Por Gabriel Marclé

¿Cómo sobrevivir a la pandemia cuando lo que prima es el escándalo por sobre el trabajo mancomunado en la cuestión sanitaria? Resulta difícil responder a una pregunta que día a día se esfuerza por quedar inconclusa, mientras se observa el comportamiento de una comunidad política que vive pendiente de la polarización y cae en la tentación de la grieta, justo en el peor momento posible. Esto también ocurre en Río Cuarto, más precisamente en el Concejo Deliberante, donde aparece la mezquindad y la especulación política.
El comienzo de esta semana presentó un ejemplo clave para destacar el fallido intento de poner a todos del mismo lado. El surgimiento de un nuevo escándalo por las dudas sobre la vacunación VIP en Río Cuarto mostraron la verdadera cara de oficialistas y opositores, cada uno parado en su lugar de la grieta y sin intenciones de centrarse en lo que se configuraba como la prioridad: la inminente segunda ola que ya se manifiesta en el aumento de contagios.
Primero estuvo Juntos por Río Cuarto, que convocó a una conferencia de prensa para levantar sospechas contra el Ejecutivo municipal haciéndose eco de las acusaciones lanzadas por una trabajadora municipal que fue acusada de robarse una vacuna contra el Covid. A las claras, la primera minoría en el Concejo Deliberante intentaba hacerse de una nueva bandera en su camino al desprestigio de la política sanitaria municipal, rasgo que comparten con sus lideres de Juntos por el Cambio a nivel nacional.
Pero después vino la respuesta del oficialismo, con una reacción que dejó mucho que desear. En lugar de bajarle el tono al intento de confrontación opositora, salieron a despotricar contra sus rivales y acusaron el desarrollo de una operación mediática que busca desestabilizar al intendente. Las chicanas fueron tomando un nivel de agresión superior, con peleas que proseguirán incluso en la sesión ordinaria de hoy por la mañana. En ese contexto, ¿cómo se puede pretender que radicales y peronistas trabajen juntos?
Todo sigue igual
Parecía que se venía una etapa de nuevos comienzos en el cual los representantes del oficialismo y la oposición se pusieran a la altura del momento histórico que atraviesa la sociedad. Solo bastaba con alguna señal de trabajo conjunto entre medio de tanta chicana. Sin embargo, en vísperas de una nueva crisis sanitaria, el recorrido de los hechos muestra que no hay posibilidad de zanjar las grietas que se contraponen a un discurso de unidad al que todos adhieren, pero pocos aplican.
La primera parte de la pandemia se mantuvo con cierta ciclotimia, entre el espíritu colaborativo de los primeros días de cuarentena y la cada vez más cercana fecha electoral del ámbito municipal. Aun cuando se manifestaba el fuego cruzado entre peronistas y radicales, todo aquello quedaba en el marco del juego de campaña que uno y otro ponían en marcha. Pero más allá del “inocente” ida y vuelta, se daban situaciones que requerían de una mayor integración.
Es por eso que, durante el peor momento del brote que afectó a la ciudad, se llegó a un acuerdo tácito que firmaba un cese de fuego que duró por lo menos hasta los días previos a la elección. El intendente Juan Manuel Llamosas anunció la vuelta a Fase 1 acompañado de los ex intendentes radicales, pero también se mostró solidario con su rival Gabriel Abrile cuando este contrajo Coronavirus. Por unos momentos, la comunidad política descubrió que aquel momento requería del “tirar todos para el mismo lado”.
Luego que el intendente venciera en los comicios y lograra su reelección, se dio esa especie de “luna de miel” que no dio lugar a peleas. El intendente Llamosas convocaba a sus rivales para escuchar propuestas, mientras los concejales de JxRC transmitían un sentimiento más pacífico y colaborativo. Todo se diluyó rápidamente con la aparición del “médico trucho”, tema que apareció en agenda por acción de una oposición que mutaba a combativa.
Sin embargo, surgió un atisbo de esperanza. Cuando se comenzó a hablar de la segunda ola, Llamosas y sus hombres se mostraron abiertos a receptar sugerencias de los bloques opositores. Claro que esto fue justo cuando el tema del “médico trucho” tenía a JxRC apretando el acelerador. Fueron los concejales de la primera minoría los que sugirieron integrar una mesa de trabajo con el COE y la Municipalidad, pero nunca pudieron resistirse a seguir el fuego cruzado. El oficialismo desestimó esta posibilidad explicando que no se abriría paso a un co-gobierno.
Si el HPC tuvo una mínima intención de trabajar más cerca de la oposición, los embates de JxRC terminaron por suprimir cualquier posibilidad de hacerlo. Desde ese entonces, el comportamiento de unos y otros se asemejó al observado durante el momento más friccionado de la campaña del 2020. De alguna manera puede interpretarse que la oposición no reconoce la derrota que sufrieron el año pasado, pero también que el oficialismo se comporta como si las elecciones todavía no hubieran ocurrido.
La tensión se respira en los pasillos del Concejo. Relataba un informante que “algunos concejales no pueden ni verse”, desalentando las versiones que hablan de un clima de trabajo ameno. Aunque oficialismo y oposición suelen ser los protagonistas principales de estas fricciones, también aparecen las grietas internas, especialmente en el oficialismo.
Según relatan fuentes confiables, hay cortocircuitos entre los representantes del schiarettismo puro, el kirchnerismo y los referentes de “La Militante” delasotista, lo que repercute en el cronograma legislativo. Aunque JxRC también ha mostrado señales de choques internos, HPRC debe lidiar con las diferencias del rejunte peronista que integra su bancada.
En medio de las tensiones, la población todavía espera respuestas para solucionar las dificultades que dominan en la pandemia. Polarización y desconfianza, escándalo y especulación; mala combinación para un momento que exige combatir la pandemia con las mejores armas, sabiendo que el virus aplica la fórmula del “divide y vencerás”. En estas condiciones, la superación de la crisis ya parece una utopía.