Por Yanina Passero
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El candidato a diputado bonaerense por el Frente de Todos, Sergio Massa, azuzó la interna amarilla en el momento más crítico de la historia política del PRO. Invitó al presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, y a su protegido político, Nicolás Massot, a encontrar cobijo en la fuerza que promete gobernar el país desde diciembre de 2015, si se repite el resultado de las primarias.
Precisamente, los (¿ex?) macristas encarnaron el ala del macrismo que recomendó al presidente Mauricio Macri un acuerdo amplio con el peronismo no K apenas ganaron el balotaje al delfín de Cristina Fernández, Daniel Scioli. Hoy, tienen un pie afuera.
Con el apoyo de otros referentes en disidencia (sólo teórica) con el jefe de Gabinete, Marcos Peña, -Rogelio Frigerio, por ejemplo- Monzó y Massot intentaron que el círculo chico del presidente Mauricio Macri entendiera que el peronismo unido, gana. Y si hay crisis, con más razón. Macri aplicó el consejo tarde, cuando sumó al senador peronista Miguel Ángel Pichetto como su compañero de fórmula pero el PJ ya se había unido.
Como un llanero solitario destacó el gobernador Juan Schiaretti en el abanico de gobernadores que se propusieron trabajar para la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández. Pero, apareció el presidente del peronismo cordobés, Carlos Caserio, quien equilibró la ecuación. El senador prometió trabajar para empalmar la boleta corta de diputados de Hacemos por Córdoba y la dupla que logró convertirse en la primera fuerza tras la PASO.
Con el diario del lunes, se comprobó también en Córdoba, el bastión macrista, que el PJ organizado puede hacer milagros. Sino no se explica cómo el kirchnerismo logró casi 31 puntos en una provincia que le dio siete de cada 10 votos a Macri en el balotaje de 2015. A esta altura, ya no quedan dudas: la presión sobre el bolsillo de los argentinos y el fuerte trabajo territorial de intendentes peronistas sentaron a Alberto F. en un lugar inmejorable en el “motor del cambio”.
Las críticas de los hombres del PRO se posan en lo que el peronismo tuvo y ellos no: el anclaje del territorio. Se sabe que la campaña nacional de Juntos por el Cambio utilizó como materia prima el Big Data y discurrió por redes sociales y WhatsApp. La híper segmentación con mensajes positivos subestimó la realidad de cada hogar. La presión económica agitó los recuerdos y placebos del populismo.
Con la ratificación de Peña en el cargo en el errático discurso del Presidente del lunes, el macrismo cordobés desconfía en que se registre un cambio de estrategia electoral para octubre. Afirman que su continuidad en la jefatura de gabinete se replicará en el comando de la campaña.
Inundados por el pesimismo, igual aconsejan apoyarse en el territorio. “¿Qué territorio?”, se preguntan los mismos hombres amarillos que advertían que era un desatino no intervenir en la elección provincial apenas se conoció la ruptura de Cambiemos. Aquí, sucedió a pequeña escala lo que se verificaría el domingo de las primarias: el peronismo avanzó casilleros.
De todas maneras, fuentes cercanas a Peña admiten que están dispuestos a “revisar” la estrategia de cara a los comicios de octubre. “Estamos abiertos dentro del replanteo de la estrategia, pero se verá caso por caso”, conceden desde Casa Rosada. Un mayor protagonismo para los intendentes de Juntos por el Cambio puede ser una opción para complementar con las recetas virtuales del ecuatoriano Jaime Durán Barba.