Héroes del punk obrero

En su libro “Un regalo del diablo”, publicado por Vademécum, Walter Lezcano propone al disco “Valentín Alsina”, del grupo 2 Minutos, como un punto de inflexión insoslayable para la tendencia del rock barrial en la Argentina, y defiende su hipótesis con argumentos de gran solidez.

Por J.C. Maraddón
jcmaraddon@diarioalfil.com.ar

“Con la democracia se come, se cura y se educa”, fue una de las frases proselitistas de Raúl Alfonsin que mayor efecto causaron en su momento en un electorado que confiaba en que el candidato radical sería capaz de restaurar las instituciones y de reparar el descalabro de la economía durante la dictadura. En los primeros años, la alegría de haber recuperado las libertades civiles y el horror de las revelaciones sobre secuestros, torturas y la desaparición sistemática de personas, ocuparon la atención de un país que luchaba por desmantelar la trama de represión y censura que se empecinaba en mantener su vigencia.
Pero en ese entonces los mandatos presidenciales eran de seis años y cuando Alfonsín promediaba el suyo empezaron a escucharse los ruidos del resquebrajamiento de la credibilidad, que se acrecentaba a partir de los sucesivos fracasos de los planes económicos y de las asonadas militares que exigían al gobierno el cese de los juicios a los militares por su responsabilidad en las violaciones de los derechos humanos. A fines de 1988, apenas un lustro después de los comicios que consagraron a Alfonsín, la situación se había vuelto insostenible y el peronismo, luego de que Carlos Menem se impusiera en la interna, se preparaba para un retorno al poder.
La música, como expresión de la sensibilidad popular, siguió de cerca todo este proceso y fue permeable a sus implicancias. El rock nacional, que tuvo su despertar masivo a lo largo de este periodo, se prendió en la fiesta del resurgimiento democrático y la promovió a través de canciones que la gente coreaba hasta en los estadios de fútbol. De idéntica manera, cuando las expectativas se vieron frustradas, hubo un cambio de sintonía que se reflejó en el panorama rockero, donde aquel bullicio se oscureció y la melancolía se apropió de los ánimos.
También 1988 iba a ser el año en que irrumpiera una segunda tanda de músicos punk en la Argentina, que a diferencia de lo ocurrido con la de comienzos de la década, tenía una raigambre mucho más auténtica, porque estaba protagonizada por pibes desahuciados por los embates de la desocupación y la espiral inflacionaria. El disco “Invasión 88” sería el catalizador de esta movida, de la que surgieron bandas que se han constituido en referentes, como Attaque 77 o Flema. Por la crudeza de su sonido y su lenguaje, esta camada parecía adecuarse mejor a los tiempos que estaban por venir.
Mucho se ha reflexionado sobre el devenir de esta corriente de punkitud que, ya entrados los noventa, iba a tomar un carácter barrial que cobraría fuerza al sur del conurbano bonaerense y que arrastraría en su clamor a una importante franja rockera, cuyo reinado se extendió entre finales del siglo veinte y comienzos del veintiuno. Pero en su libro “Un regalo del diablo”, publicado por Vademécum, Walter Lezcano propone al disco “Valentín Alsina”, de 2 Minutos, como un punto de inflexión insoslayable en esa tendencia, y defiende su hipótesis con argumentos de gran solidez.
Ya desde su título, aquel álbum ancla su prédica en un punto geográfico que, para Lezcano, no es fortuito, porque señala la emergencia de esa cultura marginal que había sido opacada por la algarabía ochentosa y que ahora afloraba a por las grietas del sistema. Mediante los testimonios de los propios miembros de 2 Minutos y por vía de un análisis muy bien articulado, “Un regalo del diablo” estructura un relato que explica cómo fue que aquel pop elegante que acompañó la primavera alfonsinista devino en una furia al borde del hardcore que, a la par de la cumbia, fue la banda sonora del menemismo.