Por Felipe Osman
La conducción del sindicato capitalino de Luz y Fuerza, que representa a la mitad de los empleados de Epec en la provincia –la otra mitad se divide entre el sindicato de Río Cuarto y el sindicato Regional de Villa María- pasará mañana por las urnas para buscar la reelección de Gabriel Suárez como secretario general del sindicato.
Suárez encabeza la lista oficialista (Celeste y Blanca), que competirá con otras dos ofertas electorales lideradas por Héctor Tosco (Naranja) y Tomás Di Toffino (Azul y Blanca). En rigor, las expectativas del actual secretario general se sostienen en dos pilares. El primero de ellos es, justamente, la división de una oposición que, por color ideológico (de izquierda), bien podría haberse unido.
El segundo, el fuerte respaldo que el oficialismo encuentra entre las Áreas Operativas. Es decir, entre los trabajadores que prestan servicios fuera de la administración central de la empresa y los centros de atención al cliente, principalmente encargados del mantenimiento de la infraestructura de la compañía estatal. A estos sectores, Jorge Molina Herrera tendría una gran llegada.
Sin embargo, las listas de la oposición también se mantienen optimistas y esperan dar el batacazo. Y aunque tal vez sólo lo hagan para mantener las apariencias, al menos, hasta resueltos los comicios, lo cierto es que la gestión del conflicto con la Provincia que el sindicato citadino de Luz y Fuerza ha llevado adelante ha redundado en un estancamiento de los reajustes salariales de sus afiliados en comparación con los trabajadores que son representados por los sindicatos de Río Cuarto y Villa María.
Por su parte, Suárez presume de haber sostenido a ultranza la negativa a re discutir los términos del convenio colectivo que Luz y Fuerza firmó hace poco menos de medio siglo, en 1975. Pero lo cierto es que ninguno de los sindicatos obró distinto. Con el sindicato Regional de Villa María y el de Río Cuarto, Epec firmó actas-acuerdo, que no modifican la letra del convenio, sino que simplemente suspenden ventajas menores, tales como el día extra de vacaciones que la compañía reconoce a los empleados que viajan más de 100 kilómetros para veranear, o concede alguna facilidad de pago a la empresa para liquidar las Bonificaciones Anuales por Eficiencia.
En rigor, los principales avances de la Provincia sobre el sindicato se dieron mediante la sanción de leyes de la Legislatura Provincial, que incluyen limitaciones al derecho de huelga de los trabajadores de Epec al juzgar el servicio de provisión de energía eléctrica como un servicio esencial o limitan los beneficios de los empleados de la compañía de recibir energía gratuita, o mediante resoluciones del directorio de Epec, que aumentan los controles internos para evitar el reparto indiscriminado de horas extra o suspenden los “corrimientos” de categorías cuando un empleado mayor jerarquía se ausenta y un subalterno debe reemplazarlo.
En contra de todos estos avances de la Provincia, la reacción del sindicato que conduce Suárez ha sido algunas veces nula, y otras, completamente ineficaz. No ha existido ninguna épica alrededor de estos episodios. Ni menos aún alrededor de los despidos efectuados por la compañía, acompañados de graves denuncias contra los cesanteados.
Sin embargo esta épica, ausente en los hechos, si existe en el discurso de Suárez, que se presenta como el garante del “no pasarán”, cuando en la práctica los empleados de Epec ya han perdido numerosos beneficios (decida cada uno, en el caso puntual, si juzgarlos como derechos o como ventajas).
Finalmente, poco parecen importar a los empleados de Epec las gravísimas acusaciones que pesan sobre la actual cúpula del sindicato, que tiene a sus dos máximos exponentes imputados ante la Justicia por la hipotética comisión de delitos en contra de sus propios representados.
Nótese que, si se tratara de delitos de cualquier otro tipo, el respaldo de los empleados hacia el oficialismo gremial bien podría ser leído como el entendimiento más perfecto de corporativismo. Pero tratándose de posible fraude en contra de los propios afiliados, tal respaldo sería más asimilable a una lisa y llana manifestación del síndrome de Estocolmo.
Sea cual sea la explicación, los comicios se llevarán adelante hoy, y las mejores chances siguen con el oficialismo.