Por Yanina Passero
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Para la campaña de la filial cordobesa de Juntos por el Cambio no se esperan modificaciones bruscas. Es razonable: la provincia se pintó de amarillo, junto con Capital Federal, aunque el pulso se mostró débil ante la arrasadora ola azul que barrena el Alberto Fernández en el resto del país.
Si bien el distrito que hizo presidente a Mauricio Macri en el 2015, el kirchnerismo logró una brillante elección –superó los 30 puntos-, en las filas del duranbarbismo entienden que el temor de los comprovincianos ante un eventual regreso de Cristina Fernández es un factor que los impulsará hacia adelante. Cierto es que en el homérico objetivo que se fijó el mandatario, Córdoba, ya no es lo que era.
Quizás, esto explique el mayor margen de maniobra que tendrán los candidatos y partidos que componen la alianza. De la virtualidad de las redes sociales y el envío de contenidos híper segmentados, se pasará a un trabajo territorial clásico: buscar el voto casa por casa, entregar la boleta lista para ser depositada en las urnas, apuntalar la red de fiscales. Este punteo de tareas quedó en el “debe” en las acciones proselitistas durante las PASO.
Al punto, que la flaqueza de la red de fiscales de los ex Cambiemos fue motivo de reproches internos, apenas pasó el shock y el sacudón que dieron los mercados a la economía argentina tras el triunfo de Alberto Fernández.
Los aliancistas no pudieron reunir los 10 mil “guardianes” necesarios para evitar la desaparición de boletas en más de ocho mil mesas.
Radicales culpan a macristas y juecistas. Éstos últimos al mestrismo. Como sea, la senadora Laura Rodríguez Machado, pidió a sus conmilitones del PRO que la responsabilidad de la fiscalización caerá sobre sus hombros. Así había sido la disposición de la Casa Rosada, aturdida por la derrota y a sabiendas que la debilidad de Macri los debilita ante sus siempre críticos aliados.
La desconfianza entre los dirigentes de Juntos por el Cambio –compuesto por la UCR, PRO, Frente Cívico y Coalición Cívica-ARI- no es noticia. La esencia de la alianza quedó expuesta, ya sin gradientes, en las elecciones provinciales y municipales del pasado 12 de mayo. Los sellos partidos al medio por sus internas que, a la vez, estuvieron atravesadas por la interna general de Cambiemos.
Como sea, la cordialidad se impuso al momento de buscar la reelección de Macri. Sabían que sus proyectos políticos estaban directamente atados a la continuidad de la entente en el poder central. El baldazo de agua fría que recibieron la noche del domingo 11 de agosto, retrotrajo el heroico acto de superar rencores al plano de la subsistencia de las individualidades.
A los incordios internos se suma más incertidumbre. ¿Hasta qué punto Macri podrá dedicarse a la campaña? En influyentes despachos confían en que las variables económicas se estabilizarán antes de octubre. Córdoba será el escenario predilecto para el presidente quien ya había prometido un espectacular cierre en Orfeo y varias visitas en agenda.
Se encontrará con un Fernández más atalonado que nunca por el apoyo del peronismo local y la estrategia de neutralidad presidencial del gobernador Juan Schiaretti en jaque.