J.C. Maraddón
Hacia 1980, poco y nada quedaba de aquella Londres que a mediados de la década del setenta había sido arrasada por la furia del punk, un estilo musical que reflejó como pocos el estado de situación en el que vivía la juventud inglesa en ese tiempo. Postergados por una sociedad cuyos parámetros seguían fijos en un pasado glorioso, esos agitadores dieron vuelta el panorama rockero que en ese entonces tenía como principales referentes a los popes de la música progresiva. Casi sin saber tocar ni cantar, los punks salieron a escena como un gesto de provocación que, si bien surtió efecto, se desvaneció víctima de su propia urgencia.
Varias de las figuras del género arrancaron la nueva década bajo una premisa que ya se había desprendido de aquella energía primal. John Lydon, cantante de los Sex Pistols, encabezaba con su banda P.I.L. la avanzada de ese rock alternativo que iba a dominar la escena del post punk. The Clash arrancaba en ese momento su periodo más prolífico, con la edición del disco doble “London Calling” y del triple “Sandinista!”, obras tan influyentes como ricas en su sonoridad. Y The Jam, por su parte, publicaba en 1979 “Setting Sons”, un álbum menos frenético y más atildado.
De ese caldo de cultivo de la punkitud iba a aflorar lo que la industria englobó como “new wave”, un movimiento por demás heterogéneo que se planteaba un retorno a las raíces en la búsqueda de una simpleza que contrastara con las pretenciosas ambiciones sonoras del rock sinfónico y el jazz rock. Sin sonrojarse por ello, también hubo punks que se atrevieron a entrar por esta variante, convencidos de que había pasado el tiempo de las consignas incendiarias y de que no tenía nada de malo adaptarse a esos modos modernos de concebir las canciones.
Como una banda que nunca había sido sencilla de clasificar, XTC tenía un remoto origen punk, que databa de cuando sus líderes, Andy Partridge y Colin Moulding, se regodeaban con el estilo de los New York Dolls. Sin embargo, su repertorio fue tomando un vuelo imprevisible, que hacia 1980 decantó en el disco “Black Sea”, mucho más cercano a la new wave, si es que hay algún rótulo en el que se pueda encasillar semejante propuesta. Ese cuarto álbum de XTC fue el que encaminó a esta formación británica hacia un lugar de enorme consideración entre los melómanos más exigentes.
En la muestra “Los 80: el rock en la calle”, que puede ser visitada en el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires hasta el próximo mes de mayo, se expone entre otras cosas una vitrina completa con los objetos que trajo el cantante Luca Prodan cuando se vino de Inglaterra a las sierras cordobesas para intentar recuperarse de sus adicciones. Además de la valija y la ropa con la que llegó el músico en 1980, pueden observarse allí algunos de los discos simples que formaban parte de su colección personal, y que eran casi imposibles de conseguir en la Argentina de entonces.
Entre otras piezas maestras, yace detrás del vidrio el single de “Towers of London”, que había aparecido el 10 de octubre de 1980 con el tema que abría el lado B de “Black Sea”. Es decir, Luca desembarcaba con información de última hora en un país que se encontraba anclado en los setenta, sobre todo por culpa de una censura que impedía el arribo de cualquier novedad que resultara “peligrosa”. Que esa canción de XTC haya venido casi en tiempo real dentro de esa valija, explica bastante por qué el fundador de Sumo desató un terremoto dentro de un rock nacional desactualizado y estanco.