Por Felipe Osman
Luis Juez es, antes que un político, un personaje mediático. Y es por esto que podemos reputar sus recientes declaraciones descalificando el decreto presidencial que da participación a las Fuerzas Armadas en asuntos de seguridad interior, como una reaparición. Su faz política (si existiere) no es el personaje principal, sino de reparto. En cambio, cuando es inorgánico e impredecible, falto de conducta e incoherente con los (muchos) espacios que a lo largo de su carrera ha decidido integrar, es más Luis Juez que nunca.
Repacemos los hechos. En declaraciones a Cadena 3 el actual titular del INCAP dijo ayer que el decreto presidencial que busca reformular el rol que las Fuerzas Armadas cumplen en el país, abriendo la puerta para que puedan desempeñar tareas relativas a la seguridad interior, debió haber tenido un profundo debate parlamentario. “Era un debate para dar el en Congreso”, señaló.
Lo que apunta Juez es razonable. Cualquiera podría válidamente subrayar que un asunto –si se quiere- “tabú” en Argentina como lo es el rol de las Fuerzas Armadas, seguramente merecía un extenso debate parlamentario en el que todas las partes de la sociedad fueran oídas. Lo que no es razonable, es que sea Juez quién lo diga.
El ex embajador, que recaló en el INCAP después de ser eyectado de la Embajada argentina en Ecuador por llamar “mugrientos” a los ecuatorianos, decidió integrar Cambiemos en 2015, cuando la alianza auguraba un futuro prometedor. Y un acuerdo de esta naturaleza no se construye sobre la base de coincidencias absolutas, sino principales. El resto –es decir, las divergencias- se toleran como concesiones en aras al fin común, que es, en este caso, el éxito electoral. Y, en el peor de los supuestos, se resuelven –siempre- puertas adentro.
Pero tal proceder no responde, ni ha respondido jamás, al modus operandi de Luis Juez, que ha recorrido de punta a punta todas las alianzas electorales que se le han ofrecido (peronismo, kirchnerismo, pinosolanismo, lilismo, socialismo de Hermes Binner, macrismo, etcétera, etcétera) haciendo de la inconducta su única constante. En otras palabras, Juez sólo es perseverante en la inconstancia.
Por eso ha decidido apelar a los micrófonos para castigar los puntos flacos de la alianza que integra, en un momento delicado y justo cuando el asunto del nuevo rol asignado por Macri a las Fuerzas Armadas empezaba a quedar relegado a un segundo plano en la agenda.
Intentando encontrar alguna lógica tras las declaraciones de Juez –y aún sin presumir que tal lógica existe- resulta sugestivo que esta nueva sesión de fuego amigo propinada por el ex embajador a sus cofrades llegue justo después de que empiece a despejarse la incógnita de la fórmula cambiemita para la Gobernación en 2019, que seguramente quedará integrada por un radical en el primer peldaño (sea Ramón Mestre, sea Mario Negri), y Héctor Baldassi -como “prenda” del Pro-, en el segundo lugar.
Resta una consideración final. Desde estas páginas se ensayó alguna vez una hipótesis acerca del porqué sostener a Luis Juez dentro de la tropa cambiemita, siendo éste un personaje no sólo sumamente incómodo para el radicalismo, a muchos de cuyos dirigentes ha vituperado públicamente, sino también (muy) difícilmente presentable como parte del “mejor equipo de los últimos 50 años”, y que ha llegado a tratar de “boludo” al propio Macri en alguna oportunidad, amén de avergonzar públicamente al país llamando “mugrientos” a los ecuatorianos cuando fungía de embajador en Ecuador.
Presumimos, entonces, que Macri prefería “contener” al “factor Juez” dentro de la alianza con tal de no sufrir su poder de fuego cuando éste quedara relegado nuevamente al llano. No funcionó. Olvidaron, los “cráneos” de Cambiemos, que Luis Juez no distingue entre propios y ajenos, y que quienes fueron aliados pasan a ser, en un tris y sin previo aviso, enemigos.