Que la salve el mundo

La defensa de la expresidenta espera el respaldo de los líderes latinoamericanos que cogobernaron con Cristina y hoy sufren, como ella, las consecuencias del ocaso del poder.

Por Javier Boher
javiboher@gmail.com

Acorralada y sin saber qué hacer, Cristina Kirchner está a un paso de recurrir a brujerías y gualichos para resolver su situación, porque se van terminando los argumentos para sostenerla en libertad. El nuevo giro que pretenden darle a su defensa (y una de las últimas cartas que le queda por jugar) es el de la internacionalización de su caso, apelando a figuras foráneas para -si no puede evitar la prisión- convertirse en mártir de la lucha antiimperialista.
La idea de reunir a los presidentes y ex presidentes latinoamericanos para denunciar la persecución de su figura remite a una pieza de humor televisivo que ya tiene más de 20 años, pero que aunque pase el tiempo sigue cosechando reproducciones en internet.
La convención de Batmanes del Mercosur es una joya de humor extravagante que convirtió al hoy defensor del gobierno Alfredo Casero en un personaje reconocido. Lo que pretende lograr la ex presidenta, lejos de la solemnidad de una cumbre global por los derechos humanos, se parece al encuentro de personajes en decadencia que encima pretenden estar por encima de lo que la realidad les muestra.
Imaginarse a los líderes latinoamericanos sentados en Comodoro Py (ataviados con sus vestimentas típicas aborígenes o de las clases populares) para presenciar la primera audiencia en el juicio a la ex presidenta mueve a risa.
Su club de superamigos latinoamericanos está compuesto por dirigentes acusados o encarcelados, que en gran medida han perdido el favor popular pero insisten con la excusa de que hay un plan del imperialismo para perseguir a los líderes de los pueblos que buscan su libertad.
En esa lucha simbólica que la expresidenta quiere dar, sus seguidores aprovechan cada oportunidad que se les presenta, como el apostador que siempre encuentra algún número para llamar a su quinielero amigo: nunca se sabe cuándo va a llegar el premio.
Por eso una de las damas empoderadas que se referencian en la exmandataria fue noticia ayer por entregarle a Vladimir Putin, el presidente de Rusia, un folleto sobre la situación actual de la viuda de Néstor Kirchner. “A Cristina la quieren encarcelar para que no pueda participar en política”, fue lo que dijo la diputada Mayra Mendoza, performer habitual de estas maniobras mediáticas.
Más allá de la cara del mandatario ruso, seguramente le interese bastante poco el tema. Pese a que fue uno de los pocos líderes de peso que visitó el país durante la gestión cristinista, su vínculo con Argentina está lejos de ser intenso. Además, ir a pedirle por los derechos humanos al líder de un régimen autoritario es como pedirle consejos de paternidad y cuidado de la familia a un cura.
Conocido por perseguir y encarcelar a opositores, por prohibir las muestras de afecto y la publicidad entre homosexuales, por sancionar una ley que autoriza pegarle a la esposa una vez al año y por dar apoyo a regímenes autoritarios de todo el mundo, justo a él lo van a buscar.
Podrían haber buscado un Jimmy Carter, que aunque viejo y progresista al menos representa los ideales del mundo libre occidental. Pero no. Para ellos, amantes de las botas y detractores de los votos, nada mejor que un hombre fuerte para sumar a su causa.
La frecuente alusión a la persecución imperialista choca con la realidad. Mientras Ortega y Maduro continúan encarcelando gente, Evo ignora el referéndum para limitar su poder y Correa está prófugo de la justicia. Lula no podría venir por estar tras las rejas, y difícilmente chilenos y uruguayos estén dispuestos a prestarse a esa farsa.
Seguramente los acólitos de la expresidenta continúen buscando formas para derrumbar el juicio o presionar sobre los jueces. Es muy probable que la estrategia de internacionalización no sea tan efectiva y sus viejos amigos prefieran no acompañarla. Eso es a lo que ella más le teme. Porque sabe que, tal como dijo el entrañable Ringo Bonavena, “cuando suena la campana, te sacan el banquito y te quedás solo”.