Por Gabriela Origlia
Comienza la tercera revisión del acuerdo del Fondo Monetario Internacional (FMI) del programa económico que respalda el préstamo a tres años otorgado el año pasado; habrá nuevamente reuniones del equipo del organismo internacional con funcionarios del gobierno y el Banco Central, así como con representantes del sector privado y la sociedad civil. Una de las posibilidades es que en el proceso se achique la banda de no intervención sobre el dólar.
La compra máxima de dólares que está acordada hoy con el Fondo es de US$150 millones diarios. No obstante, el Banco Central se autolimitó primero a US$ 50 millones y el jueves pasado la amplió a US$ 75 millones. El próximo desembolso del FMI, que llegará en marzo, es de US$11.000 millones.
En materia financiera, el Gobierno podrá mostrar un verano tranquilo y con buenos resultados, no así en la economía real donde se suceden los datos negativos y los analistas proyectan que continuarán al menos hasta terminado el primer trimestre. Después la recuperación será muy leve y lenta. El punto es que la inversión no reacciona; la que hay es en el sector financiero.
Mario Blejer, el expresidente del Banco Central que ahora se niega a hacer proyecciones en función de los errores del año pasado, cree que hay una situación “de estabilidad mucha más apreciada o sólida» y una «buena recuperación de las variables que predicen la inversión».
Como muchos de sus colegas entiende que lo peor, puertas adentro del país, ya pasó pero advierte que hay que seguir de cerca el mundo, los factores externos sobre los que el país no tiene control como la evolución de la tasa de la FED y la situación en Brasil. Como todos, además, admite que las elecciones –en un escenario todavía indefinido- agregan ruidos al contexto macroeconómico.
Sin inversión no hay posibilidades tampoco de recuperar los puestos de trabajo destruídos que, hasta noviembre del año pasado, fueron 172.200; serán más computados los primeros meses de este año en que la economía no levanta. El campo –con una cosecha récord pese a las lluvias de enero- y las exportaciones (empujadas por un mejor tipo de cambio) no alcanzan como motores. La construcción viene en picada y la obra pública está muy complicada por el ajuste final y porque los Programas de Participación Público Privada (PPP) no levantan vuelo.
En los PPP estaban las expectativas oficiales de que el freno a la obra pública se suavizara; entre los malos datos económicos y la corrupción detectada en el sector de la construcción a las empresas se les hace muy complicado conseguir financiamiento y, por lo tanto, no hay cómo sostener los planes. Por ahora, dominan las demoras.
Otra vez la semana que pasó Mauricio Macri insistió en que fue “demasiado optimista” cuando dijo en la campaña presidencial que era fácil bajar la inflación y admitió que esa tarea “está costando más” de lo que había imaginado. Este mismo espacio se había ocupado del tema a mediados de enero cuando el Presidente hizo la misma afirmación.
Psicólogos y economistas que se ocupan de los comportamientos frente al riesgo encuadrarían la conducta en una “falacia de planificación”: se imaginan el mejor escenario y lo miran desde dentro. Al Gobierno ya le pasó lo mismo con los “brotes verdes” –una proyección que desembocó en memes y chistes-, cuando imaginó que sólo con promesas y cambio de signo político las inversiones lloverían.
A muy poco de que se lance la carrera electoral las expectativas de que algunos de los candidatos expliquen qué harán son nulas. Si lo saben tal vez no lo digan porque podrían piantar votos y, lo más probable, es que varios de los anotados ni siquiera lo tengan en claro.
El propio Macri –en su admisión del error de cálculo- describió como solución: “Generar desarrollo, empleo, terminar con la pobreza”. Nada que no repetirían a coro todos los políticos del mundo cualquiera sea su extracción ideológica.