Por Ramón Mestre
Presidente de la UCR de Córdoba
“Todo es igual, nada es mejor”, escribió alguna vez Enrique Santos Discépolo y patentó, con “Cambalache”, un futuro poco prometedor para Argentina. Ese tango de 1934 parece ser un llamado a la acción; una invitación para trabajar por un presente y un futuro mejor. Incluso, en medio de una pandemia que afecta al mundo.
Si el Covid-19 hizo coincidir a las agendas de los medios, de la sociedad y de la política, esta última tiene ahora el desafío de trabajar por la unidad nacional para salir de la mejor forma de un presente que trajo pérdidas humanas irreparables y daños económicos crueles. Este virus que se expande, también, nos hizo revisar las prioridades que teníamos como sociedad y en un abrir y cerrar de ojos cambió nuestra perspectiva. Aún, algo que no cambió, es la dualidad con la que tratamos de entender a nuestro país.
Pareciera que los argentinos y argentinas nos definimos siempre por polarizaciones desencontradas. Somos de Boca o de River; de Talleres o de Belgrano; radicales o peronistas; unitarios o federales; del interior o de la Capital. Asimismo, con la implosión de nuevos espacios políticos, el concepto de la “grieta” rápidamente nos posiciona de un lado o de otro.
Así parece haberse organizado en cierta forma la política durante los últimos 50 años, en los que hemos tenido procesos de estas características. Y ¿qué es la grieta? Es ese choque de fuerzas y de lucha por la hegemonía discursiva; un concepto al que los argentinos y argentinas recurrimos regularmente no solo para explicar lo que nos pasa, sino para construirnos desde la diferenciación. En el más insano de los casos, desde una especie de anulación del otro o del que piensa distinto.
En la “grieta” reposan o descansan aquellas posturas que tienen que ver con la economía, con la salud, con el empleo y con cualquier tema coyuntural o estructural que atraviesa a nuestro país. Así leemos lo que nos sucedió en el pasado más cercano y en el presente. Hoy, la política y la cotidianeidad de nuestros actos se construyen por sobre la base de estos dos polos claramente opuestos.
Hace unos días leía unos artículos que indicaban que más del 35% de los argentinos y argentinas se posicionan por fuera de la “grieta”. Muy por el contrario, se manifiestan a favor del diálogo entre partidos y hacia el interior de las estructuras políticas. Eso sí, hay que ver cuánto somos capaces de construir en conjunto, para ver si ese segmento, que más que números son historias de esfuerzo, se ensancha aún más y elige el fin de un camino de división que no conduce a ninguna parte.
Así las cosas, tal vez ya sea tiempo de que los argentinos y las argentinas busquemos una salida. O, más bien, como decía Raúl Alfonsín en 1983, cuando intentaba instalar en campaña el valor de la democracia: “una entrada a la vida”, para cobijarnos a todos y a todas bajo la misma bandera del estado de derecho, del diálogo y de la sana convivencia.
Para transformar esa “salida” en una nueva “entrada”, como decía Don Raúl para convocar desde un discurso amplio, es necesario, primero, hacer un *ejercicio del esfuerzo*.
Quienes gobiernan hoy el país, y en nuestro caso, la provincia de Córdoba, tienen la mayor parte de esa responsabilidad por el hecho de estar al frente del Estado. A los hombres y mujeres del arco político opositor, entre ellos la Unión Cívica Radical, nos cabe el desafío de aportar ideas y gestos para constituirnos como una oposición constructiva en los cuerpos legislativos locales, provinciales y nacionales.
En segundo lugar, es necesario hacer un *ejercicio de la sinceridad*, ya que la “grieta” no se cierra solo por el impulso de uno de sus lados. Mientras no haya vocación política seria, fundamentalmente por parte de quienes hoy tienen responsabilidades de gobierno, no vamos a poder cerrar esa grieta. Yo soy de los que piensan que sí podemos.
En tercer término, es necesario que avancemos en un *ejercicio de la empatía*. En especial, diseñando políticas públicas destinadas a los argentinos y argentinas más postergados y postergadas. Los diagnósticos indican que tras la pandemia, 1 de cada 2 ciudadanos y ciudadanas puede estar en situación de pobreza en Argentina. Esto plantea el desafío del trabajo en conjunto; de dejar de lado las divisiones sin sentido, para ponerse en el lugar del otro.
Un cuarto elemento, tal vez la esencia misma de la democracia y de la unidad, tiene que ver con un *ejercicio de diálogo* como herramienta de construcción política, partidaria y social. En todos los niveles. En todos los espacios. En todas las organizaciones. En todos los sectores de la economía. Escucha horizontal para construir un diálogo sincero.
En el arco político opositor conviven diferentes puntos de vista y diferentes formas. Eso es sano en la medida en que seamos capaces de trabajar desde un diálogo horizontal tanto hacia adentro como hacia afuera de las estructuras partidarias mayoritarias de Argentina. La sociedad le dio la posibilidad de gobernar al kirchnerismo durante 12 años. Luego, entendió que era el fin de una etapa. Ahí se conformó Cambiemos y Mauricio Macri llegó a la Presidencia de la Nación. Durante estos años, nosotros acompañamos legislativamente, por decisión orgánica de nuestro partido, hasta la fecha electoral. Seguramente, en un tiempo no muy lejano habrá una nueva discusión.
Eso creo, humildemente, que nos falta: ejercicio de unidad para superar la grita y cada una de nuestras divisiones sin sentido. Tal vez en los puntos de encuentro y en las coincidencias está la unidad que tanto necesitamos en Argentina. Para eso hay que trabajar duramente; con diálogo permanente, estableciendo prioridades, atendiendo lo urgente y discutiendo sanamente qué país queremos ser. Esto vale para la provincia de Córdoba, donde tras 21 años de gobierno de un mismo espacio político, es tiempo de algo nuevo.
Sin egoísmo, con nuevas ideas y con unidad para salir adelante. Ya es tiempo.