Por J.C. Maraddón
jcmaraddon@diarioalfil.com.ar
Sería imposible no incluir a Netflix dentro de las grandes maravillas de las que nos ha provisto la revolución digital, junto a tantos otros prodigios que hoy forman parte de la vida cotidiana de muchas personas. La plataforma audiovisual es la encargada de abastecernos de las series y películas que constituyen un entretenimiento muy extendido y no demasiado caro, si tenemos en cuenta el costo de las entradas al cine y del abono de la televisión por cable. Sin duda, ese servicio de streaming aparece hoy como un nombre puesto dentro del menú de opciones con que contamos al conectarnos a la web.
Con intenciones similares, pero en dirección al consumo musical, se ha posicionado Spotify, al poner a disposición de sus usuarios un servicio de archivos sonoros online que aporta infinidad de discos y canciones, pero que además también se ha ocupado de montarse sobre la ola de una nueva tendencia: la de los podcasts. Cualquier joven que se precie de tal bien puede ostentar en la pantalla de su teléfono los íconos de las aplicaciones de estos dos gigantes de las nuevas tecnologías, que de manera combinada llenan sus horas de ocio con sus temas favoritos y sus series preferidas.
Allí, en ese escritorio móvil, probablemente convivan con los logotipos de Facebook, Twitter e Instagram, las redes sociales que todavía subsisten aunque las dos primeras hayan quedado confinadas a un uso más adulto, mientras que la última se hace fuerte sobre todo entre los más jóvenes. También ocupará un lugar en ese codiciado espacio el telefonito dentro de un globo que representa a WhatsApp, el mensajero instantáneo cuyo uso ha dejado atrás al viejo SMS y de a poco empieza a reemplazar con sus llamadas de audio y video a las antiguas maneras de establecer una comunicación telefónica.
Sumadas a otras prestaciones (como las que aportan Google y Apple con todos sus derivados), estas aplicaciones se disputan por igual el interés de quien enciende su pantalla, dispuesto a sumergirse en ese mundo virtual que suele terminar abstrayéndonos de los problemas cotidianos… o agobiándonos todavía más con esas preocupaciones. Y, como parte de la oferta online, Netflix ingresa de lleno en esa categoría de empresas que maneja precisiones sobre nuestra privacidad, desde el número de nuestra tarjeta de crédito hasta nuestras preferencias en cuanto al material fílmico al que accedemos desde nuestro perfil.
Por ese mismo motivo, suena por lo menos extraño que esa plataforma de streaming presente como producción propia el documental “The Great Hack” (Nada es privado), que versa sobre las denuncias de manipulación de datos de millones de usuarios de Facebook por parte de la empresa Cambridge Analytica. El escándalo en el que se vio involucrada esa firma extendió un manto de duda sobre las campañas políticas en las que trabajó directamente, como el referéndum por el Brexit en Gran Bretaña en 2016 o la elección en que Donald Trump resultó proclamado como presidente de los Estados Unidos en 2017.
Mediante recursos narrativos, testimonios e imágenes bastante elocuentes, “The Great Hack” no sólo revela la vulnerabilidad que sufrimos al autorizar el acceso a información personal, cuando queremos descargar o utilizar una aplicación. También sigue los pasos del uso posterior que se hace de ese material, cómo se lo clasifica y cómo se disparan luego contenidos dirigidos a esos usuarios, para intentar que apoyen o rechacen una moción o una candidatura. Tal vez Netflix pretenda con este inquietante filme ubicarse fuera de la línea de fuego, pero lo cierto es que comparte más similitudes que diferencias con respecto a las marcas que aparecen allí bajo sospecha.