Desde hace algunos meses hay incrementos en el precio internacional de los commodities agrícolas (soja, trigo y maíz), impulsando el valor exportado por la Argentina nuestro país. Las subas se explican por la debilidad del dólar a nivel mundial, la elevada demanda china de estos productos y las magras cosechas esperadas para Argentina, Brasil y Estados Unidos (entre los tres, reúnen al 80% de la producción mundial de la oleaginosa).
Más allá de que algunos dirigentes como la diputada Fernanda Vallejos consideren una “maldición” la situación, para la Argentina es viento a favor. Al comparar los precios que estos productos tuvieron en diciembre pasado con los que exhibían en promedio en el primer semestre del 2020, encontramos subas considerables: el poroto se encareció 38%, la harina 37% y el aceite 35%. En paralelo, el precio del trigo subió 17% y el del maíz 27% en dicho lapso.
Los contratos futuros correspondientes a los meses de mayor exportación de estos commodities están operando incluso por encima de los valores de diciembre, de modo que el mercado espera que sus precios sigan creciendo y que, para cuando la cosecha salga efectivamente al exterior, se obtendrían mayores valores. Es evidente que el encarecimiento de estos bienes favorece a quienes los venden, elevando su rentabilidad, en tanto los costos quedan virtualmente quietos. Sin embargo, además, la mejora de sus precios puede beneficiar a la toda la economía, por lo menos por dos vías.
Un trabajo de la consultora Ecolatina indica que la suba del precio de las exportaciones mejora el total de nuestras ventas al exterior. Aunque al momento hay incertidumbre sobre la magnitud de la actual cosecha, si las lluvias siguieran siendo favorables, el incremento rondaría los US$ 7.000 millones (70% de ellos gracias al complejo sojero y 30% al trigo y el maíz) comparado con el ingreso que hubiera habido de mantenerse los precios del primer semestre del año pasado.
Este flujo adicional de divisas aliviaría las tensiones en el mercado cambiario, permitiendo fortalecer las Reservas netas del Banco Central o apreciar el tipo de cambio real, o una combinación de ambas. Un avance de la liquidación de divisas podría despejar expectativas devaluatorias, a la vez que serviría para afrontar el pago de deuda externa sin mayores tensiones (pese a que los vencimientos de títulos en moneda dura son muy acotados en 2021, el Tesoro podría aprovechar la disponibilidad de divisas para cancelar pasivos con el Club de París). Alternativamente, podría ser una oportunidad para disminuir las restricciones a la compra de dólares.
En particular, las dificultades que hoy tienen los importadores para acceder a los dólares golpean la actividad económica y podrían suspenderse con un mayor influjo de divisas. Un desafío en este sentido será que las ventas al exterior efectivamente se concreten: la elevada brecha cambiaria y las tasas de interés en pesos por debajo de la expectativa de inflación/devaluación son claros incentivos para posponer/minimizar exportaciones (que deben liquidarse rápidamente en el oficial).
Por otra parte, el aumento de las ventas al exterior incrementa las retenciones que cobra el Estado a los exportadores. Así, la ganancia externa también contribuye a una mejoría fiscal. Esta suba podría ubicarse por arriba de los $180.000 millones (0,4% del PBI, un 31% de los ingresos por retenciones del 2020), comparando las ventas al precio futuro más representativo de cada cultivo con su valuación a precios del primer semestre de 2020.
En este caso, casi 90% del incremento sería explicado por el complejo sojero, que tiene mayores alícuotas que los otros productos. Considerando que parte de las presiones cambiarias del último año estuvo vinculada a la emisión récord en que incurrió el sector público para afrontar los gastos extra que provocó la pandemia, un mayor financiamiento por la vía de impuestos (y no por la vía de asistencia del BCRA) también ayuda a lograr una mayor calma cambiaria.
La consultora indica que aunque se dijo que la suba de precios internacionales era perjudicial puesto que su traslado a los precios de los alimentos merma al poder adquisitivo de los sectores más vulnerables, con ese volumen de recursos adicionales, el Palacio de Hacienda puede compensar potenciales efectos dañinos, ya que, por caso, el monto de retenciones adicionales permitiría triplicar el alcance de la tarjeta AlimentAR, incluyendo a 3,1 millones de familias adicionales al programa.
Alternativamente, estos fondos podrían ser usados para incrementar en 75% el presupuesto anual de la AUH o para congelar las tarifas de servicios públicos por casi dos trimestres. Por otra parte, contando con más reservas internacionales, el Banco Central podría optar por reducir el ritmo de aumentos del dólar oficial. Hoy en día esta cotización se mueve al ritmo de la inflación, pero si se rezagara con respecto al resto de precios, se abarataría el precio relativo de los transables.