Por Felipe Osman
El sindicato de empleados municipales tiene incluso más problemas de los que se advierten a golpe de vista. No se trata ya sólo de que la conducción esté en franco retroceso frente a un Ejecutivo con el que supo coquetear en la previa de las últimas elecciones municipales, ni de la convicción de cada vez más delegados de que las Áreas Operativas fueron “entregadas” por una lista Verde que no supo -o no quiso- contener la descentralización. Tampoco de la pérdida de la séptima hora de jornada, de la “amenaza” de cómo seguirá la descentralización cuando la desconcentración operativa sea un hecho, ni de las tantas otras mercedes pedidas en el camino. Se trata de los problemas internos que atraviesa el oficialismo gremial.
Un par de semanas atrás el Ministerio de Trabajo de la Nación publicó la resolución 133/21, que prorrogó a su predecesora, la 1199/20, extendiendo “la suspensión de los procesos electorales, las Asambleas y (…) todo acto institucional que implique la movilización, traslado y/o la aglomeración de personas, de todas las asociaciones sindicales inscriptas”.
La disposición nacional, que en rigor no imposibilita a la conducción de convocar a una Asamblea General en septiembre para constituir una Junta Electoral y llamar a comicios en los últimos meses del año, fue muy bien recibida por las autoridades del gremio, que ya ven más que cercana la posibilidad de “patear” las elecciones para el año próximo. Según apuntan distintas fuentes que integran el sindicato, la comisión directiva se sintió “aliviada” con la noticia.
Ahora bien, ¿por qué un espacio que ganó las últimas elecciones con el 90 por ciento de los votos debería preocuparse por volver a las urnas? Hay más de un motivo.
En primer lugar, el Suoem ha perdido mucho desde la llegada del peronismo al Palacio 6 de Julio. No sólo se redujeron jornadas y salarios, también se limitaron las horas extra, prolongaciones de jornada y viáticos, se dispuso un régimen de pasividad anticipada, se empezaron a desmembrar las Áreas Operativas y se quitó al gremio poder administrativo con el retiro de claves y expedientes. Trascartón, muchos integrantes de la conducción se mostraron muy cercanos al peronismo durante la campaña electoral previa a su victoria.
En suma, el panorama de la comisión directiva frente a los afiliados es de entrada muy complicado, aunque no más que las relaciones puertas adentro de la lista Verde o con los delegados de las distintas reparticiones.
El oficialismo se enfrenta a muchas dificultades para armar una lista que cierre las heridas internas y que, a la vez, renueve las esperanzas de sus representados. Y estas dificultades anidan en diversas causas.
No hay referentes. Muchos de quienes hoy están en la comisión directiva son señalados por las recientes pérdidas del gremio. Y para peor de males, el recambio generacional que la Verde necesita no existe. Las segundas líneas están incluso más cuestionadas que las primeras, y a esto se suma el efectivo empeño que Rubén Daniele siempre puso en bloquear el crecimiento de delegados que pudieran tomar la posta tras su retiro.
Por otro lado, la histórica pelea entre Daniel “Chiquito” Fernández (secretario adjunto) y Ariel Quiñone dificulta al oficialismo ampliar su base de sustentación sumando al delegado de Recursos Tributarios. Fernández no lo consiente. Sumar a Quiñone implica sumar a un competidor directo en la línea sucesoria de “el Gringo”.
Mientras todo esto sucede, otro dirigente con gran ascendencia en los CPC empieza a moverse para construir una alternativa. Se trata de Aldo “el Negro” Cabello, un dirigente gremial de extracción radical que años atrás supo ser subsecretario gremial de los CPC y negoció muchos ingresos durante la gestión de Luis Juez.
Cabello lanzó, casi dos años atrás, su propia agrupación -la UDT- (Unión, Dignidad y Trabajo), y desde entonces advertía de los “peligros” que entrañaba para el gremio la posibilidad de que el peronismo llegara al poder en el Palacio 6 de Julio.
Este dirigente, que no oculta su descontento con la Verde, tiene a su favor mucha llegada a los CPC y a las populosas áreas de Salud y Educación, y un historial limpio en cuanto a cercanías con el nuevo empleador.
Desde luego, es difícil que por sí sólo pueda construir una alternativa que represente una amenaza real para el oficialismo gremial, asique la pregunta es hoy la misma que en 2017, ¿cómo jugará Quiñone?
Si se constituyera un espacio que reuniera a Cabello y Quiñone, y estos lograran seducir a los delegados del oficialismo dejados de lado por la conducción, podría nacer una alternativa real a la Verde. Si no para ganar, para plantar bandera.
El otro interrogante que seguro cualquier opositor buscará hacer resonar en la cabeza de los afiliados será el siguiente: ¿Qué va a pasar cuando Daniele ya no sea una posibilidad? Si el gremio no construye una alternativa antes de que ello suceda, probablemente se abismará a una encarnizada lucha entre delegados que podría traer aparejadas serias consecuencias en el futuro cercano.
Las decisiones están pendientes. La Verde puede estirar los plazos para buscar solución a sus problemas, o para velar por la tan esperada rehabilitación del “agente Daniele” como empleado activo, pero mientras tanto tendrá que observar el crecimiento de espacios que puedan disputarle, sino el sindicato, su hegemonía sobre él.