Por Javier Boher
javiboher@gmail.com
Hay dos cosas que se han escuchado muchas veces a lo largo de la cuarentena: “para nosotros la educación es una prioridad” y “hay que entender que los contextos son diferentes”. Sobre esas dos premisas, que no pueden ser negadas a priori, se ha erigido una monumental máquina de excusas para trabar el regreso de la presencialidad a las escuelas.
La cuestión es bastante espinosa, por las cuestiones por todos conocidas. El sindicalismo, la falta de infraestructura, el transporte público, los protocolos y las desigualdades socioeconómicas hacen que no esté muy claro cómo se va a volver a las aulas.
En los últimos días se ha hablado mucho sobre el tema. El ministro de Educación, Walter Grahovac, ha desfilado por diversos medios con el fin de despejar las dudas sobre cómo se está preparando el área a su cargo para determinar los modos según los cuales se pondrá en funcionamiento la “nueva normalidad” de 2021.
Algunas cosas caen de maduro. No necesitan grandes infectólogos ni prolijos abogados para redactar reglamentos y protocolos que garanticen la vuelta a clases. Barbijo, distanciamiento social, buena ventilación, menor concentración de alumnos por curso y buena higiene de manos.
Hasta ahí, en todos lados y en todos los rubros es más o menos lo mismo. No se necesitan grandes innovaciones para garantizar el regreso.
Sin embargo, hay otras cuestiones en las que sí deberían detenerse y poner un poco más de atención, cuestiones pedagógicas y administrativas de gran importancia para el éxito del regreso.
En primer lugar, los docentes, directivos e inspectores siguen de vacaciones. Las cuentas de redes sociales del ministerio de educación siguen inactivas desde que terminó el ciclo lectivo 2020, lo que bien podría llevar a pensar que el único que está destinando el mes de vacaciones a trabajar es el ministro.
Grahovac aseguró, además, que ya se está capacitando a los inspectores y directivos respecto a las nuevas normativas vinculadas al regreso a clases. En las escuelas privadas, los directivos se reincorporan el 8 de febrero. En las públicas, docentes y directivos el 17, al igual que los inspectores o supervisores, que tienen 45 días de vacaciones por antigüedad.
Es decir que, con gran probabilidad, todos siguen en sus vacaciones, como en el clásico separador de Cadena 3: “Sombrilla, bronceador, traje de baño y ¡al agua!”.
Aunque en el cronograma que envió el ministerio a fines de diciembre la reincorporación pautada para el día 17 implica una “Capacitación protocolo Covid-19”, probablemente la cosa se resuelva como siempre: todos los docentes sentados en ronda, tirando ideas sobre cómo se deberían dar las clases, rodeados de criollos y mate (esperemos que no compartido).
Además, como cuestión más que importante, está lo relativo a los cursos que cierran ciclo. Se anunció que los sexto grados y sexto años de 2020 deberían volver el 19 de febrero para complementar la educación que recibieron en la virtualidad. Ahora bien, dos cuestiones emergen rápidamente a la vista: ¿cómo van a hacer que los alumnos que cursaron a distancia su último año de secundario y hoy están concentrados en hacer el ingreso universitario o en aprobar las materias que adeudan?¿Quién va a pagar las cuotas de los alumnos de las escuelas privadas que deban ir a cursar cundo ya no deberían hacerlo?.
La segunda cuestión es considerablemente más compleja. Según el anuncio del gobernador -ratificado por el ministro de Educación- los párvulos de sala de 5 no están convocados para hacer la articulación con el primario que hubiesen realizado a lo largo del ciclo lectivo pasado.
Es decir que su último recuerdo es de sala de 4, cuando todo es lúdico y amoroso, y deberán insertarse en un nuevo nivel, con nuevas prácticas y rodeados de alumnos más grandes. De revinculación y resocialización para los más vulnerables, nada.
Finalmente, la cuestión de la distribución de 50.000 computadoras para los alumnos de hogares más vulnerables es un gran producto para vender desde el marketing político, pero hay que ver el nivel -o la voluntad- de capacitación de los docentes, siempre dando por supuesto que el acceso a la luz eléctrica y a internet ya está resuelto.
¿Se sabe cómo van a trabajar los docentes que son grupo de riesgo?¿Se les asignará un suplente a sus cursos o transmitirán desde su casa para que los alumnos vean la clase desde sus pupitres?. Quizás el ministro tiene las respuestas a estas preguntas en algún protocolo que ha elaborado con quienes estén yendo a trabajar (difícilmente funcionarios de carrera).
La educación en la provincia de Córdoba está mejor organizada que en otros distritos del país, pero está lejos del nivel que se necesita en un contexto tan atípico como el actual. La ineficiencia de la pesada burocracia educativa es un elemento a ser subsanado.
Lo que que en condiciones normales es tan habitual -que la información siempre llegue tarde a las escuelas, sin tiempo para prepararse- hoy no se puede permitir, ya que es fundamental arrancar bien, para garantizar el éxito del regreso. Es que, ¿de qué sirve que abran las escuelas, si no se sabe cómo hacer para no tener que volver a cerrarlas?.