Por Yanina Passero
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El triunfo electoral de Marcos Juárez revitalizó el alicaído ánimo macrista, pero también sus internas. El candidato de Cambiemos, Pedro Dellarossa, sacó una ventaja de 15 puntos al exponente del peronismo, pese a que horas antes el presidente Mauricio Macri anunció medidas de ajuste de impacto directo en el sector productivo. Con el regreso de las retenciones al campo, oficialistas y opositores se preguntaban si el intendente canalizaría el voto castigo del núcleo duro de su electorado.
Nada de eso sucedió y el hijo del histórico mandatario vecinalista de la localidad logró su reelección con la misma diferencia de votos que anticipaban las encuestas que manejaban en la Casa Rosada. “Sí, se puede”, coreaban los macristas. No tardaron en exponer sus expresiones de deseo para el 2019 y bocetar los pasos a seguir para aprovechar el espaldarazo municipal.
Prometían lanzamientos de precandidatos a gobernador desde el área orgánica del espacio, es decir, la que no comulga con el perfil político del diputado Héctor “La Coneja” Baldassi. La espada territorial del PRO, la Comupro liderada por Oscar Tamis, no tardaría en mover sus engranajes para motivar a la tropa con el ejemplo de Dellarossa. Cierto es que las pretensiones siguen intactas. Pero siguen siendo aspiraciones.
Entonces, cabe preguntarse por qué el PRO prefiere el silencio cuando sus socios radicales ya oficializaron el anhelo de encabezar la fórmula provincial. El intendente de Córdoba Ramón Mestre y el diputado Mario Negri ya desempolvaron la figura de sus “equipos técnicos” para que no queden dudas de la aspiración.
El macrismo adolece de un referente que sintetice todo lo que se le requiere a un que tendrá que pujar con Juan Schiaretti. El ex árbitro internacional está apuntado a la lista, pero sin consenso interno. Los macristas orgánicos tienen varios nombres apuntados, pero ninguno mide lo suficiente como para llegar a los talones de los correligionarios. Como corolario, los popes de Cambiemos prefieren sembrar ilusiones en todos los interesados sin definirse por alguno. Como efecto colateral, azuzan internas que en momentos de tormentas financieras y descrédito plantean dicotomías de acción y discurso.
El presidente del PRO Córdoba, Darío Capitani, pidió unidad y moderación. Pero el grito más fuerte fue dado por el secretario general de la fuerza a nivel nacional, Francisco Quintana. La orden fue inequívoca: nada de internas prematuras hasta que no pase lo peor de la crisis. Las elecciones del año que viene forman parte de la agenda de Macri, pero la prioridad es ordenar la gestión y domar los mercados. Las estrategias de posicionamiento personal pueden continuar pero con el debido decoro.
El viceintendente Felipe Lábaque, el buen alumno, acusó recibo y está dispuesto a ordenarse nuevamente en el PRO si soplan vientos de cambios. Había abandonado la vida partidaria después de la interna entre el titular del partido, Javier Pretto, y Baldassi en 2016. El intendente de Villa Allende, Eduardo “El Gato” Romero, es otro de los dirigentes que está dispuesto a zanjar viejas diferencias. ¿El ganador? La liga de jefes comunales de Tamis.
El réferi tampoco alimentará –o responderá- los desafíos que surjan de sus conmilitones. Debería haber paz hasta que pase la crisis o el cronograma electoral los espabile.