En el país del revés, Macri sería cordobés

Desde las “usinas” del PRO se ha lanzado un globo de pruebas con la misión de medir las chances de un disparatado experimento: una candidatura de Mauricio Macri a una senaduría por Córdoba en 2021. Aceptemos el desafío.

Por Felipe Osman
fosman@diarioalfil.com.ar

macriLas redes sociales y las portadas de los diarios, guiadas por los algoritmos con que Google nos acribilla cada día, no han dado respiro a quienes padecemos de un consumo problemático de noticias, y en el menú de ayer el plato principal ha sido, sin lugar a dudas, la hipotética candidatura de Mauricio Macri a una senaduría por la provincia de Córdoba en 2021. El último globo de ensayo que las “usinas” del PRO han soltado para sondear hacia donde soplan los vientos.

La primera objeción es tan obvia que cuesta hacerla. Saquémonos eso de encima: Macri no nació ni jamás residió el Córdoba. Pero aunque un impedimento tan categórico debería saldar la cuestión, la realidad es que los jueces ya han probado la flexibilidad de las leyes que regulan esta clase de menesteres. Asique, sigamos. 

Puestos a imaginar el escenario contra-fáctico de una candidatura del ex presidente a una banca cordobesa en la Cámara Alta no cuesta encontrar los motivos que llevaron a los cráneos del PRO a ilusionarse con la posibilidad. Lanzándose desde Córdoba el heredero del grupo SOCMA se aseguraría -pensarán- un regreso triunfal a la arena política: en estas latitudes, cosechó el 71,5 por ciento de los votos en 2015 y el 61,3 por ciento en 2019. Además, se mostraría como líder indiscutido de la alianza y evitaría iniciar roces prematuros con Horacio Rodríguez Larreta en Capital Federal, roces que podrían terminar precipitando un choque entre las dos principales figuras del espacio demasiado antes del 2023. (Nota: imaginar a Macri haciendo campaña en el Conurbano Bonaerense parece, por estos días, demasiado imaginar).

Por otro lado, la plataforma cordobesa ofrece algo que la bonaerense no puede ofrecer en el próximo turno electoral. Mientras en Buenos Aires sólo se renovarán diputados en 2021, Córdoba pondrá en juego sus tres senadurías. En otras palabras, de ganar se haría con una banca desde la cual protagonizar cuantos encontronazos sean necesarios con Cristina Fernández de Kirchner para profundizar la grieta y elevar ad infinitum una polarización que, por definición, sólo paga a dos apostadores: el propio Macri y a su archienemiga (y socia, en cuanto conjunta beneficiaria de tales dividendos).

Estratégicamente, un triunfo sólido en Córdoba sumado a dos esperables victorias en Mendoza y Capital Federal permitiría a Juntos por el Cambio quedarse con tres de los cinco mayores distritos electorales del país. De los restantes, la alianza contaría con una candidata de peso para Buenos Aires, la ex gobernadora María Eugenia Vidal, y en Santa Fe el espacio siempre fue competitivo, incluso con candidatos sacados del teatro de revista.

Ahora bien, la parte más difícil de imaginar es a los cordobeses votando como representante del distrito a un porteño que, antes de cumplir un mes en la Presidencia, ya había decretado duplicar el porcentaje de recursos que Capital Federal recibe por coparticipación nacional. O a la provincia, que alguna vez albergó proyectos presidenciales, consintiendo ser representada por un ex Jefe de Gobierno de CABA.

Esta trastocada conducta del electorado cordobés no parece improbable, aunque sí antinatural. Y de darse, mostraría hasta qué punto la (justificada) aversión de los cordobeses al kirchnerismo los arrastra cada día un poco más hacia el fondo de una grieta en las que las leyes de la política se deforman dejando espacio suficiente sólo para una tesis, su antítesis, y una decisión que siempre se toma cegado por el rechazo hacia una de ellas.