Por J.C. Maraddón
Tan solo 21 años tenía Charly García en noviembre de 1972, cuando Sui Generis, la banda que conformaba junto a Nito Mestre, subió al escenario del predio del club Argentinos Juniors, en la ciudad de Buenos Aires, en el primer fin de semana de la tercera edición del festival B.A. Rock, que organizaba la revista Pelo. Pocas semanas antes habían grabado “Vida”, el disco debut del dúo que trabajaba bajo la producción del legendario Jorge Álvarez, quien realizó las gestiones para que sus protegidos fueran agregados a la grilla a último momento, pese a que eran muy poco conocidos todavía en el ambiente rockero.
De hecho Daniel Ripoll, director de Pelo, responsable de la organización del B.A. Rock y maestro de ceremonias del evento, los presentó como “un grupo flamante de la nueva camada”. A la par de consagrados como Vox Dei, Color Humano, Pappo’s Blues o La Pesada del Rock And Roll, la joven dupla de Sui Géneris era una apenas una promesa, a la par de otros artistas noveles que tomaron parte de ese festival, como León Gieco (quien todavía no había lanzado su primer disco) y Raúl Porchetto, que muy poco antes había iniciado su carrera discográfica con “Cristo Rock”.
Ese tercer B.A. Rock contó con una motivación extra, porque tanto las actuaciones como las reacciones del público fueron registradas por las cámaras cinematográficas del director Aníbal Uset, para una película que se iba a estrenar a comienzos de 1973. En ese largometraje, titulado “Rock hasta que se ponga el sol”, se ve a García y Mestre interpretando “Canción para mi muerte”, el tema que fue la cara A de un single muy exitoso y que funcionó como caballito de batalla en la difusión. Esa versión en vivo figura también en la banda de sonido del filme, reunida en un disco por el sello Talent.
Bajo la responsabilidad del mánager Pierre Bayona, ese fue el inicio de la carrera profesional de Charly García, que en 1975 dejaría atrás la experiencia de Sui Géneris para dar paso a bandas como La Máquina de Hacer Pájaros y –a partir de 1978- Serú Girán. A comienzos de los ochenta, García arrancó con una trayectoria solista que va rumbo a su cuarta década de faena, con algunas experiencias divergentes como el proyecto Tango, junto a Pedro Aznar, además de las reapariciones de Serú Girán, en 1992, y de Sui Géneris, entre 2000 y 2001.
Ya que Charly celebra mañana sus 70 años, se presenta como muy oportuno revisitar esa escueta pero significativa participación de Sui generis en “Rock hasta que se ponga el sol”, porque permite apreciar a un García casi adolescente y aún sin bigotes, con un mechón de pelo cayéndole sobre los anteojos. Pese al tiempo transcurrido (casi medio siglo), no cuesta demasiado advertir en ese flacucho que aporrea un piano vertical y canta desgañitándose, todo el potencial artístico que irá desarrollando luego, hasta adquirir una estatura musical que lo sitúa en el cuadro de honor del rock argentino.
Una letra de agria inocencia y un estilo sonoro apto para todo público, destilan en esa “Canción para mi muerte” las características de su genio compositivo, que después, con el correr del tiempo, irá unido sin fisuras a su presencia escénica desopilante y a su personalidad siempre al borde del escándalo… y a veces traspasando ese límite. Presa de los excesos que en su época eran concomitantes al modo de vida rockero, Charly García no ahorró facetas extramusicales en su perfil como ídolo musical. Tantos fueron sus derrapes, que a veces se han atrevido a eclipsar el brillo de su talento fuera de serie.