Sergio Berni se prueba el traje de Bolsonaro

Por Javier Boher
javiboher@gmail.com

Nunca hay que poner en duda la capacidad de análisis de los que nos llevan al menos dos décadas de ventaja cronicando la realidad. Hace poco más de un mes (el 20 de marzo, para ser precisos) un amigo -periodista retirado- me mandó un mensaje premonitorio: «ya sé quién va a ser nuestro Bolsonaro: Berni». Avalé sus dichos, aunque un tanto escéptico de que pudiera ocurrir en el corto plazo. Tal vez el tiempo le dé la razón.

La decisión de la justicia de liberar presos (o como le gusta decir a los kirchneristas menos críticos, «enviados a cumplir prisión domiciliaria») ha destapado una olla de descontento e indignación popular, algo absolutamente esperable si se tiene algo de sentido común. El ministro de seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, parece haberse dado cuenta de que callar ante tamaña burrada sería deslegitimante para su proyección política.

De perfil duro, Berni tiene más en común -por sus formas- con Patricia Bullrich que con la ministra de seguridad actual, Sabina Frederic. Mientras la primera optó por apoyar a -y apoyarse en- las fuerzas de seguridad, su sucesora eligió dudar de las mismas, influenciada por lo investigado como Antropóloga (donde probablemente leyó más de lanzas de tribus africanas que de taser antidisturbios).

El actual funcionario kicillofista salió el cruce de la decisión de la justicia (en particular de algunos jueces ultramilitantes) de menospreciar los logros de su área de trabajo: su gente atrapa delincuentes para que los larguen los jueces.

En ese sentido, no ahorró chicanas para el gurú de los defensores de violadores, pedófilos y demás depravados, Eugenio Zaffaroni, quien había defendido la medida alegando que podía producirse una masacre. «Masacre es cuando los delincuentes matan a mil bonaerenses por año», fue la respuesta de Berni.

Siguiendo su política de confrontación con las vacas sagradas del cristinismo de facultad de ciencias sociales, también cargó contra las organizaciones de derechos humanos, como las que aplauden a la ministra Frederic, bajo la premisa de que crean o incentivan conflictos en base a conceptos, teorías o perspectivas que están lejos de la realidad de las cárceles.

En su defensa de sus subalternos, apuntó también a los riesgos que corren policías y médicos, en la primera línea de defensa contra el Covid-19. Si para ellos no hay contemplaciones, ¿bajo qué pretexto se las tiene para con los presos?.

Lo último (que en realidad fue lo primero) es que se despegó por completo de la situación, dejando en claro que no tuvo nada que ver con la decisión. Aunque pueda ser parte del doble juego de contención que usa el kirchnerismo (siempre hay un duro y un suave, ya sea en economía, política, salud, justicia, etcétera) a esta altura del partido parece un poco más algo de individualidad de alguien que quiere desmarcarse de una decisión que se sabe desacertada (porque el vecino que recibe el delincuente en su barrio va a encontrar a quien echarle la culpa).

Subestimado, parodiado, resistido, atacado o denostado por los progresismos latinoamericanos, Jair Bolsonaro supo armar y liderar una coalición de fuerzas de derecha a las que les dio una cara, con un discurso homofóbico, conservador, protortura, religioso y anticientífico. Aunque pueda parecer (o ser) impresentable, no se puede negar el éxito de su receta. Personalmente, debería aclarar que está muy lejos de lo que podría entender como un buen líder o político. Sin embargo, mi opinión personal no puede negar la atracción que genera en millones de argentinos.

Cuando hace una semana toqué el tema de los mil rostros del peronismo, no fueron pocos los que me criticaron por decir que sólo la búsqueda del poder mueve a los pretendidos sucesores del General Juan Domingo Perón. La posible irrupción de Sergio Berni como nuestro Bolsonaro criollo lo deja bien en claro, ¿O acaso alguien podría dudar de que sólo el peronismo puede presentar un candidato competitivo que siga la línea del presidente brasileño?.

En apenas dos días, el ministro de seguridad bonaerense atacó el corazón del kirchnerismo más de izquierda, argumentando contra las organizaciones de derechos humanos, Zaffaroni y los jueces. Se distanció de una medida polémica, poniendo las culpas en otro lado, abrazando a las fuerzas de seguridad y a la gente que está cansada de ver que los presos tienen más derechos que ellos.

Quizás todavía sea temprano para saber si hemos encontrado nuestro Bolsonaro, aunque estamos ante alguien que eventualmente tendría el aval de un peronismo que hace tiempo busca reconvertirse. Aunque todavía estemos lejos de las certezas, probablemente haríamos bien en escuchar la voz de aquel experimentado periodista, que lleva algo más de tiempo cronicando sobre esas inverosímiles posibilidades.