Además es una fija que cuando llegue a esa parte de “América india”, “América negra” y “América nueva” se las va a ingeniar para hacer un enganchado con el tema de Nebbia y ofender a más de una comunidad en el continente.
Después le metería un temazo propio de los nostálgicos de los ‘70, esos que quieren usar zapatillas Flecha y campera de cuero hasta que la muerte los sorprenda. “Yendo de la cama al living”, que muchos creen que se trata de una crítica de los años de dictadura, aunque -siendo honestos- enganchaba justo para los meses de la cuarentena estricta. Comían caviar, andaban en limousine y festejaban cumpleaños mientras el resto apenas si podía ir al baño en los cortes del Teletón de Fabiola.
Ahora llega el turno de una autorreferencial, como para enloquecer a las chicas que lo escuchen embelesadas: “El anillo del Capitán Beto”. Aunque algún desprevenido puede estar pensando en que el título representa el deseo de alguno de sodomizar al presidente, la letra es lo que verdaderamente nos importa. Desde el primer día que no había forma de no pensar en que era un tema justo para él.
“Ayer colectivero. Hoy amo entre los amos del aire”, cantaba Spinetta. Andaba juntando bagartos para apoyar las candidaturas de Massa y Randazzo y de golpe se encontró con la presidencia. Eso sí, “su equipo es tan precario como su destino”. No sabe muy bien a dónde se dirige, pero encima lo acompaña una tripulación bastante poco profesional.
Eso sí, lo mejor y mas ilustrativo es la frase en la que dice que “si esto sigue así como así, ni una triste sombra quedará”. Capaz ahí las féminas deliran, pero es una descripción bastante acertada de lo que cabría esperar para el próximo año.
Hay otra con la que la rompería enseguida, “El amor es más fuerte”. Nadie duda ni un segundo en que “pueden robarte el corazón, cagarte a tiros en Morón”, si de esta inseguridad ya no se salva nadie. Que te roben el corazón al menos es poético, pero con el choreo que hay no debe faltar mucho para que te roben el marcapasos mientras estás te operan en el hospital. De ese tema seguro que además les gusta la parte de “si aquí los muertos siguen vivos”, especialmente en tiempo de elecciones.
Uno no puede ser un verdadero trovador de fogón medio hippie si no pone en su repertorio un tema de Silvio Rodríguez o Pablo Milanés, así que alguno de esos tiene que haber. Yo me inclino por “Ojalá”, pensando en los deseos del albertismo nonato respecto a Cristina Kirchner. “Ojalá pase algo que te borre de pronto (…) para no verte tanto, para no verte siempre/ en todos los segundos, en todas las visiones”.
Con ese tema yo le diría que tenga cuidado, por esa parte en la que Rodríguez canta “ojalá por lo menos que me lleve la muerte”, porque ayer murieron Alan White (baterista de Yes) y Andy Fletcher (tecladista de Depeche Mode), y si quisieran armar un power trío les estaría faltando un guitarrista que cante.
La que debería entrar en un repertorio de fogón es “Sólo le pido a Dios”, pero está claro que el presidente puede ser completamente indiferente al dolor, la mentira o la injusticia. Aunque quién sabe, capaz les dedica la parte de “si un traidor puede más que unos cuantos / que esos cuantos no lo olviden fácilmente” a los más cristinistas a modo de burla.
Para cerrar, en ese festival setentista de mucha guitarra y poco baño no puede faltar la “Marcha de la bronca”, de la que voy a hacer un recorte de aquello que tan bien les encajaría en estos dos años y medio de gobierno. “Bronca cuando ríen satisfechos, al haber comprado sus derechos”, con tres millones de pesos que además le prestó el Estado para pagar la fiesta en Olivos.
“Bronca cuando a plena luz del día sacan a pasear su hipocresía”, posando en fotos con pobres a los que no les interesa mejorarles la vida. “Bronca porque matan con descaro, pero nunca nada queda claro”, como pasó con las muertes por exceso policial durante la cuarentena.
Por lo menos cierra arriba, como para creer que esa desconexión que tiene del mundo en algún momento se va a terminar: “bronca que también es esperanza / Marcha de la bronca y de la fe”.