J.C. Maraddón
El documental “Get Back”, de Peter Jackson, que nos muestra a los Beatles en uno de los últimos intentos que hicieron por recomponer los vínculos internos para sacar adelante la banda, nos sitúa frente a un cuadro conmovedor. Lo que vemos es a cuatro muchachos que pasaron juntos de la adolescencia a la madurez, mientras al mismo tiempo se convertían en la banda más popular del mundo y cambiaban de una vez y para siempre la vida de millones de jóvenes como ellos. Sin duda, ese proceso tenía que afectarlos y la docuserie de Netflix se ocupa de retratar algo de ese final anunciado.
Algunos grupos musicales habían atravesado esa situación antes que ellos y muchos se encontraron en un trance similar después de los Beatles. Pero nunca nadie podría equipararse en dimensión a lo que fue ese fenómeno de la Beatlemanía y por eso mismo la manera en que se comportaron los miembros del cuarteto en ese epílogo de la carrera grupal resulta a todas luces incomparable. No obstante, que haya sido tan particular no le resta representatividad, como una especie de pauta a seguir para quienes en las décadas subsiguientes debieron tomar la decisión de separarse o de continuar juntos.
Sólo quienes están dentro de esa cápsula explosiva que es un grupo de rock saben lo que está pasando entre bambalinas y están en condiciones de analizar si corresponde bajar la persiana o si todavía vale la pena mantenerse asociados. Si el fracaso del emprendimiento ha sido estrepitoso, los motivos para disolver el proyecto son indiscutibles, pero si el éxito no cesa se vuelve mucho más difícil aceptar que no hay forma de ocultar las desavenencias para aparentar que nada raro ha ocurrido. Suelen aparecer compromisos adquiridos que obligan a postergar el adiós hasta que se hayan soltado todos los amarres.
Cuando las fuerzas centrífugas se imponen, a pesar de que existan responsabilidades que impidan cualquier interrupción, estas sociedades creativas pueden llegar a estallar en mil pedazos, en una puja que deviene en exposición mediática si la popularidad de los protagonistas amerita una cobertura en tiempo real. No hay manager que pueda contener esa confrontación de egos y “Get Back” es, en ese sentido, un testimonio contundente sobre el tenor que alcanzan las disputas cuando los antiguos colegas viran de amigos a enemigos, aún conminados por las circunstancias a convivir bajo una denominación que los designa como conjunto.
A 25 años de su aparición y tras consagrarse como una de las bandas más populares del planeta, Coldplay le ha puesto fecha de caducidad a su discografía, si nos atenemos a las declaraciones que dio su líder, Chris Martin, en una entrevista con la BBC. “Nuestro último disco propiamente dicho saldrá en 2025, y después de eso creo que solo estaremos de gira”, señaló Martin, quien tiempo atrás ya había anticipado que era su voluntad editar una docena de álbumes con el grupo, cuya carrera enumera hasta la actualidad la publicación de nueve en poco más de dos décadas.
Aunque cundan las sospechas sobre las causas de este anuncio, que por ahora se parece más a una estrategia de marketing que a una despedida anticipada, se trataría de un caso especial, en el que la planificación vence a cualquier otro de los factores que pueda incidir en el futuro repliegue de Coldplay. En “Get Back” vemos cómo los Beatles se fijaban un objetivo al que iban modificando permanentemente. Pero ni esta época es igual a los sesenta ni Coldplay es como los Beatles: tal vez, en ese discurrir de hits que ha ido enhebrando su trayectoria, a la banda de Chris Martin también le haya llegado el momento del hartazgo.