Por Javier Boher
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Definir con precisión la ubicación ideológica de una persona es complicado. Se combinan muchos factores que difícilmente se pueden medir con un simple examen y porque las contradicciones son más frecuentes que la coherencia.
La crisis del kirchnerismo lleva implícita otra crisis mucho más grande, que es la crisis de la política tradicional. En ese universo de “renovadores” -que tiene a perfiles tan disímiles como a Donald Trump o Pedro Castillo- está Javier Milei, el economista que sigue cosechando adhesiones entre jóvenes que no saben ni cuántos diputados tiene la cámara baja.
Su discurso contra “la casta” política prende con fuerza entre los que sólo conocen de los políticos la parte de los viajes a Disney o a Maldivas, los autos de alta gama y los allanamientos en los que siempre encuentran dólares. Su discurso es liberal en lo económico y conservador en lo social. La duda es sobre la tercera dimensión, la política. Porque, se sabe, lo político pertenece a un campo distinto al de las otras dos.
Muchos de los candidatos antisistema encajan perfectamente en el mismo molde político, el del populismo, una categoría tan usada que casi no designa nada y, sin embargo, sigue designando con claridad un determinado fenómeno. El clientelismo es uno de sus rasgos, que se presenta de distintas formas, siempre maquillado de algo que no es una transacción en la que se cambian favores por votos.
Desde que lanzó su candidatura a diputado hubo una pregunta que siempre le hicieron desde los espacios que lo rechazan: ¿qué va a hacer con el sueldo?. Hace un tiempo decían que lo iba a donar a organizaciones de la sociedad civil, el mismo argumento que usan los trotskistas (que en sus formas parecen primos de los fanáticos de la viborita y la libertad).
Ahora finalmente de develó el misterio: el rebelde del pelo revuelto (casi como un culto a la Marcha de la Bronca y su alegato contra la “libertad con fijador”) va a sortear su sueldo entre los que se anoten en una página destinada a tal fin. ¿Dimensión política? Populista, a la legua.
Tantas horas dedicadas a cuestionar el uso discrecional de los fondos públicos y las malsanas prácticas de “la casta”, ahora parece decidido a usar sus mismas armas. Es incluso un poco peor, porque las usa diciendo que reniega de ellas.
Algunos argumentan que es una especie de retribución a los contribuyentes, como devolverles -o darle a cuenta- lo que el Estado le confiscará en impuestos. Podría donarlo a alguna organización que luche para hacer lobby por la libertad económica, a una que se ocupe de las víctimas del excesivo burocratismo estatal o a alguna red de youtubers libertarios que den la tan mentada batalla cultural.
Pero no.
prefiere que el azar, y no el mérito, defina a dónde irá la plata, como hacía Susana Giménez cuando regalaba su millón de dólares. ¿Qué mejor que regalar plata a adolescentes que todavía están en la escuela y quieren comprar criptomonedas, haciéndose los lobos de Wall Street mientras todavía viven con los padres? ¡Qué gran contribución al debate político y al enriquecimiento de la vida cívica sortear dinero público a los seguidores de un líder carismático!.
A final de cuentas parece que todo acto político se reduce al mismo patrón, más allá de la ideología que diga tener quien convoca a la reunión. Siempre hay música, siempre hay comida y siempre hay algún regalo. Las formas del candidato antisistema terminan siendo sugestivamente similares a las de los que dice combatir, quizás porque no vale la pena innovar cuando ya se conoce la receta para el éxito.
El emergente carismático de Milei, incentivado además con este tipo de premios en algo tan simbólico como lo puede ser la dieta de un diputado, revela un tipo de construcción política que no puede ser subestimada de cara a los próximos dos años.
El acercamiento que ha habido en los últimos días entre Milei y la presidenta del PRO, Patricia Bullrich, revela una grieta que irá creciendo en JxC. La alianza deberá decidir si privilegia a sus socios fundadores o si tiene un giro a la derecha que capture a este nuevo espacio, susceptible de ser comprado con las mismas prácticas con las que se compran voluntades en otras latitudes del espectro ideológico. El riesgo para JxC, claro está, es ser fagocitado por ese monstruo autoproclamado libertario.
Aunque lo que declama el economista mediático choca abiertamente con este tipo de prácticas, sus adherentes parecen no verlo, obnubilados por las cualidades sobrehumanas que le atribuyen al líder. Es la génesis de un liderazgo tóxico, si no mesiánico, en un momento de desgaste político en el que una sociedad enferma de apatía está dispuesta a tomar cualquier droga como si fuese remedio, so riesgo de agravar su cuadro.
Con una situación económica delicada, con una inflación de más del 50% anual y con bajas expectativas a futuro, el sorteo del sueldo de diputado se presenta como una situación políticamente muy redituable, por la masividad que puede alcanzar el sorteo de los alrededor de $250.000 mensuales.
Los cinco millones de pesos a valores corrientes que va a sortear hasta las PASO de 2023 serán, probablemente, los que paguen la campaña más barata que veamos en el próximo turno eleccionario. Y además va a haber salido toda de nuestros impuestos.