Por Gabriel Marclé

Mientras más se acercan los comicios, más se habla de números. Por estos días comienzan a observarse fenómenos que revelan con mayor precisión lo que pueda ocurrir en las urnas, a menos de cuatro semanas de su llegada. También aparecen las encuestas que, aun direccionadas por los intereses políticos de quienes las solicitan, entregan datos útiles para proyectar los resultados del 29-11. Atentos a esas cifras, los referentes de la oposición se centran en acortar distancias, mientras que el oficialismo busca acercarse cada vez más al “número mágico” que les dé la reelección.
“Si me preguntas a mí, queremos llegar al número de 2016”, opinó un colaborador cercano a Juan Manuel Llamosas. En las elecciones de aquel año, el candidato peronista había logrado superar la barrera de los 45 puntos y se distanciaba de su principal competidor, Eduardo Yuni, sacándole 14 de diferencia. Sin duda, el resultado superaba las expectativas generadas por las encuestas que circulaban por aquellos días.
Es necesario apuntar que las elecciones en Río Cuarto casi siempre se caracterizaron por un cabeza a cabeza muy parejo entre los dos principales candidatos, pero que la victoria de Llamosas fue uno de los pocos ejemplos contrarios. Aún así, no pudo superar lo conseguido por otros dos intendentes. En 1999, Alberto Cantero ponía al peronismo en la Municipalidad logrando 15 puntos de diferencia con la oposición del por radicalismo oficialista. Pero la UCR también tuvo su “victoria por goleada” en 2008, cuando Juan Jure venció con el 49% de los votos y una diferencia de 19 puntos con el segundo, Luis “Tin” Sánchez.
Más allá de los récords, Llamosas le daba ribetes épicos a su aplastante victoria, algo que le permitió una “luna de miel” más duradera, con un proyecto que se construía con más buenas que malas noticias. Tal es así que mucho antes del final de su mandato, con dos o tres años de anticipación, el llamosismo ya comenzaba a visualizar cuatro años más de un Gobierno que rebosaba confianza.
Claro que toda la buena energía que fluía se topó con la impensada complejidad de la pandemia, una que trastocó todos los pronósticos y hasta derribó varios planes del nuevo proyecto de Gobierno. Ocurrió todo lo contrario para la plataforma de Gabriel Abrile, candidato de Juntos por Río Cuarto, quien resultó fortalecido por las postergaciones que llevaron a la previa electoral más larga de la historia.
Es por esto que, por más que quieran, los asesores del oficialismo no pueden adelantarse a las urnas, al menos no públicamente. Sin embargo, aunque la mesura y el “paso a paso” moldean los discursos de sus referentes, algunas voces comenzaron a definir el resultado ideal para el 29-11, con la expectativa de repetir la hazaña conseguida cuatro años atrás.
De frente están las experiencias del pasado, esas que demuestran un proyecto debilitado cuando se apunta a renovar para un segundo mandato. Le ocurrió a Juan Jure en 2012, con apenas un 4% de diferencia con su principal competidor, Miguel Minardi. La primera gestión del intendente radical había sufrido algunos traspiés que, sumados al poderío competitivo del candidato promovido por el entonces gobernador José Manuel De la Sota, terminaron por achicar las distancias, aun habiendo conseguido el 47,8% de los votos.
Llamosas sabe que el proyecto de reelección que se vote en las urnas no deberá denotar una pérdida de poder ni el desgaste tan militado por la oposición durante los meses de crisis sanitaria. Si logra renovar su autoridad al frente de la Municipalidad, debe hacerlo consiguiendo un resultado acorde a esas expectativas. ¿En qué puntaje está pensado?
El “número mágico”
Alfil consultó con diferentes nombres cercanos al proyecto de reelección liderado por Llamosas, con el fin de consultar respecto al número que mejor representa el objetivo electoral rumbo al 29-11. Entre los puntajes destacó una cifra que refleja cierta unanimidad al momento de plantear ese objetivo ideal. Al parecer, el “número mágico” es el 42, un porcentaje de votos que gran parte del llamosismo estaría dispuesto a firmar como resultado final.
Según los adeptos a la numerología, el 42 es un “número para el éxito”, que representa “confianza y autosuficiencia”, pero que trae consigo “cambios grandes y positivos por delante”. De manera inconsciente, una buena parte del oficialismo ha elegido una cifra que puede definir a la perfección los objetivos planteados por su proyecto de reelección.
Las expectativas se ubican apenas por debajo del desenlace electoral de 2016. El 42 está por debajo del porcentaje que permitió la vuelta del peronismo a la Municipalidad, pero se acerca bastante. En términos generales, fuentes de consulta dentro del peronismo coinciden en que las exigencias son mayores, teniendo en cuenta que esperan una competencia un poco más reñida que la de cuatro años atrás. A pesar de no dar por ganado el choque, como lo hizo parte del justicialismo en marzo, creen que las chances de repetir siguen siendo altas.
“Desde que Abrile volvió de su enfermedad, no han logrado sacarnos diferencia. Y te diría que desde que empezaron a recorrer el territorio, les ha ido peor”, opinó un analista cercano al Gobierno, en referencia a las estimaciones que se tienen desde la oposición. Ahora, las expresiones provenientes desde Juntos por Río Cuarto hablan de una batalla pareja que podría tener un “giro” inesperado. “Estamos mejor que ellos y lo saben”, se animó a aseverar un colaborador de Gabriel Abrile.
Algunas proyecciones surgidas desde el propio justicialismo adelantan una diferencia de entre 6 y 7 puntos a favor de Llamosas que podría ampliarse si se tienen en cuenta los votos indecisos. El sprint final de la campaña, tanto para el peronismo como para el radicalismo, se centrará en la seducción de aquellos electores que aun no pudieron definir qué papeleta pondrán en las urnas. Una de las tantas encuestas que comenzaron a difundirse expresa que el porcentaje de indecisos se acerca al 30%, un caudal de votos que resultará definitorio para las intenciones de cada corredor de la contienda electoral.
Desde el radicalismo consideran que las diferencias se acortaron aún más que lo planteado por las encuestas extraoficiales del justicialismo. Además, plantean que el poderío de las terceras fuerzas será menor al de 2016. “Creemos que Carrizo no tracciona tantos votos como piensa, lo que terminará por dejarlo por debajo de lo conseguido con Respeto hace cuatro años. Además, el resto de los candidatos apenas registran entre el 1 o 3%, lo que deja más reparto para las fuerzas principales”, referenció un analista político cercano a Gabriel Abrile.
Más allá de los pronósticos, parece que el proyecto de Llamosas apunta a mantener su caudal político y deposita su confianza en números que podrían ratificar esa presunción. Después de todo lo ocurrido, el oficialismo se da el lujo de aspirar a una elección igual a la de 2016, aun marcado por los cisnes negros de la pandemia. Queda muy poco para la hasta ahora ineludible cita electoral y las encuestas comienzan tapar a las cifras Covid que antes ocupaban la agenda. Pase lo que pase, los números siguen marcando el paso de la campaña.