Si así arrancan…

Por Javier Boher
javiboher@gmail.com

Para los que recién llegan a interesarse por la política, probablemente encuentren al mundo de la actividad legislativa es tan apasionante como al de la bibliotecología o al de la teología. Es donde la política se encuentra en su mejor estado, aunque muchos prefieran ver lo que hacen los que encabezan los ejecutivos.

Esto último es lo normal en países de tradición caudillista como el nuestro. Todos esperan ver al macho alfa marcando el rumbo de la manada, cuando en realidad ese destino está condicionado por el consejo de viejos que decide qué límites se le va a poner al periplo. Sin importar el carisma o el histrionismo de los que ejercen los ejecutivos, los legislativos marcarán el ritmo (salvo, como en Córdoba, cuando son apenas una escribanía del oficialismo).

Quizás por eso se hayan sorprendido tanto los neófitos seguidores de la actividad legislativa ahora que el León que se quiere devorar a la casta, Javier Milei, entró en una burocrática amansadora de librepensadores, en la que prima la capacidad de negociar por sobre el personaje que se hace para la campaña electoral.

Los jóvenes libertarios, aprendiendo de qué se trata el trámite legislativo y los reglamentos propios de cada cámara, se sorprendieron de que se reelija a Sergio Massa como presidente de Diputados, lugar que reglamentaria y consuetudinariamente le corresponde a la primera minoría. Pobres chicos, que esperaban que el novel diputado agarrara a todos a sillazos y solo se llevaron una foto en la que parece en penitencia detrás de los de izquierda y unas declaraciones de que no lo saludan. Llegar es fácil, lo duro es mantenerse (sobre todo si te meten ese frío).

Juramentos

El martes llegó el momento de la jura de los nuevos diputados, que se convirtió, de golpe, en un show como nunca antes. Quizás aquella vez que Néstor Kirchner decidió tocar madera (y algo más) cuando la jura de Carlos Menem como senador, el difunto esposo de la vicepresidenta giró alguna llave que abrió la puerta a que cada legislador haga de un rito burocrático un video para las redes.

Es sabido que cada diputado representa a la partecita del pueblo argentino que lo votó, pero eso difícilmente los habilite para jurar por causas absolutamente delirantes y de nicho. Hay ciertas reglas de estilo que deben ser respetadas, no por algún tipo de protocolo propio de la duquesa de Chikoff, sino por respeto al resto de los ciudadanos argentinos que esperan que los legisladores hagan un trabajo decente -incluso aquellos a los que no votaron-.

El circo de la jura preparó escenas de todo tipo, con muchas más fórmulas que las permitidas. Tal vez sea la culpa del fin de año porque -como dijo algún usuario de Twitter- parece que los diputados confundieron el juramento con un brindis.

Es muy difícil armar un ránking, porque literalmente se mencionaron casi todos los temas. Tal vez faltó que alguien jure por Horacio Guarany, Neil Armstrong o el Hacha Ludueña, pero casi que todas las categorías estuvieron contempladas.

Así, por ejemplo, los diputados de izquierda llevaron su discurso de centro de estudiantes de Comunicación Social a la Cámara Baja. Del Caño pidió echar al FMI, Del Plá lo hizo en lenguaje inclusivo, Vilca -con la whipala en la mano- pidió por los 500 años de opresión de los pueblos originarios que de no llegar los europeos no hubiesen leído a Marx o a Trotsky. Miryam Bregman le hizo caritas a Fernando Iglesias cuando este, socarronamente, juró por que se respeten las formas en los juramentos.

Como el resto del progresismo no se puede quedar atrás hubo referencias diversas a los 30.000 desaparecidos. Lo llamativo desde ese arco ideológico fue Carolina Gaillard, quien juró para que no haya más “presos por plantar”, la habitual consigna de los defensores de la legalización de la marihuana. Aunque quien suscribe adhiere a la legalización total de las drogas, jurar por el porro no parece ser una manera muy elegante de respetar la investidura del cargo.

Como el Congreso representa a la totalidad de la población -y lo hace bastante bien en eso de la heterogeneidad- la compañera de lista de Milei, Victoria Villarruel, juró por las víctimas del terrorismo. Ya desde antes de eso el consenso de sus detractores es tildarla de negacionista, algo que no está muy alejado de la verdad, pero que es una media verdad si se pronuncia por los que reivindican la violencia política del otro lado.

La jura por los pueblos provinciales también fue una constante. Si el nacionalismo es un infantilismo, probablemente este nuevo nacionalismo provinciano sea aún peor. Está bien defender los intereses de la provincia, pero se equivocaron de Cámara para candidatearse, porque eso se hace en el Senado. Quizás haya que tomar alguna prueba de suficiencia en educación cívica antes de dejarlos subirse para jurar.

Aunque no era para diputados, hubo una legisladora porteña que sintetizó lo que significa la actividad legislativa para buena parte de la gente y los dirigentes. Berenice Iañez, del kirchnerismo porteño, lo dejó bien claro: “Por la gloriosa JP. Por Juan Perón. Por Eva Perón. Por Néstor Kirchner. Lealtad absoluta a Cristina. Viva la santa federación. Gracias Diego. Sí, juro”. Parece una mezcolanza, pero es absolutamente coherente… coherente con algún tipo de patología psiquiátrica.

Dicen que Miguel Ángel Pichetto, en sus tiempos de hombre fuerte del Senado, le tenía prohibido a los senadores asistir al recinto si no era de traje y corbata. “Esta no es la Cámara de Diputados”, dicen que les decía. Viendo de lo que son capaces cuando recién están jurando, probablemente no haya estado tan equivocado.