Ardiles o Perón, eje político del estadio de Instituto

Por Federico Jelic

De manera indirecta, la política se mete otra vez en el centro de la escena en Instituto, a pesar de los recientes homenajes con respecto a ídolos que bautizaron con sus nombres las tribunas del estadio monumental de Alta Córdoba. O también llamado estadio “Juan Domingo Perón”, precisamente la cuestión que instala polémica en tiempos de sensibilidad y susceptibilidad extrema. Porque, mientras hubo disfrute por la celebración y condecoración con las viejas glorias de la entidad, algunos aprovecharon la movida y envión para “ir por todo”, en busca de que el hogar albirrojo, su tan querida localía, porte el nombre de otra leyenda propia, dejando atrás el reconocimiento a algún político ajeno a la familia. ¿O hay algún otro plan desde las sombras?

Desde la dirigencia no han emitido opinión al respecto. Pero cabe aclarar que sí existió el petitorio formal de un grupo de socios que, a modo de tributo, propone que la cancha pase a llamarse “Osvaldo César Ardiles”, hijo pródigo y campeón del mundo del ’78 con la Selección Argentina en su palmarés, por encima del nombre del tres veces presidente y figura retórica de la política nacional. El tema debería tratarse como punto en el orden del día en la próxima asamblea de socios y, si obtiene la mayoría, la nueva denominación se acredita automáticamente.

 ¿Por qué tanto aspaviento? Se viven momentos álgidos en la política local, municipal, provincial y nacional. No faltarán aquellos que suponen conspiraciones partidarias (o partisanas) en defensa de la ideología ,denunciando un golpe de Estado pasional, como aquellos que celebrarán el posible cambio de apellido como un triunfo patriótico-cultural. La intención primigenia no parece contar con tintes dialécticos, no obstante en este escenario, cualquier especulación puede servir de agraviante para alterar los ánimos del socio.

La historia, el préstamo y la polémica

Semanas atrás, Instituto abrió el juego a una consulta popular sobre sus ídolos, que fueron ternados de acuerdo a sus oropeles en cancha con la consigna de elegir a los ex jugadores más queridos y, con ese criterio, avanzar para bautizar las tribunas del estadio. Duró una semana y los consagrados fueron Ardiles (apellido que llevará la platea baja), Mario Kempes (platea alta); Daniel “Miliki” Jiménez (popular Sur), Salvador Mastrosimone (cabecera Norte) y Diego Klimowicz (popular lateral). El vestuario local pasó a llamarse Héctor “Chulo” Rivoira, en recuerdo del último DT que llegó a Primera División en 2004. Todos felices y contentos. Hasta que llegó esa presentación del grupo “La Ramón Isleños” que motivó discordias de toda naturaleza.

Es que muchos socios con ideología peronista tomaron esta actitud al estilo de una provocación, un ataque dogmático en tierra de “gorilas” e iconoclastas, una deslealtad, un plan sistemático y programático de desestabilización dogmática. Ocurre en todos los ámbitos políticos…

Por medio del presente, nos dirigimos a usted en representación de un grupo de socios (…) para solicitarles den facultad únicamente a los asociados de nuestra institución, de llamar al estadio Osvaldo César Ardiles”, inicia la misiva dirigida al presidente Roberto Castoldi y a sus pares de comisión. “Nuestra intención no es imponer sino proponer que los socios al día decidan mediante votación o por el sistema que la CD decida correcto (debido a la pandemia) el cambio de nombre o no del estadio”, completa el artículo en cuestión.

Ahora es el turno de los revisionismos históricos. ¿Cuándo se otorgó la piedra basal del nombre “Perón” al también llamado “Monumental de Alta Córdoba”? Corría el año ´46, el “General” era la máxima autoridad del  gobierno y había legitimado facultar al Poder Nacional a disponer de 20 millones de pesos en subsidios para la construcción de estadios de entidades sociales y deportivas a lo largo y ancho del país. Racing de Avellaneda y Huracán de Parque Patricios obtuvieron los primeros beneficios, Sarmiento ya avanzaba con su proyecto en Junín mientras que en Córdoba, fue Instituto la única institución que formalizó el pedido.

Entonces, en el ’48, la “Gloria” se hizo acreedor de un préstamo de un millón y medio de pesos con el que dio el puntapié inicial para remodelar el antiguo y precario recinto deportivo de colores rojo y blanco. El proyecto inicial indicaba que el estadio podía albergar a 50 mil espectadores, aunque encontró en la inflación sus primeros obstáculos. Aquellos estragos dejaron como saldo la estructura final de hoy, con aforo para 26 mil hinchas. ¿Qué pasó con el dinero restante? Un misterio. Y para poder congraciar al gestor de dicho préstamo, con el objetivo de acceder a otro préstamo, impusieron ese nombre al estadio a modo de reconocimiento por su obra. “Sería una lástima que esta obra que ha sido iniciada merced a la ayuda del Superior Gobierno Nacional y en especial del excelentísimo señor presidente general don Juan Perón, de quien en oportunidad tuvimos el honor insigne de recibir en propias manos copia del decreto 5.018, quedara sin terminar, máxime cuando esta C.D. tiene ya resuelto por sesión denominar a su nuevo estadio Presidente Perón, previa venia suya, para lo cual se ha solicitado audiencia”, rezaba el documento firmado en noviembre de 1950 por Domingo Napolitano, conductor de Instituto en esa época. El escrito no prosperó ni tuvo el resultado esperado, por lo que las pretensiones iniciales del nuevo inmueble debieron adaptarse a un escenario más reducido, con la capacidad actual y no con el sueño de un estadio de primer mundo. A pesar de dicho acto, rara vez la cancha de Instituto fue llamada por el hincha y por el periodismo con esa denominación, ya que por lo general en la calle y en la jerga popular se lo conoce como “El monumental” de Alta Córdoba.  

Los homenajes deben hacerse en vida, es por eso que nuestra intención es que lo lleve quien entendemos es el mayor ídolo de todos los gloriosos”, completa la propuesta de este núcleo de socios, quienes ya cuentan con la aprobación y el respaldo del familiares y allegados a Ardiles.

Pero por tratarse de Perón y su pasado, con proscripciones y otros entretelones políticos, siempre quedan cabos sueltos como argumentos de controversia, sea un estadio, un equipo, una estatua o una plaza.