Macri en silencio, ¿estrategia o prescindencia?

¿Se trata de estrategia? Callar no es, generalmente, una opción dentro de esta actividad. Además, y salvo el manto de compresión general que tuvo Alberto Fernández durante los primeros 30 días del aislamiento social, preventivo y obligatorio, el escenario se muestra ahora mucho más fértil para sembrar nuevas ideas y desafiar el cordón sanitario dispuesto por el gobierno ante las críticas de sus detractores.

Por Pablo Esteban Dávila

macriLas elecciones presidenciales dejaron un mensaje: que Alberto Fernández no tendría un cheque en blanco. Es cierto que su triunfo fue inobjetable. Un 48% de los votos encierra una fuerte legitimidad, exenta de balotaje. Pero el 40% logrado, contra todo pronóstico, por Mauricio Macri no es menos relevante. Una parte importante del país decidió respaldarlo pese a los evidentes sinsabores de la economía.

El porcentaje logrado por Juntos por el Cambio se refleja en la composición de la Cámara de Diputados. Si bien el kirchnerismo detenta la mayoría, a diferencia de otras épocas, no tiene quórum propio. Además, la coalición opositora se ha desembarazado del complejo de gobernabilidad toda vez, aunque con tropiezos, por primera vez desde 1938 un gobierno no peronista pudo completar su mandato. Esto hace que sus espadas estén más afiladas que en otros momentos históricos y que el regreso al poder no sea visto como una empresa imposible.

Aunque la geografía de la oposición se encuentre jalonada por múltiples dirigentes interesantes y ambiciosos, es necesario reparar que la mayor parte de ellos se encuentra ocupando diferentes cargos gracias a Macri y su elección. Por tal motivo, debería ser naturalmente señalado como el jefe indiscutido de este conglomerado.

Sin embargo, no es tan fácil rotularlo de tal manera. Después del 10 de diciembre, el expresidente no tuvo demasiadas apariciones públicas. Es un hecho que la mayor parte de las definiciones de Juntos por el Cambio corrieron, desde aquel entonces, por parte de distintos vicarios. ¿Hasta que grado ejecutaron papeles prescriptos por quién, hasta finales del año anterior, fungía como el líder de todos ellos?

Ni siquiera la pandemia del Coronavirus ha devuelto a Macri a los primeros planos. Desde la cuarentena dispuesta por el gobierno el 20 de marzo sólo se conocieron dos noticias sobre sus posiciones. La primera, que respaldaba los esfuerzos del presidente a inicio de las restricciones; la segunda que alertaba, un mes después y junto a una serie de personalidades de la política y la literatura internacional, sobre el avance del populismo y del autoritarismo so pretexto de la pandemia. Nada más que esto. Conforme al gusto estándar del paladar político, tiene gusto a poco.

¿Se trata de estrategia? Callar no es, generalmente, una opción dentro de esta actividad. Además, y salvo el manto de compresión general que tuvo Alberto Fernández durante los primeros 30 días del aislamiento social, preventivo y obligatorio, el escenario se muestra ahora mucho más fértil para sembrar nuevas ideas y desafiar el cordón sanitario dispuesto por el gobierno ante las críticas de sus detractores. A menos que el expresidente observe un panorama diferente al que señalaría el sentido común, su silencio no se explica del todo.

Podría especularse que, en lugar de hacerlo personalmente, prefiere delegar en sus representantes la vocería del sector. Esto es posible y no tendría nada de sorprendente. Muchos poderosos lo hacen habitualmente. No obstante, tampoco aquí el tema es muy claro. Por un lado Patricia Bullrich, Alfredo Cornejo o Mario Negri sostienen las posiciones más duras mientras que, por el otro, los gobernadores y Horacio Rodríguez Larreta prefieren mostrarse comprensivos para con las decisiones presidenciales. ¿Macri es el promedio entre tales extremos? ¿Cuál sería su ganancia personal, de ser esto correcto?

Es evidente que tanto el jefe de gobierno porteño como Gerardo Morales o Rodolfo Suarez prefieren no hacer olas con el Covid-19, pues todos necesitan parte de la plata que, con premura, se encuentra emitiendo el Banco Central. No vale la pena para nadie, dentro de Juntos por el Cambio, polemizar con ellos. La necesidad tiene cara de hereje y, ante todo, deben atenderse las necesidades de sus respectivos territorios.

Justamente por este hecho Macri no necesita mostrar comprensión hacia sus necesidades. Basta no reprocharles colaboracionismo o acusarlos de connivencia hacia la Casa Rosada para mantener los vínculos que los definen como aliados. Cualquiera lo entendería. Pero mostrar empatía por estas situaciones no equivale, forzosamente, callar lo que deba decirse en torno a las políticas que lleva adelante Fernández. Si no aprovecha la coyuntura para sentar sus reales, ¿cuándo se supone que tendrá una oportunidad semejante?

Temas para pronunciarse hay por docenas. Desde la polaridad salud versus economía hasta la reciente decisión de la Oficina Anticorrupción de no continuar como querellante en las causas de Cristina Fernández, esto sin contar con el DNU que otorga superpoderes a Santiago Cafiero. Se supone que buena parte del país está esperando algunas definiciones de su parte, habida cuenta de sus manifiestos deseos de continuar en roles prominentes dentro de la política argentina. No parece prudente hacerla esperar.

Además, una excesiva cautela entraña el riesgo de originar lecturas complejas dentro de la propia tropa. Si de quien se supone vocación de liderazgo no surgen posicionamientos claros, otros tratarán de establecerlos, a su riesgo. El poder, como la física, detesta el vacío y los espacios vacantes, aun los semióticos, se llenan con sorprendente premura. Y, convéngase, el expresidente no las tiene todas consigo a pesar del mérito, ya comentado, de haber terminado su mandato pese a todas las adversidades por las que hubo de atravesar.

No es un secreto que dentro de su propio espacio existen muchos que no creen que merezca una nueva oportunidad como candidato en el próximo turno presidencial. Hay radicales con pretensiones serias que buscan pista y también macristas que, por lo bajo, murmuran que sus planes no incluyen jugárselas nuevamente por él. Esto significa que, amén de la necesidad de mostrarse nuevamente ante la opinión pública, tendrá que exponerse, asimismo, ante el escrutinio de sus pares y convencerlos de que sigue siendo el líder que los devolverá al triunfo.

El tiempo pasa y, con él, también pasará la pandemia. Liberado de las responsabilidades que entrañaba su estancia en la Casa Rosada, Macri debe ahora pensar en las herramientas más apropiadas para desalojar a su actual inquilino al final del período constitucional. Si bien hay muchas flechas en el carcaj estratégico a las que echar mano, la prescindencia no es una de ellas. La política es un universo simbólico y los símbolos requieren de imágenes y palabras a modo de insumos primordiales. No pronunciarlas es la antesala de la intrascendencia, quizá la mayor amenaza de quienes se consideran llamados a hacer grandes cosas, esto sin distinción de ideologías o de combatientes contra virus desconocidos.