Iriondo se pone cucarda de gerente PRO

En las sociedades civilizadas habitualmente se reconoce, por cortesía o buena fe, el esfuerzo realizado por los antecesores a la hora de promocionar los logros y conquistas sobre los que no se han tenido ni arte ni parte. Iriondo, por el contrario, no ha dicho una palabra sobre su condición de heredera de acciones ejecutadas por otros.

Por Pablo Esteban Dávila

El pasado martes, la titular de FADEA, Mirta Iriondo, hizo público que la empresa había sido habilitada como centro de mantenimiento de aviones Airbus 320 de matrícula brasileña. Fue un momento de gloria para la exdecana del FAMAF pero, debe decirse, su gestión tuvo tanta influencia en este acontecimiento como en el diseño del Pucará.

Se trata de una certificación emitida por la autoridad aeronáutica del Brasil para que FADEA pueda efectuar trabajos de mantenimiento sobre Airbus matrícula PT o PR (Papa Tango o Papa Romeo, en la jerga aeronáutica). Estas habilitaciones son otorgadas por diferentes países a talleres en el extranjero para que intervengan sobre aeronaves registradas en sus territorios, dado el carácter global del mercado aerocomercial.

Este tipo de certificaciones requieren tiempo y paciencia. No es un cometido apto para ansiosos. Se necesita presentar fárragos de documentación técnica, las habilitaciones del país de origen y, lo que no es menor, demostrar que el centro de mantenimiento cumple con las exigencias de la autoridad aeronáutica para cuya certificación se postula.

Va de suyo que, aunque Iriondo festeje, el asunto viene de lejos, más precisamente, de la gestión de Antonio Beltramone al frente de FADEA, quien supo sacarla de las páginas policiales para resituarla en las de la industria aeronáutica mundial.

Beltramone es un ex directivo de Fiat Argentina que reemplazó a Ercole Felippa tras una insípida presidencia al frente de la empresa. Felippa había sido comisionado por el entonces presidente Mauricio Macri para hacerse cargo del desmanejo en el que La Cámpora la había sumido durante los años de Cristina Fernández. Dada las credenciales de Felippa en el sector privado, se conjeturó de que sería capaz de reencauzar los propósitos industriales de la fábrica y devolverle algo de esplendor. Fue una presunción equivocada.

Aunque ilustre desconocido para la política mediterránea, Beltramone tenía, sin embargo, sus quilates. Venía de trabajar en la reconversión de la planta industrial de Fiat en Córdoba, salvándola de las amenazas globales de la firma italiana. Para FADEA, específicamente, se propuso lograr tres cosas: bajar costos, construir los aviones Pampa comprometidos a la Fuerza Aérea y sumar clientes privados, que independizaran a la empresa del presupuesto nacional. Al momento del cambio de gobierno bien podría haber afirmado que, en buena medida, lo había conseguido.

De aquellos tres ejes el tercero resultaba ser el más complicado. Ofrecer servicios a empresas aerocomerciales significaba tener precios y servicios competitivos respecto a otros centros de mantenimiento en el exterior también habilitados por la ANAC argentina (en Brasil hay varios y muchos están en los Estados Unidos). En este sentido, logró que Flybondi primero y luego LATAM se sumaran a su cartera de clientes. Dado que esta última es una compañía de capitales chilenos y brasileños y que su flota se integra en buena medida por Airbus A320, resultó natural que Beltramone y su staff se abocaran a gestionar ante la ANAC brasileña las habilitaciones necesarias para poder trabajar también sobre las matrículas Papa Tango – Papa Romeo de este tipo de aeronave.

Todo esto sugiere, sumado a lo reciente de su designación, que Iriondo jugó un papel apenas que simbólico, casi ornamental, en este proceso. Simplemente recibió la comunicación mediante la cual se la anoticiaba de las buenas nuevas y mandó a preparar la gacetilla de prensa. En otras palabras: se puso la cucarda del gerente del PRO.

Enhorabuena para ella. Sin ningún tipo de experiencia en la industria aeronáutica -por cierto, subrayemos, en ninguna industria- FADEA debe ser para ella algo así una verdadera terra incógnita. Como teórica que es tal vez le cueste poco descubrir los principios de sustentación de una aeronave, el funcionamiento de un turborreactor o la lógica subyacente a los sistemas de aviónica digital, pero es seguro que le demandará mucho más esfuerzo encontrarle la vuelta a un cometido que es, básicamente, empresario y bien lejos de lo académico. Se enfrentará, asimismo, a un mercado muy exigente, en donde deberá competir contra otros talleres situados en el extranjero y manteniendo a raya sus propios costos para ofrecer servicios competitivos. Tal como afirman algunos cínicos aeronáuticos: lo que hace volar a los aviones no son ni las alas ni los motores, sino el dinero. Iriondo debería grabarse a fuego esta máxima. Sin plata, FADEA no hará volar a ninguna aeronave y, por si alguien no lo sabe, su presidenta sólo está acostumbrada a gastarla desde la gestión universitaria.

Pero la exdecana parece ser una ejecutiva con suerte, por lo que no deberá preocuparse en lo inmediato por estas minucias. La fenecida gestión del PRO le ha dejado, amén de la celebrada certificación brasileña, un flamante avión Pampa listo para entregar a la Fuerza Aérea. Según nuestras fuentes, el aparato debería estar disponible en las próximas semanas y, previsiblemente, será presentado como un logro nacional y popular por el gobierno de Alberto Fernández. Es irónico que este regalo le caiga a alguien cuyo espacio político no fue capaz de ensamblar, cuando le cupo administrar la fábrica antes de 2015, uno solo de estos pájaros.

Heredar buenas nuevas forma parte, por supuesto, de la lógica de cualquier gobierno o aparato estatal. Una gestión lega a la otra sus pasivos y sus activos, y forma parte de la continuidad jurídica el hacerse cargo de ambos. Que Iriondo sea beneficiaria de acciones iniciadas hace ya tiempo por sus predecesores neoliberales no debería ser, por consiguiente, motivo de sarcasmo.

No obstante, es inevitable realizar algún comentario sardónico. En las sociedades civilizadas habitualmente se reconoce, por cortesía o buena fe, el esfuerzo realizado por los antecesores a la hora de promocionar los logros y conquistas sobre los que no se han tenido ni arte ni parte. No hay que irse muy lejos para encontrar ejemplos de esta clase de honradez intelectual. Recuérdese por ejemplo el reconocimiento público de Juan Schiaretti a Rubén Américo Martí por haber previsto, más de veinte años atrás, el túnel por el que habría de pasar la avenida de circunvalación cuando estuviere concluida o la inauguración, junto a Florencio Randazzo, de obras en el tren Roca por parte de Mauricio Macri en 2016 quién, de paso, le agradeció por su pasada gestión. Iriondo, por el contrario, no ha dicho una palabra sobre su condición de heredera de acciones ejecutadas por otros. ¿Lo hará en el futuro? Por lo que se ha visto, no hay demasiados motivos para ser optimistas.